El omnipresente Ignacio García, director del Festival, repite una y otra vez que este debe ser la reserva natural del Siglo de Oro español. Reserva natural, no zoológico. Si fuera un zoo bastaría con exponer en jaulas las obras de aquellas ilustres calaveras. Pero el asunto es que cobren vida nueva, que se adapten al medio ambiente que les toca vivir, es decir, a nuestro ahora. En esa tarea, nunca fácil pero siempre necesaria, hay errores y aciertos, traspiés y saltos al vacío. La viuda valenciana que presenta MIC en el Palacio de los Oviedo es un intento más que aceptable de darle sentido nuevo a la comedia antigua, que fue nueva en su tiempo. La versión de Borja Rodríguez respeta espíritu y gran parte del verso de Lope, pero retoca mucho de lo que escribió, probablemente en sus años valencianos aunque la impresión de la obra es muy posterior, el Fénix. Lo mejor es que tiene sentido, que es coherente, a pesar de un final que no está a la altura de lo que iba esbozando el montaje. El final no es de Lope, no es del XVII, es el convencional del XXI como el de Lope, hombre de su tiempo y su público, era el que se esperaba por los que acudían a los corrales.
La viuda, valenciana, está más que contenta con la libertad que le dan las rentas del difunto, aunque nada más empezar el montaje nos deja claro que debe gozarla discretamente, sin que se enteren los demás. Pero hete aquí que Leonarda, en las carnes y voz de la extremeña Pepa García, que desprecia pretendiente tras pretendiente, acaba fascinada por Camilo. Para no perder su libertad y disfrutar del amor en su acepción más física, porque el montaje tiene su punto erótico muy bien tratado, Leonarda atrae con los ojos vendados a Camilo, que se convierte en su amante sin que este sepa quién es ella. Mantiene, pues, su honor y goza del sexo sin preocupaciones. Todo, claro, se complica y acaba como acaba. Bien lo sabía Lope, pues la obra está dedicada a Marcia Leonarda, su Marta de Nevares, viuda amante de Lope, esposa adúltera antes. Así que podemos decir que lo de La viuda valenciana es una cuestión personal. De cada uno de nosotros de hecho.
La propuesta estética traslada la obra a algún momento de principios del siglo XX, con bicis, motos, gente fumando de petacas, una gramola… La escena se divide en un par de planos y con apenas dos paneles se dibuja la casa de Leonarda, un cuarto interior y la calle. Sobrio y eficaz. El elenco se cree que lo que dice y promete mucho, tanto los jóvenes como aquellos que no lo son tanto. Habrá que estar atentos a su evolución.
A ello hay que añadir la música: poca, pero bien escogida e interpretada.
El público respondió como se merecía la obra: riendo y aplaudiendo al final. No era La viuda valenciana una propuesta que despertara demasiadas expectativas en un principio. Da gusto equivocarse.
Dirección: Borja Rodríguez
Escenografía Juan Sebastián Domínguez
Iluminación Juanjo Llorens / Rodrigo Ortega
Vestuario Yeray González
Música Alberto Centella
Asesor de verso Anabel Maurín y Alberto Gómez-Taboada
Coreografía Fredeswinda Gijón
Lucha escénica Mon Ceballos
Producción Isabel Casares y Almudena Díaz (MIC Producciones)
Reparto
Pepa Gracia
Arantxa Aranguren
Alfredo Noval
Rafael Núñez
Alberto Gómez Taboada
Agustín Otón
María Cobos