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Año VIINúmero 349
25 ABRIL 2024

El verso silencioso

La Compañía Nacional de Teatro Clásico, en colaboración con el Instituto Cervantes. presentó en el Corral de Comedias de Almagro “Alma y palabra”, texto de José Carlos Plaza, a partir de poemas de San Juan de la Cruz con Lluís Homar y Adriana Ozores. 

Adriana Ozores, Lluís Homar y el pianista Emili Brugalla meditan sobre el escenario en silencio, hasta que el reloj de la plaza de Almagro toca nueve campanadas. El verso se hace palabra silenciosa, que no muda. Palabra silenciosa oída en la quietud de un Corral de Comedias atrapado por el tiempo que parece haberse detenido.

Cuando San Juan de la Cruz toma prestadas la voz de Adriana Ozores y Lluís Homar, cesa el bullicio de la plaza y el confinamiento se hace compartido. Atardecer sosegado en el que cada palabra es eterna acompañada de la música callada de Frederic Mompou y la soledad sonora del público que tras las mascarillas se recrea y se enamora.

Espectáculo reducido a esencia destilada. A lo que de valor tiene la palabra y la cercanía. Vemos las plantas de sus pies desnudos y la caja de resonancia del piano desde un plano inferior. Parecen elevarse embebidos, absortos y “ajenados” en los versos de San Juan de la Cruz. 

Lluís Homar mira a los ojos del público. Ojos desconocidos pero añorados que tiene en su memoria dibujados. Recorre con la mirada el Patio de los Mosqueteros y los aposentos, en una mezcla de felicidad por estar de nuevo sobre las tables y extrañeza por no ver sus gestos tras las máscaras. El verso fluye bajo la luz del Cristo de San Plácido de Velázquez, y cuando las miradas quedan atrapadas en el rostro del Crucificado, sólo la música de Mompou es capaz de dar continuidad sin rasgar el velo.

La noche se acerca, con sus miedos y sus tinieblas, con sus ansiedades y duermevelas acumuladas durante tantos meses. El tiempo que parecía haberse detenido ahora sentimos que ha volado. Mientras tanto, los humanos seguimos buscando el sentido a todo lo vivido. Hoy es un virus, antaño fueron otros males los que afligieron a la especie humana, pero los versos místicos parecen siempre buen cobijo.

Por una extraña manera, el tiempo pasó de un vuelo y las campanas de la plaza volvieron a tocar. Eras las diez y fue un suspiro. Aplausos y aplausos. Aplausos a los versos. Aplausos al declamador. Aplausos a la música y al músico. Aplausos al teatro. Aplausos al silencio. Aplausos a nosotros mismos, reunidos de nuevo, como si estas diez, fueran las ocho de otros meses pasados.

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