Todo grupo de música es conocido, o mejor dicho recordado, por una seña de identidad, una particularidad que los hace únicos. En Melomans, el público descubrirá a cuatro jóvenes artistas valencianos (Edu Escartí, Gonzalo Manglano, Javi Reig y Pau Ferrern) sin más instrumentos que sus voces, y con mucho humor para todos los asistentes. Antes de entrar en el terreno músico-vocal, hay otro previo y fundamental que es la estructuración del propio espectáculo. De nada sirve interpretar, por muy buenas voces que se tenga, una hilera de canciones sin orden ni concierto o sin hilo argumental; y es por ello, que este cuarteto cuenta con un relato propio, particular y único, que consigue mantener hasta el final, basado en el proceso de creación, y en algunos instantes destrucción, de su banda. Rafa Alarcón, Víctor Lucas y el propio grupo nos narran cada sábado las dificultades de estrenar en directo y hacer una gira del álbum Se canta pero no se toca. Que si un integrante se fue por el camino espiritual, que si otro decidió tener descendencia, que si el del más allá tuvo achaques de salud… ya se pueden hacer un idea: por unas cosas o por otras tuvieron que pasar nada más y nada menos que siete años, con una crisis financiera y una pandemia mundial de por medio. Ahora bien, la espera ha merecido la pena.
A parte del relato, otro de los aciertos es el interesante y particular juego de roles de cada uno de los integrantes. En todos los grupos hay uno más ligón, otro más espabilado y otro que lleva la voz cantante, nunca mejor dicho. Este juego de identidades propicia que el público conecte más con ellos, se rompa la cuarta pared y entienda mejor el porqué de cada canción o chiste; además de reforzar la puesta en escena, la cual es simple pero funcional gracias al trabajo de Víctor Lucas y potenciada por el correcto e inteligente diseño de iluminación, Marco Baixauli, y sonido, Jorge Gª Bastidas.
Desde, Desconcierto, su primer espectáculo cómico-musical, dirigido por María Colomer, en el que se combinan canciones a capela de diversos estilos con delirantes sketches en clave de humor y estilo clown, el grupo ha hecho del humor un sello de identidad y es todo un acierto; pues con humor todo sabe, o mejor dicho, todo suena mejor. Entre chistes malos, humor absurdo, una potente voz en off e imitaciones sorprendentes, el espectáculo gana frescura, agilidad y lo convierte en una experiencia aún más divertida. En algunos instantes del mismo, me recordaron a grupos como el argentino Les Luthiers, o el castizo Golden Apple Quartet. Sinceramente, no se me ocurre mejor elogio que compararles con los padres de este género.
En el terreno puramente musical, Melomans consigue la calificación de sobresaliente. Los cuatro integrantes cuentan con prodigiosas voces y una exquisita ejecución de todas las canciones interpretadas dentro de un amplio y variado repertorio: desde clásicos del pop y del rock internacional hasta grandes hits actuales, pasando por artistas como, Serrat, Tequila, Nino Bravo y otros géneros como boleros, habaneras, bossa o bandas sonoras de películas. Su sello de identidad es cantar a cappella, una compleja técnica basada en crear música únicamente por medio de la voz humana, generando los sonidos, el ritmo, la melodía y la armonía necesarias, sin necesidad de ningún instrumento musical. En definitiva, un trampantojo musical: conseguir engañar al oído como si de una orquesta se tratara cuando en realidad el único instrumento son sus cuerdas vocales. Por último, destacaría sus polifonías, los sorprendentes agudos y juegos melismáticos, giros vocales y la sonoridad de algunos versos con juegos de palabras y rimas asonantes y consonantes. Detrás de este resultado sobresaliente hay un trabajo de investigación y estudio, como dejan soslayar en algún instante, quizá no tan vistoso pero sin el cual no se habrían convertido en un referente de la música a capela en España.
En Se canta pero no se toca, disfrutarán del mejor cuarteto cómico y musical de la temporada.