Masescena - Sincericidio: verdades anónimas colectivas

AÑO VII  Número 345

29 MARZO 2024
PEQUEÑO TEATRO GRAN VÍA DE MADRID

Sincericidio: verdades anónimas colectivas

Reconózcanlo, ustedes también mienten. Ante una pregunta delicada tratamos de contestar una generalidad esperando la respuesta del otro como medida de referencia, o simplemente no decimos la verdad. El por qué suele estar claro: las consecuencias. Ahora bien, ¿qué ocurriría si ante una cuestión complicada pudiéramos decir simplemente lo que hacemos sin temor a represalias y con la posibilidad de saber si estamos o no en consonancia con la mayoría? La solución a este dilema la tiene Luis Fabra todos los jueves en el Pequeño Teatro Gran Vía.

Aunque pueda resultar una paradoja, la grandeza de la oferta cultural teatral está por un lado en la variedad y, a su vez, en la especialización. La vasta cartelera nos permite disfrutar de multitud espectáculos humorísticos con conocidos y reconocidos cómicos. La diferencia recae únicamente en la temática y/o en la puesta en escena. Sin ser esto ningún problema, pues todos los eventos tienen sus acólitos, el factor más interesante y cada vez más decisivo es dotar al espectáculo de algo personal y que lo haga único, con el objetivo de contar con un motivo irrefutable de asistencia. Este espectáculo lo tiene, y es el mejor ejemplo de que la innovación, el talento y el humor siguen reinventándose.

Una socarrona voz en off, permitiendo tener el móvil encendido durante la función, es el inicio del nuevo espectáculo producido por Luis Fabra. Su nombre está ligado al mundo del guion –siendo creador de contenidos del Terrat y guionista de La Resistencia, programa presentado por David Broncano en Movistar Plus + – y siempre cercano a la comedia. Este ingenio en la producción de textos, también fue el responsable del guion de las galas de los Goya en 2019 y 2020, le lleva a crear un show innovador de humor interactivo, en el que el público asume el rol protagonista desde el más cómodo anonimato. ¿Cómo es esto posible? Mediante un teléfono móvil, con un sistema de registro en una plataforma, Fabra lanza preguntas a los presentes con varias opciones posibles, para que estos respondan de manera sincera y sin que nadie sepa cuál es la opción de cada uno. Posteriormente en la pantalla aparecen los resultados para conocer en qué segmento de la población nos encontramos.

Así descrito puede resultar simplón, pero les aseguro que tras una pregunta de prueba, las ganas y ansiedad, tanto por las cuestiones y sus opciones como por saber las respuestas del resto de asistentes, van en aumento. La primera virtud de esta idea convertida en espectáculo es la posibilidad directa y real de interacción con el público; pues son estos quienes marcan el devenir de la función. Ya lo habíamos visto en alguna representación teatral, como Por los pelos, pero no en un espectáculo de humor. Además, los presentes no solo se limitan a teclear en sus móviles, sino también hay tiempo para un pequeño debate sobre el porqué de las respuestas. Aquí, Fabra vuelve a demostrar su desparpajo, don para la comedia, facilidad para la improvisación y dotes comunicativas.

En un plano más analítico, otra de las premisas de Sincericidio –show que no se hace responsable de decir la verdad fuera de la sala–, es establecer una radiografía de cómo es la sociedad española. Para ello, el maestro de ceremonia selecciona preguntas de diferentes ámbitos como el amor, la política o dilemas morales. Siendo todas un acierto, me hubiera gustado un repertorio mayor de cuestiones y algunas de ellas de calado más profundo. Esta dinámica perfectamente podría dar pie a un experimento sociológico y quién sabe si a una discusión posterior. Dada la dinámica y versatilidad de esta experiencia permite que podamos ir solos, en la modalidad de mirones, o acudir con amigos o pareja y trasladar todas las cuestiones planteadas fuera del patio de butacas. Quizá nos llevemos una sorpresa de con quién estamos compartiendo nuestra vida… Por si no fuera suficiente, una vez finalizada la ronda de preguntas, hay una segunda parte, donde uno de los espectadores puede llevarse un preciado premio si es capaz de superar el sincericidio.

La puesta en escena es otro de los elementos dignos de destacar. La estética conjunta nos recuerda a la de un concurso televisivo donde el presentador, en este caso Luis Fabra, ataviado con americana, lanza las preguntas a los concursantes. Incluso emula el hilo musical de tensión anterior a la formulación del enunciado. Sin duda alguna, un acierto que nos introduce aún más en el espectáculo. Otro punto positivo es el buen uso de las pantallas, con algún problema técnico que pulir, para proyectar las respuestas de los presentes, en forma de gráficos y de ingeniosas fotografías esclarecedoras.

Hacen falta más kamikazes de la comedia como Fabra, capaces de apostar por una idea innovadora y novedosa en el centro de la Gran Vía. Poner todo su ingenio, dedicación y pasión por la comedia al servicio y arbitrio del público y, en definitiva, apostar por el teatro, el humor y, por encima de todo, la cultura.

Luis Fabra nos invita a descubrir un show innovador de humor interactivo a golpe de comprometedoras preguntas desde el más cómodo anonimato y a descubrir el verdadero significado de Sincericidio

 

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