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Año VIINúmero 349
29 ABRIL 2024

Ortega: un viaje teatral, filosófico y emocional entre la resistencia y transformación

Elenco de "Ortega"

Desprenderse de recuerdos es un desafío universal al ser estos vínculos emocionales parte integral de nuestra identidad. Los objetos simples pueden llevar consigo significados complejos y evocar una gama de emociones. La lucha entre el deseo de liberarse del pasado y el temor a perder parte de uno mismo en el proceso es una paradoja a la que todos enfrentamos en algún momento de nuestras vidas. Esta tensión entre el desapego y la nostalgia es una experiencia humana profundamente arraigada, que nos recuerda la complejidad de nuestras conexiones emocionales con el mundo que nos rodea. Si desean materializar estas y otras reflexiones pueden acudir al Teatro Quique San Francisco.

Ortega es una intrigante comedia teatral de Teatro Urgente que presenta la historia de Joana, una mujer que atraviesa una crisis personal y decide simplificar su vida eliminando lo que considera innecesario. Sin embargo, su compañero Óscar se enfrenta a un dilema: teme perder parte de su memoria, su identidad y la vida que han construido juntos al deshacerse de una valiosa colección de libros de José Ortega y Gasset. La obra explora el conflicto entre la necesidad de simplificar la vida y el apego emocional a los objetos que representan nuestra identidad y memoria.

Me resulta fascinante armar una representación teatral sobre José Ortega y Gasset, uno de los filósofos más lúcidos de la España reciente. Sus postulados perduran en las mentes de aquellos que estudian, humanidades en general, y su impacto sigue siendo evidente en los debates intelectuales contemporáneos. El libreto de Karina Garantivá se erige como una red de ideas y emociones donde teje dos hilos de acción, entrelazando la trama principal con los intrincados conceptos de la obra del ensayista madrileño. En este tejido, la filosofía de Ortega se integra de manera fluida, convirtiéndose en un componente vital de la narrativa. A través de estas páginas, nos enfrentamos a la complejidad de desprendernos del pasado, enfrentándonos a preguntas profundas sobre la muerte, la maternidad y la identidad nacional, personificadas en los personajes y sus dilemas. Así, se nos presenta una paradoja humana: la necesidad de simplificar nuestras vidas choca con la resistencia visceral a dejar ir los tesoros que han sido testigos silenciosos de nuestra historia. En este conflicto se desata una batalla entre el deseo de liberación y el temor a perder parte de lo que somos. Es en esta tensión entre el desapego y la nostalgia, entre lo que queremos ser y lo que fuimos, donde se forja una narrativa que resuena en lo más profundo de nuestra alma.

En palabras de la propia Garantivá – actriz, escritora y directora de teatro colombiana – “La obra se presenta como una comedia en forma de juego, con un humor divertido y socarrón, basada en situaciones cotidianas, domésticas, que, a su vez, contienen una enorme carga de profundidad que enlaza con muchas de las tesis y de los planteamientos de Ortega y Gasset”. En efecto, el espectador podrá encontrar similitudes en obras como La rebelión de las masas, pues la pareja se enfrenta a una forma de rebelión personal: la lucha entre la simplicidad deseada y el miedo a perder su identidad y memoria, desafiando así las normas y expectativas convencionales sobre la posesión y el desapego, o Meditaciones del Quijote, al abordar un dilema similar: mantener su integridad personal en medio de las presiones para adaptarse a las convenciones sociales y las expectativas de los demás.

Volviendo al contenido, el texto se convierte en un tejido lingüístico en el que las palabras se estiran y versan, desafiando las expectativas y provocando una reflexión profunda sobre el poder de la comunicación. Este enfoque en la semántica y la estructura del lenguaje de la autora de textos teatrales como Hannah Arendt en tiempos de oscuridad o Runners agrega capas de profundidad a la experiencia teatral, invitando a la audiencia a sumergirse en un laberinto de significados y revelaciones, donde las palabras se convierten en hilos que guían el camino hacia la comprensión y el autoconocimiento. A pesar de la profundidad y la riqueza conceptual del libreto, me surge un cuestionamiento acerca de su extensión y contenido. Es cierto que en la travesía filosófica y emocional, algunos monólogos pueden perderse en la maraña de la narrativa sin ayudar significativamente a la comprensión global de la obra. Además, algunas reflexiones pueden resultar un tanto abstractas o desligadas de la filosofía orteguiana, lo que podría generar cierta desconexión para el espectador. No obstante, Ortega sigue siendo un valioso intento de fusionar la filosofía y el teatro, ofreciendo una experiencia que provoca la reflexión y despierta el intelecto, precisamente la mejor de las acciones para batir a uno de los enemigos del propio escritor novecentista “la dictadura del individuo no cualificado”.

La dirección de Ernesto Caballero demuestra un enfoque astuto y pragmático para equilibrar la carga filosófica del libreto. El que fuera director del Centro Dramático Nacional utiliza su habilidad para llevar a los personajes al mundo tangible y cotidiano, proporcionando un contrapunto a las ideas filosóficas abstractas. Al situar a los protagonistas en situaciones cotidianas, como enfrentarse a un contenedor de papel, humaniza la experiencia permitiendo que los espectadores se identifiquen con las emociones y los dilemas de los personajes. Este enfoque sirve como puente entre la filosofía profunda de Ortega y la realidad concreta de la vida diaria, haciendo que las ideas filosóficas sean más accesibles y relevantes para el público. Además, al añadir estos elementos mundanos, la obra se enriquece con un humor sutil y momentos cómicos, aliviando la tensión filosófica y permitiendo que la audiencia respire entre las reflexiones más profundas. Este equilibrio entre lo abstracto y lo tangible, entre lo filosófico y lo mundano, es un testimonio del ingenio de la dirección de uno de los directores más prolíficos del teatro actual que contribuye significativamente a la riqueza y la accesibilidad de la experiencia teatral en Ortega y casa perfectamente con uno de los postulados en su producción dramática: la misma insistencia en la temática social y la misma búsqueda de los límites entre el escenario y la realidad.

Los encargados de pasar de las musas al teatro son un trío de actores entregados a la compleja causa escénica. A pesar de la complejidad de los personajes y la abundancia de texto, los actores ofrecen una actuación sólida, aunque a veces quizá les resulte complicado encontrar el subtexto. A través de su dedicación, exploran las complejidades de la condición humana, recordando a la audiencia que detrás de las apariencias superficiales se encuentra un mundo rico de emociones y experiencias. Cada uno de estos personajes encarna una faceta del pensamiento complejo y multifacético orteguiano, mostrando cómo él tomó elementos de diversas corrientes filosóficas y los integró en su propio enfoque, a la vez que rechazaba aspectos que no resonaban con su visión del mundo.

Ana Ruiz encarna a Joana, profesora de semántica originaria de un pequeño pueblo en Latinoamérica quien se encuentra en un momento crucial de transformación personal. La necesidad de desprenderse de una colección de libros de Ortega y Gasset se convierte en un símbolo de su evolución. A través de su actuación, esta actriz – destacando en obras como Esta noche se improvisa la comedia o Cyrano de Bergerac –  personifica la visión pragmática y realista de Joana de una manera envidiable y completamente convincente. Su habilidad para transmitir las complejidades emocionales y los dilemas agrega profundidad y autenticidad al personaje. A su lado, le acompaña Alex Gadea como Óscar, un profesor de arquitectura que vive una relación estable con Joana. Su personaje se presenta como alguien arraigado en lo emocional y lo sensorial. Cuando su compañera atraviesa una transformación focalizada en los libros de Ortega y Gasset, éste se enfrenta a una crisis interna debido a su resistencia al cambio y su miedo a perder la conexión con Joana. La actuación de este intérprete, con múltiples apariciones en series televisivas de éxito, captura la vulnerabilidad y la complejidad de Óscar, mostrando su lucha interna y su deseo de entender y apoyar a su compañera de viaje. Por último, Alberto Fonseca da vida a varios personajes de distintas índoles, desde figuras oníricas como el Quijote hasta otros arraigados a la realidad como un Vecino, el Médico o Juan, amigo de la pareja. Este hecho le ha llevado a indagar en su versatilidad y flexibilidad actoral, creando una orografía singular para cada personaje. Este actor y talentoso creador madrileño se sumerge en las necesidades del conjunto de la obra, destacando su capacidad para transformarse y dar vida a una amplia gama de caracteres.

La escenografía diseñada por Mariano Moya, Eduardo Manso y el propio Ernesto Caballero, es un ejemplo de simplicidad funcional. Con un toque costumbrista, recrea a la perfección el interior de una vivienda, proporcionando el escenario ideal para la trama. Junto con la iluminación inteligente, cuidadosa y pertinente de Francisco Ariza, que incluye un juego de sombras estratégico, la escenografía contribuye significativamente a representar la acción de la obra. Esta combinación de elementos no solo facilita la visualización de la trama, sino que también permite mantener viva la complejidad del pensamiento de Ortega, proporcionando un fondo visual que realza la profundidad de la historia y resalta las ideas filosóficas que se exploram la obra.

 

Ortega es una obra teatral que aborda las complejidades del pensamiento de José Ortega y Gasset a través de una trama emocionalmente profunda que, junto a una dirección pragmática y una actuación apasionada, nos invita a reflexionar sobre la identidad, los recuerdos, el cambio y la resistencia al mismo

 

Dramaturgia: Karina Garantivá

Dirección: Ernesto Caballero

Reparto: Ana Ruiz, Álex Gadea y Alberto Fonseca

Iluminación: Francisco Ariza

Escenografía: Mariano Moya, Eduardo Manso y Ernesto Caballero

Ayudante de dirección: Natalia Vellón

Gerencia de producción: Ana Caballero

Diseño de imagen: Agencia Cráter

Creación de video y coordinación técnica: Miguel Agramonte

Un espectáculo de Teatro Urgente creado en Residencia en el Teatro Quique San Francisco

 

 

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