Masescena - Opinión

AÑO VI  Número 292

25 MARZO 2023

Cuando te enfrentas a los clásicos hay, al menos, tres maneras de hacerlo. La primera es tomar el texto y tratar de reproducirlo fielmente, adaptándolo lo menos posible. La segunda es reinterpretarlos, hacer una lectura contemporánea de los mismos. Normalmente, no nos encontramos estos dos fenotipos en su estado más puro, sino acriollados. Hay, y a eso vamos, una tercera forma. Se trata de no tomar los textos como base, sino como muleta para contar una historia. Lo hace Ron Lalá, por poner un ejemplo. Y es lo que han hecho Anna Marí y Daniel Tormo en la segunda propuesta de CRIT en los Oviedo para este Festival: El increíble asesinato de Ausiàs March.

Definitivamente, de la Comunidad Valenciana están llegando cosas interesantes a Almagro. Lo mejor hasta el momento del Festival ha sido el Tirant de Eva Zapico. Ayer martes, en el Palacio de los Oviedo, pudimos ver el Espill de CRIT, de tono muy diferente, pero que también dejó buen sabor de boca. Aún nos queda, en el mismo escenario y de la misma compañía, la esperada El increíble asesinato de Ausias March.

Desde la llegada de Ignacio García a la dirección, el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro ha tratado de prestar más atención a las compañías locales. El Teatro de sus Mercedes con el Taular es, tal vez, su máxima expresión, un éxito de dos temporadas. Con la pandemia esta colaboración se ha intensificado y el mundo del teatro encajero ha dado un paso al frente para tratar de ayudar en lo posible. Ahí no podía faltar la principal insignia de las tablas calatravas, Corrales de Comedias, cuya campaña estudiantil ha llevado al teatro, muchas veces por primera vez, a cientos de miles de chavales. Corrales de Comedias juega en casa en el Corral, de donde sale durante el Festival para hacer sus microclásicos, una cita ya habitual. En esta ocasión, sin embargo, el Festival la ha desplazado hasta el Palacio de los Oviedo, donde recreó el Corral para interpretar La discreta enamorada.

Gigantes, pócimas, encantamientos, amores imposibles y hazañas fabulosas y crueles poblaban las mentes de los hombres del XV gracias a los libros de caballerías. Entre todos ellos, en la opulenta Valencia, un tipo que convirtió su vida en una novela de caballerías, el desafortunado Joanot Martorell, imaginó a Tirant, un caballero bastante más humano que los Lanzarotes y Arturos bretones o británicos. Eva Zapico se echó sobre los hombros la improbable tarea de traernos a Tirant en menos de dos horas. El resultado lo juzgó el público en el Aurea: aplausos de verdad, no de los de compromiso, puesto en pie casi todo el mundo en reconocimiento a la labor llevada a cabo por un elenco polivalente conducido con astucia y profesionalidad.

Se representa poco, muy poco, El galán fantasma. Y no hay razón para ello. Calderón traza una comedia a la altura de su antecesora, La dama duende, o de Casa con dos puertas mala es de guardar, las dos estrellas de la risa calderoriana. El galán fantasma es ágil, divertida, a don Pedro le brota el verso fácil, está perfectamente estructurada, funciona el mecanismo interior, no quedan casi cabos sueltos… En fin, que está muy bien. Por eso no se entiende que no se represente más a menudo y por eso es de congratularse con que lo haya hecho en este Festival la canaria 2RC Teatro en el Palacio de los Oviedo, el espacio Globalcaja por eso del patrocinio.

A Felipe IV le gustaban las mujeres y el teatro. El orden es indiferente, porque nos vamos a quedar solo con el segundo. Bajo su reinado, los corrales, los coliseos y las plazas durante el Corpus Christi mostraron un aspecto como nunca antes. Pero no solo eso, sino que la corte, ya fuera en Madrid o en Aranjuez, acogía representaciones constantemente para entretener al monarca y a su mujer, Isabel. En Carnaval, los salones de Palacio servían de escenario para comedias burlescas, un desmadre en la que casi todo estaba permitido, en la que se le daba la vuelta al mundo y se cantaban las verdades del barquero. Vamos, que se celebraba el Carnaval. Algo así como Aterriza como puedas mechado de una Danza de la Muerte, Torrente sazonado con bálsamo de Celestina.

Dice Pedro Torres en Las enseñanzas de Don Juan, blog que acaba de convertirse en libro, que el amor es un sentimiento de lo más vulgar, porque casi todo el mundo lo ha experimentado alguna vez. No admite muchas pegas esa afirmación. Y, sin embargo, el tema ha traído de cabeza a los creadores de todos los tiempos. Es una luz a la que se acercan mariposas, polillas, mosquitos y demás seres, dando vueltas a lo mismo. Entre los nuestros, y los nuestros son los que hablan lo nuestro, Lope es el más vistoso, el más insistente, el más dotado. Teatro, novela o poesía lopesca son, casi siempre, biografía amorosa. Lope se empeñó en vivir literariamente. Luego, no tenía más que copiar lo que había vivido para triunfar a lo grande. Lope era un fabuloso copista de sí mismo, un tipo vulgar, porque compartía la manera de sentir del vulgo, al que no hablaba en necio por mucho que él lo defendiera.

Hace unas semanas hice el taller sobre historia de la danza contemporánea que imparte la bailarina y coreógrafa Mar López (gracias por avisarme, Paloma). Entre los muchos aciertos de esta clase teórica en la que se explican contextos políticos y artísticos, se encuentra uno superlativo, a mi modo de ver: la mujer, la creadora, como vehículo para conocer la historia de la danza contemporánea. Mar López desgrana a través de ellas, las primeras, revolucionarias, libres y no normativas, los orígenes de este movimiento. Las hay muy conocidas por todas (Martha Graham e Isadora Duncan a la cabeza), pero también, como suele ocurrir, las que pasaron desapercibidas a pesar de la importancia de lo que generaron. Descubrí a unas cuantas de las que no sabía nada y casi nada, y salí de allí con no pocas cuestiones en la cabeza. Algunas de ellas, de nuevo, sobre nuestra invisibilidad.

La historia está hecha de pequeños momentos indescifrables en los que una pequeña decisión puede cambiar el curso de la Humanidad. Si Stefan Zweig hubiera vivido lo suficiente en su exilio, probablemente habría incluido en una segunda parte de sus “Momentos estelares de la humanidad” el encuentro que mantuvieron los físicos Niels Bohr y Werner Heisenberg en 1941 en una Copenhague ocupada por los nazis. Un pequeño paseo de diez minutos por las frías noches de la capital danesa que pudo cambiar la historia de la Humanidad.

 

Hace aproximadamente una semana, la directora artística y de producción del Festival sevillano Mes de Danza, comunicaba la no celebración de la 27ª edición del Festival. Tal y como están las administraciones públicas en la actualidad no es de extrañar semajante decisión. Lo peor de todo es que es el inicio de algo a lo que no le van a prestar demasiada importancia, y tras la cita sevillana vendrán otras muchas citas culturales de nuestro país. ¿Cuál es la solución? Pues tendría que venir dada por las propias administraciones públicas que sobreviven gracias a nuestros esfuerzos. De momento, y sin entrar en demasiada polémica, reproducimos el comunicado íntegro que María González Vidal hizo público hace unos días.

"Como directora artística y de producción del festival MES DE DANZA lamento comunicar que la edición 27ª de este evento, que debería celebrarse entre finales de octubre y principios de noviembre 2020, como viene siendo habitual desde hace 26 años, no tendrá lugar este año.

 

Una de las cosas entrañables que tiene el teatro Lope de Vega de Sevilla es que al terminar cada función el público camina a pie en grupo al menos hasta el cruce de la Avenida María Luisa con la de Portugal, donde comienza a dispersarse. Estos metros dan para muchos oídos y muchos comentarios sobre lo visto en el escenario. Los había que opinaban que había demasiadas transiciones que cortaban el ritmo o que la música desencajaba. Había quien salía con la sonrisa en la cara como quien sale de una comedia y no de una tragedia. Mari Paz Sayago tiene la fuerza cómica necesaria para hacernos reír de nuestras propias lágrimas. 

Suena una marcha procesional. Un niño abraza a un gato en mitad de la noche. Quizá no es un gato, quizá es sólo un peluche. Quizá es alta mar. Quizá es sólo una cama oscura. La luna entra por la ventana. “¿Qué pasa?”, pregunta el gato. “Vienen a comernos”, responde el niño.