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Año VIINúmero 347
19 ABRIL 2024

“La mejor forma de combatir la violencia machista es la educación”

Los Teatros del Canal de la Comunidad de Madrid acogen estos días Macho man, un espectáculo- instalación de teatro documento de Álex Rigola / HeartBreak Hotel. El proyecto es una coproducción de los Teatros del Canal y está en la Sala Negra del 19 de febrero al 17 de marzo.

Los 450 jóvenes que han asistido a las funciones, impresionados por la experiencia, toman conciencia de la realidad y reflexionan sobre su papel
Un taller impartido por psicólogas especializadas del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid trabaja con estos estudiantes para ayudarles a interpretar lo que han visto y darles pautas de actuación ante esas situaciones reales
Macho Man, de Álex Rigola, es un espectáculo-instalación de teatro documento sobre violencia machista con testimonios reales

Macho man nace con el objetivo de hacer más visible la problemática de la violencia de género y responde a la voluntad de ayudar a empatizar con todas las víctimas potenciales del machismo más radical. Con este proyecto se buscan nuevas maneras de tomar conciencia mediante la fusión de los conocimientos en artes escénicas, artes plásticas, psicología y documentación.

La obra busca ser, además, una experiencia educativa. “Tenemos claro –dicen sus responsables, con Rigola a la cabeza como director de la pieza– que la violencia machista es un problema social grave y debe desaparecer. Y la mejor forma de hacerlo desaparecer es a través de la educación”. Es por eso que este proyecto se ha abierto a los adolescentes para que lo vivan en grupo.

Fruto de esa necesidad de acercar esta realidad a los más jóvenes se han puesto en marcha paralelamente unos talleres en los que, tras realizar el recorrido de Macho man, profesionales del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid trabajan con ellos para ayudarles a gestionar lo que han visto y así poder identificar situaciones concretas en sus propias experiencias. Las vivencias con las que toman contacto en la instalación permiten generar una reflexión colectiva y plantear pautas para el cambio. Los propios jóvenes se sorprenden al descubrir patrones de violencia machista en su entorno más cercano, llegando incluso a  tomar conciencia de que ellos mismos tienen esos comportamientos de una u otra forma.

 

“Nos pone frente a un espejo que no nos gusta mirar”

Desde su estreno el pasado 19 de febrero, 480 alumnos de 6 centros educativos de la Comunidad de Madrid han pasado por la instalación. Para las psicólogas especializadas del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid que les acompañan lo más destacado  ha sido “el impacto emocional que se genera en un primer momento” y aseguran que está suponiendo para muchos de ellos la oportunidad de exteriorizar por primera vez experiencias personales en sus relaciones de pareja, el impacto de la violencia y el abuso en niños y niñas víctimas, y el sufrimiento concreto de muchas mujeres, además de que “les permite identificar otras formas de violencia diaria menos evidentes”.  

También les ha hecho repensar asuntos de actualidad como el juicio de La manada, ya que toman conciencia de que no habían tenido en cuenta la versión de la víctima. Aun así, las psicólogas aseguran que han observado que “los celos como signo del amor siguen instaurados, el límite entre el interés y el comportamiento de control no está claro”.

Los espectadores entran en grupos de seis en un espacio laberíntico de 200 metros cuadrados, compuesto por 11 estancias, llevando unos auriculares que hacen de guía y ayudan a completar la composición espacial y la vivencia individual a través del ambiente sonoro y/o musical diseñado por Igor Pinto. Cada una de las estancias tiene un carácter independiente y autónomo y exige del participante una voluntad receptiva muy activa. Imágenes, sensaciones, vivencias encaminadas a concienciar sobre la violencia de género en la pareja, en la familia y en los entornos laboral, social y judicial.

Nada más terminar el recorrido los participantes llegan a una sala de descompresión en la que expresan cómo se han sentido y se liberan de la contención, la rabia o la impotencia que hayan podido experimentar en compañía de una de estas psicóloga. Después, en el taller, tratan de bajar esa carga emocional y toman conciencia de situaciones similares que viven en su día a día: celos que no eran conscientes que sentían, actitudes hacia sus parejas, abusos que toleraban sin reparar en el daño que provocan, realidades que conocían pero interpretaban como cotidianas, incluso situaciones en las que ellos mismos han podido dar miedo a su pareja o a otras mujeres.

 

Heartbreak Hotel, un paso más hacia nuevas formas de narración escénica

Después de Who is me. Pasolini y Vania, la compañía de Àlex Rigola, Heartbreak Hotel, da un paso más en su búsqueda de nuevas formas de narración escénica y se acerca mucho más claramente a su objetivo de confrontar al público con los valores de nuestra sociedad contemporánea. Macho Man nace como un proyecto de teatro documento, sin actores, a modo de instalación que propone al espectador un viaje escénico, experimental e interactivo con el propósito de dar visibilidad a la violencia machista y ayudar a empatizar con todas sus víctimas potenciales.

Normalmente la masculinidad se piensa desde los márgenes: ya sea desde la voz de una mujer, los estudios poscoloniales, de género o la filosofía queer. No es tan frecuente encontrar un ejercicio de autorreflexión por parte de un hombre blanco heterosexual. Macho Man, el último proyecto de Àlex Rigola, habla sin ambages de crímenes machistas. Y lo hace a través de un espectáculo-instalación que invita al público a pensar las condiciones de producción de esta violencia estructural.

En Macho Man se recurre a un dispositivo que opera como una propuesta expositiva. Pero aquí el cubo blanco está atravesado por la dramaturgia y por los tiempos teatrales: el público va pasando en grupos de seis personas de una sala a otra con intervalos de ocho minutos y en cada una de esas salas se le confrontará con distintos aspectos de la violencia de género.

Rigola tenía claro que debía investigar y denunciar lo que está pasando. Él se declara machista en tanto que está inmerso en un sistema que lo ha educado así. Y está dispuesto a decirlo en voz alta y a repensar, entre otras cosas, una determinada masculinidad que se despliega en todos los ámbitos: los espacios públicos, las conversaciones de whatsapp, las redes sociales, las relaciones afectivas. Consciente de ello, hace unos meses comenzó a investigar en este proyecto y para ello recurrió a referencias fundamentales como Teoría King Kong de Virginie Despentes o los textos de Rita Laura Segato, Gloria Poyatos Mazas o No es país para coños de Diana López Varela. A lo largo del proceso se ha dado cuenta de algunas de las dificultades invisibles que atraviesan las mujeres.

Desde la perspectiva de un hombre, todavía hay un fuerte desconocimiento de lo que supone realmente afrontar desigualdades laborales, emocionales y jurídicas. Y por supuesto, entender realmente el riesgo que corren el cuerpo y la sexualidad de una mujer en el patriarcado. Asesorado en todo momento por la psicóloga Alba Alfageme, fue también determinante leer el Estudio Europeo sobre la Violencia de Género de 2015, en el que descubrió datos tan impactantes como saber que una de cada tres mujeres en el mundo ha sido víctima de violencia machista o que más del 50 % de las mujeres afirman que han sufrido acoso sexual en el ámbito laboral. En el espacio público, más de la mitad de las mujeres renuncian a moverse por determinados sitios por miedo a sufrir una agresión.

La dramaturgia de Macho Man se ha desarrollado desde lo colectivo, con un equipo formado por Ferran Dordal, Alba Pujol, Irene Vicente Salas y el propio Àlex Rigola. Tenían claro cuál tenía que ser el enfoque: centrado en las mujeres y no en los agresores. En una de las salas, donde el espectador está rodeado de fotografías de víctimas de violencia de género, el impacto emocional que se produce explica esta decisión: ahí, frente a la presencia de otros cuerpos que ya no están, la empatía es inmediata. El efecto hubiera sido distinto si se hubiera mostrado a los verdugos. Querían mostrar la herida abiertamente. Como señala Rigola, “hay algo perverso en la acumulación de noticias relacionadas con este tipo de agresiones. Todos nosotros, como espectadores y lectores, acumulamos datos que paradójicamente nos hacen perder la noción de presente y de realidad tangible. De ahí la idea de sumergir al público en una experiencia casi sinestésica, donde imagen, texto y audio hacen palpable lo que ya no podemos dejar de sentir”. De hecho, durante el espectáculo se recurre a una suerte de audioguía a través de la cual escuchamos la voz de una mujer que sufrió malos tratos. Ella será quien vaya guiando por los distintos espacios emocionales. Y como la arquitectura crea lenguaje, se entiende muy bien el formato teatro-documento o instalación con audioguía como dispositivos “pedagógicos”. Macho Man tiene una intención educativa. No solo porque está dirigido tanto a público general como adolescente, sino en el sentido más integral del término: aquí todos nos educamos, nos miramos, nos pensamos. Los crímenes por violencia machista no son casos de brutalidad aislados, sino síntomas que revelan un cuerpo social enfermo.

 

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