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Aladdin, el musical: Un mundo ideal en un espectáculo musical sobresaliente

Imagen de escena de Aladdin

Tras más de 14 millones de espectadores en todo el mundo, con seis producciones actualmente en cartel (Estados Unidos, Alemania, Holanda, México y Japón), los asistentes podrán rememorar este clásico infantil llevado a las pantallas en 1992, con la posterior y exitosa adaptación en 2019, y con él, viajar a Agrabah, un lugar indeterminado de Oriente Medio, donde un sultán desea encontrar un buen marido para su hija. En esta búsqueda, aparece un joven desvergonzado y soñador ladronzuelo que, sin saber de la identidad de tal princesa, termina enamorándose de ella. Para ello, forja una amistad inquebrantable con el descarado y divertido Genio, un ser mágico dotado del poder de concederle hasta tres deseos. Sin embargo, debe superar mil y un obstáculos y tendrá en frente a Jafar, el consejero del sultán y un poderoso hechicero, que hará todo lo posible para hacerse con el trono.

 

Aladdin 2

 

Fidelidad al relato original en una adaptación moderna, divertida y llena de valores

Antes de entrar en la valoración, merece la pena felicitar a Stage Entertainment por esta superproducción, a la altura de éxitos absolutos como El Rey León, actualmente en cartel, Anastasia o La Bella y la Bestia, que superó ampliamente mis expectativas. Podemos decir que tiene todos los ingredientes para perdurar por muchos años y convertirse en un musical de culto en nuestro país. El primero de ellos es el libreto de Chad Beguelin, que integra el clasicismo del relato original con la modernidad de los tiempos presentes. En esta tarea, destaca Alejandro de los Santos, adaptador de libreto, letras y director residente, un joven de mente brillante capaz de simplificar la historia y trasponerla con los códigos más actuales del teatro musical y desde una mirada castiza. Los tempos de la representación –de dos horas y veinticinco minutos de duración con un descanso de veinticinco minutos– son correctos y los diálogos ágiles y divertidos. Las interacciones entre los personajes están llenas de chispa y energía, creando momentos de risa y complicidad que iluminan el escenario y otros más románticos manteniendo el interés del púbico en cada escena; no obstante, encuentro una descompensación entre el inicio de la historia, para conocer a los personajes que participan en las tramas y subtramas con el desenlace, resuelto con extrema rapidez. 

Continuando con el libreto, otra de las virtudes del trabajo de de los Santos, -desde mi óptica las más profunda-, es haber sabido conservar y actualizar los valores como la autoaceptación, la amistad –creando vínculos incondicionales capaces de superar obstáculos y alcanzar sueños– y la libertad, ya sea liberándonos de las limitaciones impuestas por la sociedad o ayudando a liberar a otros de su encierro. En definitiva, lanza un alegato de que la verdadera felicidad no está en la riqueza material sino en las relaciones auténticas en nuestras vidas. Este mensaje está presente en muchas de las letras de Howard Ashman, Tim Rice y Chad Beguelin donde, de nuevo, debemos destacar el arduo y profundo trabajo de traducción del también cantante y profesor vocal, consiguiendo un resultado sobresaliente con canciones pegadizas y divertidas (que el público continúa tarareando al salir del patio de butacas) y baladas poéticas para transportarnos a un mundo de fantasía.

 

 

 

Mítica banda sonora en directo con melodías cautivadoras y emotivas

Otro de los alicientes para acudir a Aladdin, el musical es la banda sonora, con una nueva partitura compuesta por el maestro del musical y ganador de 8 premios Oscar, Alan Menken. Este compositor de otras bandas inolvidables como La Sirenita, La Bella y la Bestia o Pocahontas incluye cinco populares canciones de la película original, ganadora del Oscar a la Mejor Partitura Original, incluyendo el éxito Un mundo ideal, que se alzó con la Mejor Canción Original. Para esta producción, también se han creado nuevas canciones que casan a la perfección con la estructura y la esencia de la adaptación. Este trabajo también es imputable al director musical y de orquesta Xavier Torras, capaz de crear un late motive reconocible (desde los ritmos exóticos y vibrantes que nos sumergen en la atmósfera de Agrabah, hasta las baladas románticas que capturan los corazones) y acompañar los acordes de los instrumentos con las voces de los artistas de forma milimétrica y acompasada. Junto a la orquesta en vivo y los arreglos musicales meticulosamente elaborados, eleva aún más la experiencia, creando una sinfonía de sonidos que envuelve al público en un hechizo musical.

 

 

Dirección precisa, cuidada y exquisita logrando el equilibrio entre lo divertido y lo romántico

En su faceta como director, Alejandro de los Santos plasma en escena todo lo comentado con anterioridad. Su trabajo es exquisito y fabuloso y, sobre todo, humano. Si por algo destaca este musical es por la forma cercana en la que el elenco transmite las emociones y la verdad proyectada en su actuación, desde la alegría contagiosa hasta la tristeza y el anhelo, y por la honestidad, tal y como destaca el director y coreógrafo Casey Nicholaw. Acciones aparentemente sencillas de proyectar pero complicadas de culminar. Esto hace que estemos ante musical familiar, que no estrictamente infantil, pensado para todas las edades. Por su parte, la coordinación del elenco en escena es impecable, logrando una química y sincronización que se refleja en cada número musical y escena dramática con los innumerables efectos mágicos y cambios de vestuario y escenografía. Este sensacional conjunto de temas y elementos, unido a los números musicales, hacen que estemos ante uno de los mejores musicales de la Gran Vía.

 

 

 

Derroche de talento actoral con una actuación humana en lo artístico y sobresaliente en lo vocal

El encargado de materializar esta riqueza escénica y estilística es un sensacional y polivalente reparto, uno de los más potentes de la amplia y variada cartelera teatral. En este punto cabe felicitar al equipo de audición por seleccionar a grandes artistas, con predominio de talentosos jóvenes, en lo actoral y lo vocal. En esta última faceta, el público disfrutará con líricas polifonías, complejas técnicas como el parlatto y dúos increíbles, con la fuerza y el apoyo de un numeroso reparto y de los 140 profesionales que lo hacen posible.

Si preguntásemos a los espectadores quién es el protagonista de la obra, quizá la respuesta estaría divida entre el personaje que da nombre a este relato y el Genio. A este último le da vida el actor y cantante panameño David Comrie y alcanza la excelencia. Su actuación es una verdadera obra maestra llena de carisma, energía desbordante y talento deslumbrante. La capacidad de Comrie de cautivar al público con su carisma, entrega y vis cómica es impresionante. Su mejor momento coincide con el mejor número musical del espectáculo y, sin temor a equivocarme, uno de los mejores de la historia musical reciente, en Un amigo tan genial. Un verdadero tour de fource que combina humor, emoción, talento vocal y complejas coreografías.

Este protagonismo es compartido por el aventurero e intrépido Aladdin, interpretado por un polivalente Roc Bernadí. Este joven curtido en teatro musical es un diamante ya pulido, al contrario que su personaje, que encarna a la perfección la doble faceta: por un lado la divertida, despreocupada e ingenua y por otra la de superación y determinación por encontrar su lugar en el mundo. Ambas son interpretadas con enorme carga de verdad y sinceridad. En el aspecto vocal, su voz es limpia y domina todos los registros acoplándose sin dificultad con sus compañeros. Entre ellos destacaría el divertido número de presentación de sus amigos de ficción Kassim (Josep Gámez), Babkak (Robert Matchez) y Omar (Alex Parra), en sustitución del icónico mono Abú; todo un acierto.

Aladdin no sería nada sin Jasmine, la hija del sultán. Este personaje es interpretado por Jana Gómez, un acierto seguro en el mundo musical, tal y como pudimos apreciar en Anastasia y ¿Quién mató a Sherlock Holmes? En esta ocasión, cautiva al público desde su primera aparición con su voz imponente y poderosa y, al igual que su compañero, limpia y lírica que irradia gracia, espontaneidad y elegancia. Su personaje es inteligente y audaz y en esta adaptación más duro, valiente e independiente. Esta fortaleza es transmitida en el escenario por la actriz barcelonesa al romper el estereotipo de princesa tradicional. Pero si por algo destacaría a los dos protagonistas es por la palpable y mágica conexión, muy por encima de otras icónicas parejas musicales, transmitiendo complicidad, ternura y pasión. Gómez y Bernadí se convierten en uno en sus increíbles y emotivos dúos siendo, como no podía ser de otro modo, su mejor momento el número Un mundo ideal elevados en una alfombra en un cielo estrellado. Una obra de arte teatral y nuevamente uno de los mejores números musicales en mucho tiempo; sin desmerecer otros como A millones de quilómetros.

Por descontando, no podía faltar Jafar, el siniestro visir del sultán obsesionado con encontrar la lámpara mágica para usar su poder y así hacerse con el trono de Agrabah. A este antagonista le da vida, Álvaro Puertas y gracias a su concepción del personaje y su convincente y enérgica actuación hace que casi le cojamos cariño. Además, es acompañado por Ian París en el papel de Iago, como el fiel y confidente de Jafar, aportando momentos muy divertidos con su toque de humor sarcástico.

Complejas, variadas y vistosas coreografías con un colorido y cuidado vestuario y una impactante escenografía con efectos especiales

Otro de los elementos claves en un musical es la coreografía, que mientras en otras ocasiones sirve de acompañamiento o es relegada, en Aladdin forma parte de la propia identidad. La propuesta de Casey Nicholaw es muy exigente y, a su vez, sumamente vistosa. Destacaría las coreografías folclóricas como las danzas persas, otras variadas como el claqué, la salsa o el chachachá y las distributivas desprendiendo alegría y diversión como Saltar o Príncipe Alí. En definitiva, los movimientos fluidos, los elegantes pasos de baile y las acrobacias impresionantes se combinan para crear cuadros escénicos visualmente deslumbrantes. En este punto, adquiere importancia el vistoso y espectacular vestuario, diseño de Gregg Barnes, confeccionado con más de dos millones de cristales de Swarovski y exóticos tejidos provenientes de hasta nueve países.

La construcción escenográfica diseñada por Bob Crowley está altura de este musical y nos conduce desde el bullicioso mercado de Agrabah, hasta los majestuosos palacios, pasando por la misteriosa cueva. Esta última tiene una ambientación que alcanza el sobresaliente. Además de la complejidad, con el correspondiente uso de poleas, resultan indispensables los hasta ochenta y cuatro increíbles efectos especiales con alucinantes números mágicos y pertinentes proyecciones, que agregan un toque adicional de sorpresa y asombro, y una cuidada iluminación y un perfecto espacio sonoro que hacen viajar al público al mundo ideal.

 

 

Aladdin, el musical es una experiencia teatral inolvidable que combina romance, aventura y magia, con una inolvidable banda sonora, derroche de talento del reparto y una construcción técnica y escenográfica que te transporta a un mundo de ensueño

 

Dirección: John Musker y Ron Clements

Adaptación: Alejandro de los Santos

Libreto: Chad Beguelin

Dirección musical: Xavier Torras

Dirección técnica: Mark Henstridge

Reparto: Roc Bernadí, David Comrie, Jana Gómez, Álvaro Puertas, Josep Gámez, Robert Matchez, Álex Parra, Albert Muntanyola, Ian Paris, Falco Cabo, Alex Franconetti, Kristina Alonso, Antonio Fago, Irene Rubio, Javier Cid, Elena Rueda, Javier Toca, Zoe Buccolini, Esteban Verona, Sheila Paz, Miguel Ángel Belotto, Karla Vicens, Oriol Anglada, Jean Pierre Ozuna, Laia Prats, Daniel Garod, Aroa Gárez, Alberto Escobar, Anna Coll, José Guélez y Jame Douglas Mackie

Escenografía: Bob Crowley

Iluminación: Natasha Katz

Peluquería: Josh Marquette

Maquillaje: Milagros Medina-Cerdeira

Vestuario: Gregg Barnes

Coreografía: Casey Nicholaw

Música: Alan Menken

Letras: Howard Ashman, Tim Rice y Chad Beguelin

Producción: Stage Entertainment

Producción ejecutiva: Anne Quart, Jan Verveer y René Marco

 

 

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