La tercera temporada de Aladdín en el Teatro Coliseum de Madrid continúa en la cartelera teatral con una fuerza deslumbrante. Esta adaptación del clásico de Disney, bajo el sello de Stage Entertainment, ha logrado conjugar con éxito la esencia de la película original de 1992 y la frescura de su versión en acción real de 2019, trayendo a la vida el mágico mundo de Agrabah. No es solo una puesta en escena, sino una experiencia inmersiva que hace que los espectadores se sumerjan en un universo de luces, colores, música y emociones.
Un libreto que equilibra tradición y modernidad
El libreto de Chad Beguelin, adaptado al español por Alejandro de los Santos, es una de las joyas ocultas de esta superproducción. Si bien el relato conserva la fidelidad al clásico, lo cierto es que el trabajo de de los Santos consigue un perfecto equilibrio entre la narrativa tradicional y las exigencias de un público moderno. A través de diálogos ágiles y chispeantes, logra conectar la historia con el espectador actual sin perder la magia que hizo del cuento original una pieza atemporal. La historia, que sigue a Aladdín, un joven ladronzuelo que anhela una vida mejor, y su romance con la princesa Jasmine, está impregnada de valores universales como la búsqueda de la libertad, la amistad sincera y la importancia de la autenticidad por encima de las apariencias. Aplaudible es la forma en que este musical actualiza estos temas para resonar con la audiencia de hoy, sin caer en excesos o desvirtuar el núcleo emocional de la obra.
Este profundo alegato en favor de la autenticidad y las relaciones humanas sobre la riqueza material está muy bien integrado en las letras originales de Howard Ashman, Tim Rice y Chad Beguelin. En la versión española, el trabajo de traducción y adaptación del también cantante y profesor vocal merece una mención especial. Logra mantener el espíritu poético y pegadizo de las canciones, haciendo que las letras resulten tanto accesibles como evocadoras. Estas no solo son agradables al oído, también están cargadas de significado, transportando al espectador a un mundo de fantasía, pero con mensajes profundamente humanos y actuales.
Una partitura para soñar: La magia de Alan Menken
La música es, sin duda, uno de los elementos más destacables del espectáculo. El compositor Alan Menken, responsable de otras icónicas bandas sonoras como “La Sirenita” o “La Bella y la Bestia”, crea aquí un tapiz musical irresistible. A las cinco canciones emblemáticas de la película original, se suman nuevas composiciones que complementan a la perfección la estructura de la historia, enriqueciendo la experiencia sensorial. Uno de los mayores logros de la producción reside en la dirección musical de Xavier Torras, quien orquesta con destreza las complejas melodías de Menken. La orquesta en vivo logra que cada acorde se alinee con precisión a las voces de los actores, envolviendo al público en una atmósfera sonora mágica. “Un mundo ideal”, uno de los temas más esperados por la audiencia, es un ejemplo de cómo el musical consigue transportar emocionalmente a los espectadores. La balada, interpretada mientras los protagonistas flotan sobre una alfombra mágica, es un clímax que deja sin aliento, un verdadero espectáculo tanto visual como auditivo.
Dirección escénica: La perfección en los detalles
La dirección escénica de Casey Nicholaw es una demostración de maestría teatral. Nicholaw consigue encontrar el equilibrio perfecto entre lo grandioso y lo íntimo, haciendo que la narrativa fluya con una precisión rítmica envidiable. Los números de gran escala, como “Príncipe Alí” o “Un amigo tan genial”, están cargados de energía y espectacularidad, mientras que los momentos más personales, como los encuentros románticos entre Aladdín y Jasmine, están cargados de una delicadeza y autenticidad que tocan el corazón del público. El elenco, bajo la dirección escénica de Alejandro de los Santos, muestra una química incuestionable que traspasa las fronteras del escenario, logrando que el público se sienta involucrado en cada número. La coordinación entre los actores y bailarines es impecable, especialmente en las secuencias más complejas, donde el ritmo y la sincronización son clave para mantener la fluidez de la acción.
Interpretaciones memorables: un reparto estelar con una actuación humana en lo artístico y sobresaliente en lo vocal
Uno de los mayores aciertos del equipo de casting ha sido la elección de un elenco joven y dinámico, que aporta frescura y energía a la escena. La capacidad vocal y actoral del reparto es impresionante, y la complejidad técnica de la obra no hace más que resaltar su talento. Destacan las armonías vocales, que en momentos alcanzan el grado de líricas polifonías, y las técnicas de canto, entre las que sobresale el parlato, utilizado de manera precisa y eficaz. Los dúos y los coros se ejecutan con una impecable sincronización, lo que refleja el arduo trabajo de los 140 profesionales que hacen posible esta superproducción.
Si bien Aladdín es el personaje principal de la historia, el Genio, interpretado por el actor y cantante panameño David Comrie, se roba el protagonismo en más de una ocasión. Su interpretación es un auténtico tour de force, llena de carisma y energía. Comrie consigue cautivar al público con su presencia arrolladora, combinando a la perfección humor, emoción y talento vocal. El número «Un amigo tan genial», sin duda el más destacado de la obra, es una verdadera explosión de vitalidad, con coreografías espectaculares y una ejecución vocal que raya en la perfección. Es, sin temor a exagerar, uno de los momentos más memorables del teatro musical reciente.
El papel de Aladdín ha sido interpretado de forma sensacional hasta esta temporada por Bernadí, quien ha sido sustituido por Ferrán Fabá y en esta función por Pablo Badillo. Este actor y bailarín malagueño, muestra la dualidad de un personaje que oscila entre la ingenuidad y el anhelo de superación. Badillo encarna a la perfección esa mezcla de inocencia y determinación que define al protagonista, y lo hace con una sinceridad que traspasa el escenario. En lo vocal, su interpretación es limpia y versátil, dominando los diferentes registros necesarios para los diversos matices emocionales del personaje. Su actuación destaca, además, por la química que logra con el resto del elenco, especialmente en los números conjuntos con sus compañeros Kassim (Josep Gámez), Babkak (Alex Franconetti) y Omar (Alex Parra), cuya presencia reemplaza con acierto al mono Abú de la versión cinematográfica.
El personaje de Jasmine, interpretado por Jana Gómez, es otro de los grandes aciertos de esta producción. Gómez, quien ya ha demostrado su valía en el mundo del teatro musical con títulos como “Anastasia” y “¿Quién mató a Sherlock Holmes?”, deslumbra al público desde su primera aparición en escena. Su voz, poderosa y precisa, aporta un toque de elegancia y sofisticación que eleva aún más la calidad vocal del espectáculo. Además, la actualización de su personaje, más valiente e independiente que en versiones anteriores, rompe con el estereotipo tradicional de la princesa. La actriz barcelonesa proyecta en el escenario a una mujer fuerte, decidida a forjar su propio destino, lo cual añade un toque de modernidad muy bien recibido. La química entre Jasmine y Aladdín es palpable, y sus dúos destacan por la complicidad y ternura que transmiten. El número «Un mundo ideal», ejecutado sobre la icónica alfombra voladora bajo un cielo estrellado, es uno de los momentos más mágicos del espectáculo. La perfecta coordinación de las voces y la belleza visual de la escena hacen que este sea uno de los puntos álgidos de la obra, comparable solo con otros números igualmente memorables como «A millones de quilómetros».
En el rol del antagonista, el visir Jafar, Álvaro Puertas entrega una interpretación convincente y matizada. Su concepción del personaje lo convierte en un villano con el que casi se puede empatizar. Puertas logra imprimirle a Jafar un toque de humanidad que lo hace más cercano, aunque no por ello menos amenazante. El humor sarcástico que aporta su secuaz Iago, interpretado por Ian París, equilibra perfectamente el tono de sus escenas, añadiendo momentos de diversión que alivian la tensión propia de los planes del malvado visir.
Dinámicas, vibrantes y deslumbrantes coreografías, acompañadas de un vestuario detalladamente diseñado y una escenografía imponente, complementada con sorprendentes efectos especiales
Las coreografías de Casey Nicholaw no son meramente decorativas, sino esenciales para la narrativa, dotando a cada escena de energía y ritmo contagiosos. Nicholaw fusiona diversos estilos, desde danzas persas que aportan autenticidad, hasta claqué, salsa y chachachá que añaden dinamismo. Números corales como “Saltar” y “Príncipe Alí” destacan por su alegría desbordante. Los fluidos movimientos, acrobacias y pasos elegantes se sincronizan perfectamente con la música y los efectos visuales, creando cuadros impactantes. El virtuosismo físico del elenco se iguala al talento vocal y actoral, haciendo de cada número una experiencia completa.
El deslumbrante vestuario, diseñado por Gregg Barnes, no solo complementa las coreografías, sino que también es un personaje en sí mismo. Confeccionado con más de dos millones de cristales de Swarovski y telas exóticas provenientes de hasta nueve países, el vestuario no escatima en lujo ni detalle. Cada atuendo, desde los trajes folclóricos hasta los majestuosos vestidos de la corte, está diseñado para captar la esencia del mundo de Agrabah, sumergiendo al espectador en un entorno colorido y exótico. La riqueza de los textiles, los intrincados bordados y la diversidad cromática son un festín visual que refuerza la atmósfera mágica de la obra.
La escenografía de Bob Crowley está a la altura de la ambición de la producción, transportando al público desde el mercado bullicioso de Agrabah hasta los majestuosos palacios y la enigmática Cueva de las Maravillas. Con detallada construcción y un uso ingenioso de poleas y mecanismos, los cambios de escenario son rápidos y fluidos, manteniendo el ritmo de la obra. La iluminación y el diseño sonoro también juegan un papel crucial en la creación de esta atmósfera inmersiva. La iluminación, cuidadosamente calibrada, refuerza el estado de ánimo de cada escena, desde los tonos cálidos y vibrantes del mercado hasta los tonos más fríos y sombríos de la Cueva de las Maravillas. El diseño sonoro, por su parte, está finamente ajustado para envolver al espectador en una experiencia auditiva envolvente, transportándolo directamente al corazón de Agrabah.
Dirección: John Musker y Ron Clements
Adaptación: Alejandro de los Santos
Libreto: Chad Beguelin
Dirección musical: Xavier Torras
Dirección técnica: Mark Henstridge
Reparto: Ferrán Fabá, Pablo Badillo, David Comrie, Jana Gómez, Álvaro Puertas, Josep Gámez, Robert Matchez, Álex Parra, Albert Muntanyola, Ian Paris, Falco Cabo, Alex Franconetti, Kristina Alonso, Antonio Fago, Irene Rubio, Javier Cid, Elena Rueda, Javier Toca, Zoe Buccolini, Esteban Verona, Sheila Paz, Miguel Ángel Belotto, Karla Vicens, Oriol Anglada, Jean Pierre Ozuna, Laia Prats, Daniel Garod, Aroa Gárez, Alberto Escobar, Anna Coll, José Guélez y Jame Douglas Mackie
Escenografía: Bob Crowley
Iluminación: Natasha Katz
Peluquería: Josh Marquette
Maquillaje: Milagros Medina-Cerdeira
Vestuario: Gregg Barnes
Coreografía: Casey Nicholaw
Música: Alan Menken
Letras: Howard Ashman, Tim Rice y Chad Beguelin
Producción: Stage Entertainment
Producción ejecutiva: Anne Quart, Jan Verveer y René Marco