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Año VIIINúmero 383
18 DICIEMBRE 2024

Alan, el musical: La fuerza de la identidad transformada en espectáculo

Una de las escenas del musical
Una de las escenas del musical
“Alan, el musical” es una obra profunda y conmovedora que, a través de la historia de un joven trans, aborda con valentía la lucha por la identidad, el respeto y la aceptación, mientras su reparto, encabezado por una impactante interpretación de Ander Mataró, logra transmitir la complejidad emocional del personaje con una autenticidad que resuena profundamente en el público.

El Teatro Reina Victoria despliega toda su fuerza emotiva y artística invitando a los espectadores a vivir una experiencia teatral única. Con una historia basada en hechos reales y una puesta en escena que conmueve hasta lo más profundo, este espectáculo no solo es un homenaje a la valentía, sino una reflexión necesaria sobre la identidad y el respeto.

“Alan, el musical” cuenta la conmovedora historia de Alan Montoliu, un joven trans de 17 años que enfrenta el rechazo y la transfobia en su entorno escolar y social. A través de su lucha por ser aceptado tal y como es, la obra nos sumerge en su mundo: sus sueños, miedos y las relaciones con su familia y amigos, reflejando con sensibilidad las dificultades y el coraje de quienes desafían los prejuicios.

Con independencia de lo representado en escena, esta producción de WeColorMusic se alza como un ejemplo poderoso de cómo el arte escénico puede convertirse en un espejo de las realidades más crudas y, al mismo tiempo, en un vehículo de transformación social. Es profundamente significativo que se haya creado una obra de estas características: un musical que, lejos de buscar el mero entretenimiento, nos obliga a mirar de frente la transfobia, una realidad que muchas veces permanece silenciada. El teatro, en este caso, se erige como una tribuna para las voces que necesitan ser escuchadas, una plataforma para la empatía y la reflexión. El libreto de Mar Puig y Mateu Peramiquel es un verdadero logro narrativo. Compacto y profundamente honesto, captura con precisión las vivencias de Alan Montoliu, hilando cada escena con una enorme carga de verdad. No hay concesiones ni artificios innecesarios; cada palabra y cada diálogo destilan autenticidad, haciendo imposible para el espectador no conectarse emocionalmente con la historia. Es un texto que transita con maestría entre la denuncia social y la intimidad de una experiencia autobiográfica, exponiendo las capas de complejidad que implica la búsqueda de identidad y aceptación en un entorno hostil.

El potencial de esta historia es inmenso. En un contexto donde el bullying y la transfobia continúan siendo heridas abiertas en nuestra sociedad, “Alan, el musical” no solo emociona, sino que educa y sensibiliza. Su mensaje es universal y su impacto, profundo. Es difícil no derramar lágrimas ante la realidad desgarradora de la obra, pero esas lágrimas no son solo de tristeza, sino también de admiración por la valentía de quienes se atreven a ser ellos mismos contra todo pronóstico. Alan no es solo una historia, es una llamada urgente a cambiar nuestra forma de mirar el mundo y a abrazar la diversidad como un valor esencial.

La dirección escénica, a cargo de Mar Puig y Cisco Cruz, se alinea de manera impecable con el espíritu del libreto, abrazando una narrativa honesta, directa y desprovista de artificios. Con una sensibilidad para evitar cualquier exceso melodramático, la puesta en escena permite que la fuerza de la historia hable por sí sola, entregándonos un relato tan crudo como conmovedor. Uno de los mayores logros de esta dirección multifacética es su capacidad para dar vida a los diversos actores del universo de Alan: su familia, el colegio, y aquellos que representan el rostro más cruel del acoso. Cada escena está cuidadosamente orquestada para reflejar las dinámicas y tensiones entre estos mundos, logrando que el espectador perciba la complejidad de las relaciones humanas desde todas las perspectivas posibles.

Uno de los momentos más impactantes y memorables es el enfrentamiento entre las dos personalidades del protagonista, un recurso narrativo y escénico que encapsula la complejidad de su identidad. Este diálogo interno, convertido en una poderosa escena musical y dramatizada con una intensidad arrolladora, enfrenta a las dos versiones de Alan: una, cargada de dudas, miedo y el peso de las expectativas externas; la otra, decidida, valiente y fiel a su verdadera esencia. Ambas personalidades son esenciales para entender la profundidad del personaje y los estadios de su vida, reflejando las luchas internas que tantas personas enfrentan en su camino hacia la aceptación personal. La confrontación alcanza su punto culminante en el momento en que Alan elige su identidad real, apostando por la verdad de quien es y avanzando con decisión hacia adelante.

La composición musical, las letras y los arreglos, bajo la dirección de Mateu Peramiquel, son una obra de arte en sí mismos, un pilar imprescindible que eleva el espectáculo a una categoría de excepcionalidad. Rezuman belleza y sensibilidad en cada acorde, actuando como un protagonista más de la historia, capaz de transmitir con profundidad aquello que las palabras no pueden alcanzar. La música, interpretada en directo, se despliega como un lenguaje universal, complementa el texto y lo convierte en una extensión emocional del libreto. Peramiquel ha logrado una creación original que combina baladas desgarradoras con piezas llenas de energía que encapsulan la fuerza y el dinamismo de la narrativa. Cada canción está concebida con una precisión emotiva para subrayar las emociones de cada escena, envolviendo al público en un torbellino de sentimientos. En particular, las canciones que dan voz a Alan son una ventana a su interior, un reflejo de su lucha, sus miedos y su valentía. Es aquí donde la música se convierte en el vehículo perfecto para expresar lo inexpresable, dejando patente que hay emociones tan profundas que solo pueden describirse con música.

El reparto de deslumbra por su cohesión y un profundo entendimiento del mensaje de la obra, logrando una interpretación coral que da vida a cada faceta de esta historia con sinceridad y sensibilidad.

Ander Mataró se convierte en el corazón palpitante de la obra, brindando una interpretación que transciende el escenario. Su encarnación de Alan está impregnada de verdad, transmitiendo con desgarradora autenticidad la lucha interna del protagonista, su fragilidad y su fuerza. Su capacidad para conectar con el público, tanto a través de su actuación como de su impresionante voz, hace que cada una de sus escenas sea inolvidable y profundamente conmovedora. Patricia Paisal interpreta a la madre de Alan con una intensidad y sensibilidad que resuenan en cada palabra y gesto. Su personaje, atrapado entre el amor incondicional y la impotencia frente a las adversidades de su hijo, es un reflejo genuino de tantas realidades parentales. Paisal entrega una actuación cargada de matices, logrando que el espectador sienta y comprenda el dolor y la fortaleza que habitan en su personaje.

Vinyet Morral aporta frescura, ternura y energía juvenil a la obra en su papel de Mía, uno de los más complejos de explicar y el más bonito de entender. Su interpretación es vital y genuina, inyectando ligereza en los momentos más obscuros sin perder la profundidad emocional que exige su personaje. La joven actriz equilibra la carga dramática del espectáculo con su carisma natural, dejando una sonrisa duradera en el público. Por último, Rafa Higuera deslumbra con su versatilidad, encarnando una multitud de personajes que representan las diversas caras de la sociedad que rodea a Alan. Desde el tutor de actitud pasiva hasta figuras más empáticas como la de abuelo, Higuera da vida a cada rol con una claridad y un dinamismo excepcionales, dotando a la obra de un mosaico de voces y perspectivas que enriquecen la narrativa.

La escenografía de Albert Ventura, minimalista y simbólica, utiliza una plataforma central acristalada como el cuarto de Alan, un espacio que inicialmente transmite protección y, con el desarrollo de la trama, estalla, reflejando el conflicto interno del protagonista. Cada elemento es preciso y significativo, transformando el espacio en un reflejo de su lucha emocional. Por su parte la iluminación, diseñada por Jordi Berch y Adrià Gómez, acompaña perfectamente la narrativa, variando en intensidad para destacar los momentos emocionales clave. La luz tenue en escenas de vulnerabilidad contrasta con la intensidad de los momentos de conflicto, creando una atmósfera que profundiza en la experiencia emocional de Alan.

Dramaturgia: Mar Puig y Mateu Peramiquel

Texto: Mar Puig

Composición musical, letras y arreglo: Mateu Peramiquel

Dirección escénica: Mar Puig y Cisco Cruz

Dirección musical: Mateu Peramiquel

Reparto: Ander Mataró, Patricia Paisal, Vinyet Morral, Rafa Higuera

Diseño y construcción de escenografía: Albert Ventura

Diseño de iluminación: Jordi Berch y Adrià Gómez

Diseño sonoro: Carles Bernal

Producción musical: Fede Larocca y Mateu Peramiquel

Diseño fotográfico y fotografía: Sergi Panizo

Música en directo: Mateu Peramiquel, Danko Compta y Sergi Torrents

Comunicación y prensa: Paula Calbet (WeColorMusic)

Una producción de WeColorMusic

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