En un contexto teatral donde las producciones buscan cautivar con espectáculos grandilocuentes y efectos especiales deslumbrantes, Avenue Q emerge como un soplo de aire fresco y una bofetada de irreverencia en el mundo del teatro musical. Si desean reír, reflexionar y, en ocasiones, sentirse incómodamente identificados con la cruda realidad que retrata, pueden visitar el Teatro Caixabank Príncipe Pío.
Este espectáculo, ganador de tres premios Tony incluyendo el codiciado premio al Mejor Musical, transporta al espectador a un peculiar vecindario en Lavapiés, donde la vida cotidiana se entrelaza con la fantasía de una manera inesperadamente descarada. La historia sigue a Felipe (Diego Monzón), un recién graduado universitario con grandes sueños y una billetera vacía, quien se instala en la Avenida Q en busca de su propósito en la vida. Allí, se encuentra con una ecléctica comunidad de vecinos, desde la dulce y soñadora Cati Monster (Lucía Ambrossini), el portero prodigio (Alberto Scarlatta), hasta el desvergonzado Treky Monster (Jaime Figueroa), pasando por la seductora Lucía (Mary Capel). A medida que Felipe y sus compañeros enfrentan desafíos y descubren las complejidades de la vida adulta, el público se ve arrastrado a un viaje emocional lleno de risas y momentos de pura revelación.
El libreto y su adaptación sacuden los tabúes con una sátira ingeniosa y despiadada
Con una estética que evoca la inocencia de Plaza Sésamo, pero con un toque de cinismo y sarcasmo, esta propuesta ideada por Robert Lopez y Jeff Marx desafía las convenciones del teatro musical y ofrece una experiencia teatral única que cautiva, sorprende y conmueve en igual medida. El libreto de Jeff Whitty es una obra maestra de la comedia inteligente y la narrativa provocativa. Con una escritura afilada y diálogos que chisporrotean con humor irreverente, este dramaturgo americano crea un universo teatral donde las marionetas cobran vida y conviven con los humanos. A través de personajes memorables y situaciones delirantemente absurdas, cada línea está meticulosamente elaborada para sacar el máximo provecho de cada situación cómica y para profundizar en la psicología de los personajes. El libreto tiene un ritmo impecable, con momentos de humor frenético seguidos de pausas reflexivas que permiten al público digerir las complejidades de los temas tratados. En definitiva, Whitty demuestra un dominio completo del arte de la comedia, manteniendo al espectador constantemente comprometido y entretenido desde el principio hasta el final.
Por muy bueno que sea el texto primigenio, no serviría de nada sin una buena adaptación. Este es el trabajo desempeñado por Tuti Fernández, ejemplo brillante de cómo llevar la esencia de una obra teatral a una audiencia española, manteniendo al mismo tiempo la integridad y el espíritu del libreto original de Jeff Whitty. Con una sensibilidad aguda y un profundo entendimiento del material fuente, el también guionista y músico albacetense logra traducir los elementos clave de la historia y los personajes al contexto español de una manera que se siente auténtica y fresca. La incorporación de detalles locales como pequeños ajustes en el lenguaje y las referencias culturales enriquecen la experiencia teatral y demuestran un cuidado de Fernández y una atención al detalle que elevan la producción.
La temática audaz y provocativa desafía los límites sociales con humor, desnudando verdades incómodas con cada nota y cada risa
Otro de los rasgos distintivos de este espectáculo es la temática abordada, tan subvertida como variada. Desde el racismo hasta el machismo (cuestionando las expectativas sociales asociadas con la masculinidad y la feminidad) y el sexo (presentado de manera franca y directa, explorando la sexualidad, el deseo y las relaciones íntimas en un contexto que es a la vez provocativo y cómico), la obra se sumerge en un océano de cuestiones sociales y personales, desafiando las expectativas del público y cuestionando las normas establecidas. La advertencia previa prepara al espectador, mayor de 16 años, para encontrarse con un contenido que puede resultar incómodo o incluso ofensivo para algunos, pero que está diseñado para promover el cambio social y el espíritu crítico. Este éxito es atribuible, en primera instancia, a Robert Lopez y Jeff Marx, con un talento excepcional para componer melodías pegajosas, con un leitmotiv reconocible y letras agudas que además de entretener, invitan a la reflexión. La también adaptación de Tuti Fernández aporta una nueva dimensión a estas ya brillantes composiciones. Por ejemplo, en la trasposición de canciones como «Todo el mundo es un poco racista» y «El internet es para el porno», Fernández logra mantener el equilibrio delicado entre el humor y la crítica social, asegurando que el mensaje original de Lopez y Marx permanezca intacto mientras se adapta a las sensibilidades y el contexto cultural de España.
La dirección brillante se fusiona con la interacción cautivadora entre actores y marionetas, creando una simbiosis teatral que deslumbra y divierte en cada escena
La dirección de Gabriel Olivares y José Félix Romero es una combinación de brillantez creativa y precisión técnica que eleva esta producción a nuevos niveles de excelencia. Uno de los aspectos más destacados es la capacidad para equilibrar el tono insolente y satírico de la obra con momentos de genuina emoción y reflexión. Olivares y Romero manejan con maestría el ritmo del espectáculo, asegurando que las transiciones entre las escenas cómicas y las más serias sean limpias y naturales. Bajo su batuta la interacción dinámica entre el elenco y sus títeres es fascinante, lo que requiere un nivel extraordinario de talento y coordinación. En esta producción, los personajes son interpretados de manera dual: por el intérprete y el títere. La complejidad de esta actuación radica en que, a menudo, un solo personaje requiere la colaboración de dos miembros del reparto para manejar la marioneta, lo que implica una armonía deliciosa en la manipulación. Esta sincronización demanda precisión y una profunda conexión entre los manipuladores que, gracias a la asesoría de Eduardo Guerrero, actúan al unísono para dar vida a sus personajes de manera convincente y fluida. Los intérpretes no solo manipulan los títeres con destreza, también cantan y bailan, demostrando un despliegue de talento impresionante y asegurando que los títeres se sientan como extensiones vivas de los actores.
Otra se las señas distintivas de esta producción es el diseño realista y los prototipos de las marionetas, obra de los talentosos diseñadores Anna Tusell y Asier Sancho. Cada una está diseñada con un nivel de detalle que refleja las personalidades individuales de los personajes, como las texturas de la piel o los pequeños accesorios que llevan. Este realismo en el diseño permite a los títeres transmitir una gama completa de emociones, como alegría, tristeza, ira o incluso confusión, haciendo que el público se sienta profundamente conectado con ellos. A su vez, Tusell y Sancho han creado prototipos que permiten una manipulación funcional y precisa, lo que es crucial para las complejas coreografías y escenas musicales. Esta atención a la ergonomía y la funcionalidad asegura que los intérpretes puedan realizar sus mejores actuaciones sin las limitaciones que a veces imponen los títeres mal diseñados.
El reparto deslumbra con su talento polifacético e interpretaciones magistrales de personajes inolvidables
Todos los ojos se posan sobre Felipe, un recién graduado universitario lleno de sueños y ambiciones, pero enfrentado a la cruda realidad de la vida adulta con poco dinero y muchas expectativas. Interpretado de forma sobresaliente por Diego Monzón, Felipe encarna la lucha de la generación millennial por encontrar su lugar en el mundo. A su vez, este actor marionetista y músico multidisciplinar, encarna a Dudo, un personaje cuya identidad sexual oculta marcará su papel. En definitiva, Monzón nos regala una actuación completa llena de sensibilidad y coraje. A su lado, Lucía Ambrossini es Cati, una monstruo adorable y trabajadora que aspira a ser maestra de jardín de infancia. Su dulzura y determinación se combinan con una dosis de humor y vulnerabilidad, creando un personaje complejo y entrañable que enfrenta sus propios desafíos amorosos y profesionales. Por tanto, esta actriz, conocida por su papel protagonista en Una rubia muy legal, demuestra su versatilidad y talento vocal con una profundidad emocional que resuena con el público.
Por su parte, Jaime Figueroa, da vida a Nico, compañero de piso de Dudo, un personaje vago y desorganizado, pero lleno de energía y humor. Por si no fuera suficiente, también encarna a Treky Monster, una parodia hilarante de los adictos a la pornografía en internet; con su comportamiento desinhibido y comentarios picantes, aporta un toque de irreverencia a la obra y, este actor y ventrílocuo, logra equilibrar ambas personalidades con maestría. Siguiendo con personajes deslenguados, Mary Capel da vida a Lucía, una cabaretera sensual, sexy, traviesa y algo casquivana. En el lado humano, esta actriz curtida en teatro musical con destacados galardones, se viste de Mihaela, una joven inmigrante rumana en busca una vida mejor. Mantiene una relación con Roque, interpretado por Dani Orgaz, un joven pragmático y sarcástico que ofrece una perspectiva cínica pero realista sobre los altibajos de la vida en Avenue Q. Con su humor seco y su actitud desenfadada, este actor de doblaje, locutor y cantante sirve como un contrapunto a los personajes más idealistas y soñadores, aportando equilibrio y una visión crítica al vecindario. Por último, el Niño Prodigio, interpretado por Alberto Scarlatta, es una antigua estrella infantil venida a menos. Con una combinación de inocencia y sabiduría prematura, este actor, participante en infinidad de musicales, demuestra su poderío vocal e infunde al personaje una profundidad inesperada y una simpatía irresistible.
La simplicidad funcional del diseño escenográfico, diseñado por Anna Tusell, no solo recrea a la perfección un barrio castizo, con detalles como las fachadas de los edificios o los balcones, sino que también proporciona un telón de fondo versátil y dinámico para las aventuras de los personajes. Esta aparente sencillez, con juegos de alturas incorporados, permite una rápida transición entre escenas y facilita la fluidez del espectáculo sin desviar la atención de los personajes y la narrativa. El diseño de iluminación de Ezequiel Nobili complementa perfectamente la escenografía, añadiendo capas de profundidad y dimensión al escenario. Las transiciones de iluminación, desde los cálidos tonos diurnos hasta las sombras nocturnas, ayudan a establecer el tiempo y el estado de ánimo, haciendo que el barrio castizo cobre vida de manera vibrante y envolvente. En definitiva, este enfoque integral y detallado en el diseño asegura que cada elemento del escenario contribuya al éxito global de esta encantadora y provocativa obra.
Música y Letra: Robert Lopez y Jeff Marx
Libreto: Jeff Whitty
Idea Original: Robert Lopez y Jeff Marx
Reparto: Diego Monzón, Lucía Ambrossini, Jaime Figueroa, Mary Capel, Alberto Scarlatta, Dani Orgaz, Paula Soto y Ezequiel Rojo
Producción: MTI SHOWS,Gran Teatro Príncipe Pío
Producción: Cristina Sánchez
Ayudante de Producción: Cristiana Soto
Dirección: Gabriel Olivares y José Félix Romero
Diseño escenografía y Atrezzo: Anna Tusell
Diseño de Vestuario: Eduardo de la Fuente
Diseño de Marionetas: Anna Tusell y Asier Sancho
Dirección Musical y Adaptación: Tuti Fernández
Diseño iluminación: Ezequiel Nobili
Asesor de Manipulación: Eduardo Guerrero
Agradecimientos: Alejandra Prierto, Bianca Kovacs
Cuidado Marionetas: Sergio Hervás
Dirección Técnica: Carolina Mesa
Marketing: Celia del Barrio
Comunicación: Fernando Pizarro