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Bacanal, Circo de los Horrores: La orgía teatral, musical y festiva de la temporada

Imagen de la puesta en escena

Imagen de la puesta en escena

Tras el  éxito de los espectáculos ‘El Origen’, ‘Manicomio’, ‘Cabaret Maldito’ y ‘Apocalipsis’, con más de 3.500.000 de espectadores, regresa una quinta entrega aún más hedonista, salvaje, irreverente y divertida. El Circo de los Horrores es ya una marca en sí misma y me atrevería a afirmar que prácticamente una patente teatral que goza del respeto de la crítica y, lo que es más importante, del apoyo del público. Conviene recordar que el objetivo primigenio de esta saga de espectáculos, bajo el ala del talento y la profesionalidad de Manuel y Rafael González Villanueva (fundadores de Productores de Sonrisas), está según su creador, en “que el público joven recuperara el interés que había tenido de niño por el circo” con propuestas originales, diferentes e innovadores. Una vez más, vuelve a cumplir con matrícula de honor este cometido; aunque, si me permiten una broma, quizá no sea el mejor espectáculo para que acuda ningún menor; de hecho, es solo para mayores de 18 años, o jóvenes a partir de 16 años acompañados de un adulto responsable.

Bacanal nace de una leyenda donde se afirma que Lucifer, maestro de ceremonias, ofrece a los humanos una noche de excesos, lujuria y placer a cambio de su alma. Sobre estos satánicos mimbres ambientados en el inframundo, nace esta construcción teatral única en la basta cartelera teatral. Los invitados a la cena del Ángel caído podrán dar rienda suelta a los placeres más carnales y satisfacer sus deseos más primarios sin moverse de su sitio. Esto traducido al lenguaje artístico significa que podrán ver una muestra de un cabaret salvaje cargado de excesos y erotismo con pocas reglas y con el cuerpo humano como protagonista. En definitiva, el mejor cóctel de teatro, circo, danza y música.

El artífice de este festín es el gran Suso Silva, un maestro de la comedia mímica con enorme formación, que ha dedicado toda su vida a hacer algo muy complejo, conseguir la risa y la sonrisa del espectador. Como nos tiene acostumbrados, vuelve a demostrar con su dirección que es posible fusionar la escuela clásica de circo con técnicas de teatro y cabaret y crear una puesta en escena provocativa, tenebrosa, explosiva y arrolladora. Una vez visionado todo parece sencillo, hilado y hasta improvisado, pero coordinar dos horas de espectáculo con múltiples tiempos, artes y disciplinas es un trabajo arduo y no visible y, por ello, digno de encomio.

Otro sello de identidad de Silva, galardonado con el Premio Nacional de Circo 2003 otorgado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, es su exposición en esta saga de espectáculos que dirige, siendo el mejor maestro de ceremonias posible. En esta ocasión, vestido de Lucifer, vuelve a demostrar su talento innato y dotes para la improvisación que le permiten interactuar con los presentes en innumerables ocasiones para conocer los gustos sexuales de los protagonistas, invitarles a participar y hasta oficiar una boda satánica. Junto a él, le acompañan otros personajes como Nébula Espinal, la caprichosa y sensual hija de Satanás, la voluptuosa Mamá Loba, matriarca del templo del pecado, Puerkus, cerdo vegano y maestro pianista, y Lechoncito, un enano escriba de Lucifer cuyo tamaño es indirectamente proporcional a su mente salida. Todos ellos arropados por dionisiacos asistentes como cuerpo de baile. En este punto cabe mencionar el inmenso y sensacional trabajo de maquillaje y peluquería de Rebeca Rueda que hace que nos adentremos aún más en el averno. Si se consideran personas disfrutonas, extrovertidas y sin ápice de vergüenza, les recomiendo que seleccionen las primeras localidades, donde podrán comer y beber, porque serán parte activa del show. Los más recatados, mojigatos u ofendiditos, tribu cada vez más invasora, pueden optar por las gradas más alejadas o directamente, no acudir a este evento.

En este tipo de espectáculos siempre surge el debate sobre dónde están los límites del humor, sumado en esta ocasión, a temas todavía tabúes como el sexo. El contexto, desde mi humilde opinión, determina esa barrera entre el buen y mal gusto; y ese contexto es pactado de forma tácita con los asistentes, que en ningún momento mostraron ningún síntoma de desapruebo, más allá de alguna cara avergonzada o sorprendida por lo representado en escena. Relacionado con esta reflexión, siembre que se habla de filias sexuales cabe la posibilidad de caer en lo chabacano u ordinario donde, de nuevo, la barrera es muy fina. Bacanal se queda justo en ese límite y, desde mi óptica, no llega a adentrarse en lo grosero.

En Bacanal no solo hay hueco para la lujuria y el erotismo, también hay espacio para otros de los protagonistas de la noche: artistas circenses de reconocido prestigio en numerosas disciplinas. Destacaría los sensacionales números de juegos icarios, acrobacias aéreas masculinas y femeninas de alto nivel y peligrosidad, contorsionismos que pone a prueba la elasticidad del cuerpo humano, la elegancia y sensualidad del Pole Dance (baile en barra), el alambre flojo que dejará sin respiración a los presentes y como plato final un sensacional número que no desvelaré, donde queda demostrado que la superación del ser humano no tiene límites y de donde podemos extraer un canto a la vida. 

Este descenso al averno está sensacionalmente ambientado por una construcción escenográfica versátil y funcional a varias alturas, con una mesa central de operaciones, que permite la entrada y salida de los artistas y un lugar propicio para el vicio y el fornicio. La iluminación es perfecta y terrorífica con juegos de luces sensacionales diseñados por uno de los maestros en este campo, Juanjo Llorens. También cabe mencionar la producción musical de José Luís Chicote, con voces en directo y baile en cada uno de los momentos de este espectáculo sin precedentes.

Este show irreverente, sensual, provocativo y divertido, envuelto en un cabaret salvaje cargado de excesos y erotismo con diabólicos personajes y espectaculares números circenses, nos invita a participar en la Bacanal.

 

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