‘Poco dura la alegría en casa del pobre’, un refrán que se suele utilizar para referirse a la brevedad de algunas cosas. En este caso, a la única función que la compañía de la bailarina y coreógrafa Blanca Li ha llevado a la 70ª edición del Festival de Mérida. Una única noche en la que el público emeritense pudo disfrutar de la genialidad de la coreógrafa que le puso plasticidad a la trágica historia de amor entre Dido y Eneas.
Li ha tomado la música, el libreto y partitura del genio barroco Henry Purcell, sobre un libreto de Nahum Tate. Está basada en una historia de amor extraída del libro IV de la Eneida de Virgilio, sobre la legendaria reina de Cartago, Dido, y el caudillo troyano Eneas. Cuando Eneas y su tropa naufragan en Cartago, él y la reina se enamoran. Pero, por envidia a Dido, los dioses se confabulan y le hacen creer al héroe que debe partir y que su destino es refundar Troya. Dido se lamenta amargamente ya que no puede vivir sin su amor; sin embargo, cuando Eneas decide quedarse, ella le rechaza y se deja morir.
En el acto I todo transcurre en el Palacio de Dido. Allí, Eneas, que viene huyendo de la caída de Troya, finalmente encuentra refugio en la ciudad de Cartago. Dido no se atreve a declararle a Eneas el amor que por él siente pese a que su hermana Belinda, acompañada por un séquito de damas, logra convencerla de que el príncipe también la ama. Aparece por fin Eneas en el palacio y todos celebran la futura felicidad de la pareja.
En el Acto II La acción se desarrolla en una cueva en la que una hechicera quiere destruir a Dido, y para ello involucra a sus brujas en el plan. Ella misma (la hechicera), disfrazada de Mercurio, mensajero de los dioses, recordará a Eneas la orden de Júpiter de regresar a Italia para fundar un nuevo reino. Entre tanto, se desata una tormenta.
Tras la tormenta, un claro en el bosque, en donde Dido, Eneas y su séquito descansan tras la persecución. Las brujas se lanzan sobre ellos y dispersan a los cazadores que se encuentran cercanos. Eneas se queda solo. El falso Mercurio se enfrenta a él y le advierte que siga las órdenes de Júpiter. Eneas finalmente, se rinde, aunque lleno de dudas.
En el Acto III la primera acción se produce en el muelle donde la hechicera y las brujas observan con alegría todos los preparativos de la marcha de Eneas, y traman causar más desgracias: es necesario que Dido muera, que arda Cartago y que los troyanos se hundan en el mar. En la segunda acción, en el Palacio de Dido, la soberana de Cartago se lamenta de su amargo destino, pero aparece Eneas y le explica que decide quedarse en Cartago y no seguir las órdenes de Júpiter, sin embargo, ella, lo rechaza y se suicida.
A toda esta historia Blanca Li le ha puesto movimiento, plasticidad y una elegancia a la que habitualmente nos tiene acostumbrados la coreógrafa. Un grupo de diez bailarines franceses han materializado la idea de Li y la llevan a escena con un lenguaje claramente contemporáneo. Todas las escenas están bañadas por el diseño luminotécnico Pascal Laajili que ha sabido potenciar en todo momento la belleza y sutil movimiento con unos cuadro lumínicos francamente bellos. Además, un espacio escénico como el Teatro Romano de Mérida ha servido de fondo para agrandar, aún más, mediante la luz y las composiciones corporales, el destino de los dos protagonistas.
Las voces y la danza se entrelazan constantemente, y los bailarines se funden con naturalidad y gracia, actuando a veces como sombras de las voces, encarnando los sentimientos de los personajes, que poseen así varios cuerpos, cada uno expresándose a su manera. Blanca Li se ha permitido abordar el simbolismo y el poder de las emociones.
En cuanto a los bailarines de la compañía, Martina Consoli, Alizée Duvernois, Coline Fayolle, Meggie Isabet, Maeva Lassere, Julien Marie-Anne, Quentin Picot, Gaël Rougegrez, Gaétan Vermeulen y Victor Virnot, mostraron su maestría y completo dominio del cuerpo, dando plasticidad y belleza poética al movimiento, ‘remando’ a favor de la historia de Dido y Eneas que nunca pudo tener mejores embajadores que estos diez bailarines y la brillante idea de Blanca Li.
En cuanto a la escenografía el agua juega un papel fundamental. El líquido en escena les permite a los diez bailarines jugar con sus efectos, el sonido de su caída contra el suelo, lo espectacular que es visualmente en el recorrido que hacen los bailarines con sus movimientos. Les permite, además, poder deslizarse sobre el escenario impulsados y deslizados de un extremo a otro. Este aspecto es importante teniendo en cuenta las dimensiones del espacio escénico de Mérida.
Por último, destacar la música y voces grabadas en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, e interpretadas por Les Arts Florissants.
El público de Mérida, casi siempre muy generoso con los espectáculos del festival, dedicó una gran ovación a la compañía que tuvo que saludar en varias ocasiones acompañada por el alma mater del espectáculo, una emocionada Blanca Li.