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Cállate corazón: Un homenaje a la zarzuela con humor, emoción e innovación

Imagen promocional de la obra 'Callate corazón'

Imagen promocional de la obra 'Callate corazón'

El Teatro Pavón se viste de gala para acoger este estreno audaz y vibrante, inscrito en la rica tradición zarzuelera madrileña, pero lo hace con un enfoque que rompe moldes y refresca el género para las audiencias contemporáneas. Este espectáculo, concebido como un tributo al género chico, se despliega ante el espectador con un aire de familiaridad y novedad, combinando lo clásico con lo inesperado.

El concepto «jukebox» que articula la obra es una de sus mayores fortalezas, permitiendo a los espectadores disfrutar de una antología de la zarzuela y revivir no solo sus grandes éxitos, sino aquellas pequeñas joyas que, en manos menos hábiles, podrían haberse perdido en el olvido. Podemos destacar algunas como “El Barberillo de Lavapiés”, “El Barberillo de Sevilla”, “La Chulapona”, “La del Manojo de Rosas”, “El dúo de la africana”, “La Revoltosa” o “La Gran Vía”.

El hilo conductor, deliberadamente abierto y poético, nos sumerge en el camerino de Josefina, una diva de la zarzuela. Paloma, una enigmática mujer consigue colarse y está a punto de emprender un viaje. A ese lugar van llegando personajes de su pasado. Recuerda el momento en el que pensó que podría convertirse en una estrella: el adiós a una vida establecida, el descubrimiento de la ciudad y el amor. Esos encuentros le invitan a traer al presente sucesos de su historia, pero también abren la puerta a un futuro, al encuentro con las personas queridas que la esperan en el retorno a casa.

La dirección escénica de Susana Gómez se destaca por su inteligencia y ritmo impecable. La obra, que podría haberse arriesgado a caer en lo episódico dada su naturaleza antológica, se mantiene cohesionada gracias a su dirección firme y a una dramaturgia que equilibra con acierto el humor, la nostalgia y el homenaje a un pasado todavía palpitante en el presente. Al situar la vuelta a las raíces y el paso del tiempo como el eje vertebrador de la obra, Gómez nos transporta a un tiempo en el que la zarzuela reinaba como una de las expresiones más puras y vibrantes de la cultura popular española. Sin embargo, su enfoque no se limita a la mera recreación nostálgica; utiliza la zarzuela como un vehículo para explorar cómo las tradiciones artísticas se perpetúan y se reinventan con cada generación. La música, cuidadosamente seleccionada, no es solo un elemento nostálgico, sino un puente que conecta a los personajes y a las generaciones. Cada número musical actúa como un lazo que une pasado y presente, mostrando el poder perdurable del arte.           

Por su parte, la dirección musical de Miguel Huertas es otro de los grandes aciertos de “Cállate Corazón”. Con una orquesta que suena precisa y emotiva, el músico de Tomelloso no solo sostiene la acción dramática; la eleva, permitiendo que cada número musical resuene con la fuerza necesaria para dejar una marca en el patio de butacas. Dicho de otro modo, bajo su batuta, la música fluye con naturalidad, marcando el ritmo de la obra y guiando al público a través de los distintos estados emocionales de los personajes. Los momentos más intensos se ven realzados por una interpretación instrumental que potencia la emotividad sin caer en lo exagerado, mientras que los pasajes más ligeros se llenan de vida gracias a la agilidad, virtuosismo y precisión de Cecilia Serra, clarinete, Iván Mellén, piano e Irene Celestino, violonchelo.

La protagonista central es interpretada con maestría en el pase matinal del domingo por María Rodríguez. Su presencia en el escenario es simplemente magnética; desde su primera aparición, captura la atención del público, regalándonos momentos de pura emoción y destreza vocal, particularmente en sus interpretaciones de “No se puede dar un paso por las calles de Madrí…” y el zapateado “La tarántula”. El resto del reparto no es menos impresionante. Rebeca Cardiel, en el papel de la soñadora Paloma, ofrece una actuación digna de aplauso, dotando de vida a números tan emblemáticos como el tango de la Menegilda de «La Gran Vía» y la copla «Yo soy esa». Esta soprano lírica se imbuye de su rol en los primeros instantes con recelo, prudencia y gran sensibilidad; pero con el paso de las escenas nos regala una voz ágil y expresiva que resuena con fuerza. Entre sus respectivos personajes vemos un hilo conductor en la temática por los celos y el temor al inevitable paso del tiempo, encapsulados en el miedo a ser reemplazados. Josefina enfrenta la angustia de la posible retirada y la amenaza de ser sustituida por nuevas voces jóvenes y ambiciosas.

Por su parte, los cantantes masculinos dominan la escena manejando con maestría una diversidad de registros que oscilan entre lo cómico y lo dramático. Polo Falcón, en su papel de Max, destaca por su habilidad para manejar el humor con gran sutileza, ofreciendo una actuación llena de picardía y detalles cómicos que provocan sonoras carcajadas en el público. Su talento para el canto cómico se despliega con brillantez, particularmente en el dúo “Cara mia figlia…”, donde su química con Andrés Lara es palpable. Este último, por su parte, aporta un contrapeso perfecto con su voz de bello esmalte y una técnica vocal impecable que dota a sus interpretaciones de una profunda expresividad. Juntos, logran momentos desopilantes que recuerdan la ligereza de las mejores operetas, pero siempre con una sofisticación que eleva el material. Por último, el barítono Enrique Sánchez-Ramos, en su papel de Julián, añade una capa adicional de profundidad al combinar un estilo vocal robusto con una presencia escénica imponente. Sánchez-Ramos no solo es capaz de provocar risas con su abanico de recursos histriónicos, sino que también sabe tocar las fibras más sensibles del espectador en los momentos dramáticos.

El diseño escenográfico de Ricardo Sánchez Cuerda destaca por su versatilidad, permitiendo interacciones con los elementos en escenas, como botellas y accesorios, y fluidas entradas y salidas de los personajes sin desviar la atención de la acción principal. El diseño de iluminación de Rodrigo Ortega, con su preferencia por la luz cenital, aporta una atmósfera íntima y envolvente, subrayando los momentos de mayor intensidad emocional. Por último, el vestuario diseñado por Gabriela Salaverri y Mónica Teijeiro capta a la perfección la esencia del género, combinando elementos tradicionales con toques contemporáneos que refuerzan el carácter de cada personaje y contribuyen a la riqueza visual del espectáculo.

Dirección de escena y dramaturgia: Susana Gómez

Dirección musical: Miguel Huertas

Reparto: Milagros Martín/María Rodríguez, Ángel Walter/Polo Falcón, Álvaro Lara/Paco Sánchez/Ricardo Calderón, Ruth González/Rebeca Cardiel y Enrique Sánchez/John Heath

Músicos: Cecilia Serra, Iván Mellén, Irene Celestino

Diseño de escenografía: Ricardo Sánchez Cuerda

Diseño de iluminación: Rodrigo Ortega

Diseño de vestuario: Gabriela Salaverri y Mónica Teijeiro

Jefe de prensa: Carlos Rivero

Ayte. dirección: Juanfran García

Jefe producción: Hugo López

Dirección de producción: Eva Paniagua

Producción: Come y Calla

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