José Luis de Castro Zahera, más conocido como Luis Zahera, nos presenta en “Chungo”, una obra en la que lo trágico y lo cómico se entrelazan para ofrecernos una singladura de risas, anécdotas y una dosis considerable de ironía. Con un estilo cercano, directo y sin concesiones, invita al público a recorrer su vida profesional y personal, adentrándonos en los entresijos de su carrera y en las experiencias que lo han marcado como ser humano y como artista. Este espectáculo se convierte en una especie de catarsis compartida, donde las historias e «histerias» del actor gallego nos hacen comprender mejor su relación con los papeles que lo han llevado al estrellato, especialmente esos personajes obscuros y complejos que parecen estar siempre a la vuelta de la esquina en su carrera.
A diferencia de muchos monologuistas, quienes disfrutan siendo interrumpidos por ovaciones o buscando el aplauso fácil, Luis Zahera mantiene una actitud acorde a ese perfil serio y concentrado que lo caracteriza en sus papeles de ficción. El compostelano no es precisamente amante de que le doren la píldora ni de ser interrumpido con aplausos espontáneos o comentarios banales que le hagan perder el hilo. Prefiere llevar al público por el cauce de su narrativa sin distracciones, haciendo de cada historia un viaje continuo. Quienes acudan a verlo, pronto entenderán por qué. Entrando en materia, desde el primer minuto, Zahera logra cautivar con su naturalidad. Domina el arte de contar historias (o storytelling como lo llaman los gurús), y lo hace con una autenticidad que trasciende la escena. En “Chungo”, la comedia nace de lo cotidiano, de las pequeñas tragedias de la vida que Zahera ha aprendido a observar con un ojo astuto, cargado de humor. Uno de los puntos más entrañables de su monólogo es cuando repasa su infancia en Santiago de Compostela, donde el Camino de Santiago, las peculiaridades de la ciudad y su educación en un colegio religioso parecen influir directamente en su personalidad y forma de entender el mundo.
En un plano más personal, nos introduce en el seno de su familia, donde destaca el ser el menor de cuatro hermanas y, sobre todo, la figura materna, que se convierte en un pilar fundamental de su relato. Este monólogo podría ser descrito como un homenaje a su madre, pero no en la forma habitual de los panegíricos ensalzados. Aquí, Zahera construye un retrato preciso, detallado y minucioso de su madre, revelando sus virtudes, defectos y, de forma más específica, su influencia en la manera en que él afronta la vida, la muerte y, por supuesto, su carrera. Lo fascinante es cómo el actor logra equilibrar el humor con la sinceridad emocional, con imitaciones incluidas, llevándonos del chiste mordaz a la reflexión profunda sin perder el ritmo. Por supuesto, también hay espacio para su padre, con quien comparte momentos de extraña complicidad a través de la narración, mostrando cómo el respeto y la admiración hacia sus progenitores son el corazón de este espectáculo.
«Acabé por hacer de chungo porque me pasaban cosas chungas», pueda ser la frase que quizás mejor resuma el eje del espectáculo. Lo que puede parecer un guiño humorístico a los personajes sombríos interpretados a lo largo de su carrera es, en realidad, una declaración de intenciones. El también ganador de un Goya en 2019 y en 2023 por su interpretación en “El reino” y “As bestas”, respectivamente, explora cómo los aspectos más difíciles de su vida personal, esas «cosas chungas», han moldeado su carrera profesional. Desde los papeles en televisión como en “Mareas Vivas”, “Vivir sin permiso” o “Entrevías”, hasta su salto internacional con “Celda 211” o su colaboración con pesos pesados como Luis Tosar y José Coronado, el actor reflexiona sobre cómo su experiencia vital le ha permitido construir interpretaciones memorables de personajes marcados por la violencia, la obscuridad o el conflicto interno. Este vínculo entre lo personal y lo profesional se manifiesta como uno de los puntos fuertes de “Chungo”, ofreciendo al público una ventana no solo a la carrera de Zahera, sino también a su interior. Es fascinante ver cómo el actor transforma momentos peculiares de su vida en comedia, dejando entrever que, detrás de cada chiste, hay una realidad compleja y profunda.
“Chungo” es, sin duda, una propuesta personal e íntima que destaca por su originalidad en un panorama donde los monólogos tienden a girar en torno a temas recurrentes como las relaciones sexuales, la edad o las aplicaciones para ligar. Zahera se aleja de esas modas y demuestra que es posible hacer humor sobre otros aspectos de la vida, algunos de ellos profundamente personales, con una combinación única de gracia, elegancia y profundidad. Su capacidad para sacar carcajadas de vivencias familiares o anécdotas cotidianas es una muestra clara de que el humor no necesita ser superficial para conectar con la audiencia de manera auténtica. Estamos, por tanto, ante una obra que nos permite conocer a un Luis Zahera en estado puro: honesto, cómico y profundamente humano. A lo largo de su carrera, ha sabido ganarse al público con su capacidad para interpretar personajes obscuros, pero en este monólogo demuestra que detrás de esa imagen hay un hombre con un sentido del humor afilado, con una historia personal rica y, por encima de todo, con una gran capacidad para reírse de las partes más duras de su propia vida.