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Clímax: El éxtasis teatral de las relaciones humanas

Imagen promocional de la obra "Clímax"

Imagen promocional de la obra "Clímax"

Todos buscamos comprender y ser comprendidos, amar y ser amados. En esta incansable búsqueda a menudo nos encontramos perdidos, incapaces de disfrutar los pequeños momentos que componen nuestras vidas, atrapados entre recuerdos pasados y deseos futuros. Es precisamente de estos instantes efímeros, de historias entrelazadas y de sueños inalcanzables de lo que nos habla Clímax, una comedia cautivadora que, tras doce exitosas temporadas en el Teatro Alfil, ha encontrado un nuevo hogar en los Teatros Luchana.

Esta producción de Laindalo Creaciones nos sumerge en un caleidoscopio de emociones humanas a través de una serie de escenas y monólogos interconectados. En medio del caos, dos chicas desean ser madres, enfrentando los desafíos y las dudas que esto conlleva. Ru no puede apartar la mirada del «atractivo» de su mejor amigo, mientras que Marilis, que acaba de cumplir 40 años, enfrenta esta nueva década con gran dificultad. Marta y Juan se encuentran en una consulta de rayos X. Ella se muestra algo desequilibrada, aunque él tampoco está pasando por su mejor momento.  Y en un giro inesperado, Lola recibe un masaje con un final ¿feliz?

Alejandro Melero, profesor de Guion y Narrativa Audiovisual de la Universidad Carlos III de Madrid, nos presenta un trabajo tanto solvente como entretenido. El libreto se asemeja a un puzle, invitando al público a descubrir cómo encaja cada pieza narrativa en la estructura general. La obra está conformada por una serie de sketches que, aunque no muestran una relación evidente entre sí, están unidos por un hilo conductor basado en los sentimientos. Cada protagonista busca desesperadamente «un poco de cariño», como admite uno de ellos en un momento revelador. Estamos, por tanto, ante un viaje profundo y conmovedor a través de las personas que van apareciendo en nuestras vidas. Melero aborda estas temáticas con ingenio y sensibilidad, explorando las diversas formas en que las relaciones pueden ser complicadas y gratificantes. A través del humor, Clímax no solo entretiene, sino que también ofrece una perspectiva sanadora y reflexiva. La proyección de la obra es optimista y empática, invitando al público a reflexionar sobre la importancia de los pequeños momentos de felicidad y conexión, así como a cultivar la empatía y la comprensión hacia los demás. Este creo que ha sido uno de los ingredientes secretos para haber permanecido tanto tiempo en cartelera.

La estructuración fragmentada es inusual, pero eficaz; sin embargo, podría haberse beneficiado de una mayor interconexión entre algunas escenas para lograr un final más concluyente. En términos de gramática textual, Melero, conocido por obras como Nuestro Hermano, Dímelo al oído y Éxtasis, demuestra una maestría académica. Su habilidad para proponer comparaciones ingeniosas y crear diálogos cargados de emoción en un marco conversacional aparentemente intrascendentes es notable. Dicho de forma más clara, tiene un oído excelente para la conversación natural, logrando que los intercambios entre los personajes fluyan con facilidad y verosimilitud. Esto no solo los enriquece, haciéndolos más reales y cercanos, también propicia que la trama avance de manera orgánica. No obstante, algunos diálogos resultan algo extensos, rompiendo, en ocasiones, el ritmo ágil de la representación.

La dirección de Paco Rodríguez e Isidro Romero, con una amplia experiencia previa y una sólida colaboración con el autor de la obra, se destaca por la habilidad para trasladar con fidelidad el espíritu del libreto a la escena. Su trabajo resalta especialmente en el manejo del ritmo de la historia y en el cuidado meticuloso en la construcción de los personajes, su profundidad y actualidad, logrando mantener la atención del público en todo momento. Rodríguez (Tú a Boston y yo… y Chas) y Romero (Una vida perfecta y Dímelo al oído), también utilizan su dirección para abogar por la representación auténtica del desnudo humano y la diversidad sexual, desafiando las reticencias aún presentes en contraposición, por ejemplo, con el género cinematográfico. Este elemento es, a mi juicio, otra de las razones que explican la longevidad de esta obra.

El elenco realiza un trabajo excepcional al interpretar diversos roles con solvencia, escenificando con maestría una amplia gama de emociones y conflictos. Cada actor potencia de manera notable las características y dilemas de sus respectivos personajes, contribuyendo al impacto emocional de la obra. Además, sus protagonistas alcanzan de algún modo el título de la representación. El polifacético David Carrillo es un torbellino escénico y refleja a la perfección el carácter alocado y desvergonzado de sus personajes. Dado su trabajo como actor de doblaje es capaz de modular la voz acrecentando la risa de los presentes, como el papel de masajista y consultor amoroso. David Trabucchelli, con estudios en Arte Dramático, deja ver su portentoso físico al pasar más tiempo sin ropa que con ella. Bromas aparte, el también modelo nos regala escenas muy divertidas y cariñosas a la vez. Por su parte, otro David pero apellidado Novas, también hace gala de su cuerpo apolíneo con dos papales de cariz más templado donde borda la cara de estupefacción con una expresividad facial y corporal desbordantes. En el lado femenino, María Ordóñez da vida a dos mujeres muy inseguras, aunque por diferentes motivos. Esta actriz de series televisas se muestra decidida y contundente en todos ellos. Por su parte, María Asensio interpreta papeles desiguales. Como madre primeriza aporta alegría, seguridad y templanza y como asistente al centro de masajes una contención y frialdad sensacionalmente cómicas. ¡Larga vida a Clímax!

Dramaturgo: Alejandro Melero

Dirección: Paco Rodríguez e Isidro Romero

Reparto: María Asensio, David Carrillo, María González, David Novas, María Ordóñez, Estefanía Rocamora, David Trabucchelli

Fotos: Jesús Romero

Producción: Laindalo Creaciones

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