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Año VIIINúmero 381
05 DICIEMBRE 2024

Come From Away: Un canto a la humanidad, solidaridad y empatía

Imagen de una escena del musical
Imagen de una escena del musical
“Come From Away” vas más allá de un musical; es un viaje emocional que nos recuerda la importancia de la solidaridad, la empatía y el poder transformador de la humanidad. Con un libreto ágil y conmovedor, una dirección impecable y un elenco que deslumbra por su versatilidad, esta obra ofrece una experiencia teatral profundamente humana y se alza, en tiempos de gran polarización, como un canto a la unidad y a la capacidad de conectar con el otro, dejando una huella imborrable en cada espectador.

Pocas veces un musical logra conmover y despertar en el espectador una auténtica esperanza en la bondad humana. “Come From Away”, tras su arrollador éxito en Broadway y en escenarios de todo el mundo, finalmente aterriza en el Teatro Marquina de Madrid, donde invita al público español a subirse a un viaje profundamente emocional. Esta obra, galardonada con numerosos premios internacionales y con el respaldo de la crítica y público, llega con la promesa de una experiencia única: una historia verídica de solidaridad que resuena aún más en los tiempos convulsos presentes.

La premisa es en sí misma conmovedora: el 11 de septiembre de 2001, en medio del caos mundial desatado por los atentados en Nueva York, 38 aviones fueron desviados a Gander, un pequeño pueblo en la remota isla de Newfoundland, Canadá. De un momento a otro, la población de este lugar se duplicó, acogiendo a más de siete mil pasajeros afectados. Lo que podría haber sido una situación de tensión y desesperación, se convirtió en una demostración asombrosa de humanidad. “Come From Away” narra, con música y emoción a flor de piel, cómo los habitantes de Gander abrieron sus hogares y corazones a personas de todas partes del mundo, restaurando su fe en la humanidad.

El libreto, escrito a dos manos por Irene Sankoff y David Hein, es, sin duda, una de las piezas más dinámicas y ágiles actualmente en cartelera. En un panorama teatral a menudo plagado por el espectáculo visual, esta obra brilla por su humanidad, despojándose de artificios innecesarios para centrarse en los valores más profundos que nos definen como sociedad. Es un canto a la solidaridad, a la empatía y al sincretismo cultural y religioso, temas que fluyen de manera orgánica tanto en los diálogos hablados como en los números musicales. Es importante destacar que el libreto no solo narra los eventos ocurridos tras los atentados del 11 de septiembre, también se convierte en una reflexión sobre la capacidad humana para superar las divisiones, tanto físicas como ideológicas.

Otro de los grandes logros del libreto es la forma en que las canciones y los diálogos se integran a la perfección; no hay disrupciones ni momentos forzados. Cada transición entre la palabra hablada y la cantada es natural y necesaria, como si una no pudiera existir sin la otra. Las canciones, lejos de ser simples interludios, funcionan como una extensión emocional de los personajes. A través de ellas, se profundiza en los sentimientos que el texto no puede capturar del todo. Ya sea el miedo, la incertidumbre, la alegría o la esperanza, la música sirve para dar voz a lo que los personajes sienten en lo más hondo.

En el apartado musical, Santiago Rosso, como director, logra crear una atmósfera sonora desde el primer acorde. Los instrumentos, muchos de ellos vinculados a la tradición celta, suenan de manera increíble, añadiendo una textura auténtica y envolvente que transporta a la audiencia directamente a Newfoundland. Una de las grandes sorpresas para el espectador llega al final del espectáculo, cuando los actores ya han dejado el escenario. En ese momento, los músicos, hasta entonces en un segundo plano, se adueñan de la escena y regalan al público un número final deslumbrante. También cabe destacar el impecable trabajo de Sebastián Mazzoni, como director vocal, capaz de lograr que cada actor, incluso quienes deben alternar entre varios personajes, transmita la esencia emocional de cada momento a través de sus interpretaciones vocales.

La dirección, en manos de Carla Calabrese, es uno de los aspectos más destacados de este musical. La también productora, adaptadora y actriz consigue un equilibrio perfecto entre la energía y el intimismo, llevando al escenario una historia tan sencilla como poderosa, sin perder nunca de vista la esencia profundamente humana de la obra. Bajo su batuta, el montaje fluye con una agilidad sorprendente, donde cada escena y transición están cargadas de significado y emoción. Uno de los grandes aciertos de su dirección es la economía de recursos escénicos. Calabrese, gracias al detallado trabajo de Tadeo Jones, opta por una puesta en escena minimalista, confiando plenamente en la fuerza del libreto y en las interpretaciones del elenco. Con tan solo unos pocos elementos, como sillas, mesas y una plataforma giratoria sobre el escenario, es capaz de trasladarnos desde el bullicio de un aeropuerto a la intimidad de un pequeño pueblo canadiense, todo a través del movimiento coreografiado de Agustín Pérez Costa y las transiciones fluidas de los actores. Este enfoque permite sumergir al espectador por completo en la narrativa, sin distracciones visuales que puedan desviar la atención de lo más importante: la historia y sus personajes.

Otro aspecto destacable es la manera en que Calabrese maneja el ritmo de la obra. En una historia donde la acción ocurre en un periodo de tiempo limitado y en un espacio reducido, la dirección consigue mantener un ritmo ágil y constante sin que la narrativa se sienta apresurada o superficial. Cada momento está cuidado al detalle, permitiendo que el espectador respire junto a los personajes, sintiendo tanto la tensión como los momentos de alivio con una naturalidad impresionante. Además, Calabrese demuestra una habilidad excepcional para dirigir un elenco en constante cambio de roles, con actores que interpretan múltiples personajes a lo largo de la obra. Este recurso, lejos de generar confusión, refuerza la idea de comunidad y universalidad impregnado en espectáculo. Bajo su dirección, el reparto se mueve como un todo cohesionado, donde cada pequeño gesto o movimiento contribuye a crear una sensación de unidad y solidaridad, temas centrales en “Come From Away”.

Este reparto coral, con predominancia de voces argentinas, es una verdadera constelación de talento. Mela Lenoir es simplemente magnífica en su interpretación de la comandante del avión. Con una voz imponente y cargada de matices, Lenoir brilla en algunos de los números musicales más destacados del espectáculo, además de encarnar con gran soltura a una vecina del pueblo, demostrando su versatilidad escénica. Gabriela Bevacqua, en el papel de Beulah, es una presencia reconfortante y emotiva. Su actuación maternal refleja la calidez y empatía, reflejo de los habitantes de Gander, aportando un toque de humanidad que conecta profundamente con el público. Puede apreciarse en su relación con Hanna, interpretada por Silvia Nieto, quien nos regala unos solos emotivos. Por su parte, Carla Calabrese impresiona al desdoblarse en dos personajes tan dispares como Janice, la reportera novata del pueblo, y una amable azafata. Calabrese maneja ambos roles con soltura, destacando tanto en las escenas de humor como en las más emotivas.

Por su parte, Edgardo Moreira, en el papel del alcalde, da vida a un personaje fundamental representante del liderazgo y la generosidad de la comunidad. Su actuación es firme y convincente. Silvana Tomé, por otro lado, brilla como la veterinaria del pueblo y mujer del anterior, aportando un toque de ternura en su relación con los animales atrapados. Pepa Lucas y Fernando Margenet ofrecen interpretaciones entrañables como Diane y Nick, dos pasajeros que, en medio del caos, encuentran el amor. La química entre ambos es palpable y su evolución como pareja aporta una de las subtramas más dulces y encantadoras de la obra. Fede Coutz, como Bob, nos regala momentos muy divertidos por su temor a ser robado. Por último, Argentino Molinuevo y Manu Victoria interpretan a una pareja de enamorados, proporcionando otro hilo argumental, y se desdoblan, respectivamente, en un transportista que encabeza la huelga de autobuses y un introvertido musulmán.

Libro, música y canciones: Irene Sankoff y David Hein

Dirección: Carla Calabrese

Adaptación: Carla Calabrese y Marcelo Kotliar

Dirección musical: Santiago Ross

Dirección vocal: Sebastián Mazzoni

Reparto: Gabriela Bevacqua, Sebastián Holz, Melania Lenoir, Fernando Margenet, Argentino Molinuevo, Edgardo Moreira, Silvina Nieto, Agustín Pérez Costa, Federico Couts, Silvana Tomé, Manu Victoria, Lali Vidal, Pato Witis y Fátima Seidenari, Pepa Lucas.

Coreografías: Agustín Perez Costa

Dirección de arte y escenografía: Tadeo Jones

Dirección de producción: Sergio Albertoni / Carla Calabrese

Dirección de vestuario: Silvana Morini

Diseño de sonido: Eugenio Mellano Lanfranco

Diseño de luces: Gonzalo González

Producción: The Stage Company España

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