Después de un éxito incontestable en el Teatro Español, esta producción dirigida por José Troncoso, ganadora de dos Premios Max a Mejor Labor de Producción y Mejor Composición Musical, y una nominación a Mejor Espectáculo Musical (2021), nos presenta a Esteban (Jorge Usón) y Marigel (Carmen Barrantes), una pareja feliz al frente de una ferretería familiar en un tranquilo pueblo. En un giro surrealista del destino, Esteban se ve transformado por la experiencia teatral de una manera que desafía toda lógica y normalidad. La música se apodera de él, convirtiendo su vida en un extravagante y grotesco musical donde la verdad se revela a través de canciones y bailes desenfrenados.
Antes de nada, deseo felicitar a la dirección de este teatro por rescatar esta representación que, a mi juicio, se ha convertido en una obra maestra en la que inspirarse. José Troncoso despliega su inigualable destreza teatral, creando una amalgama audaz de comedia musical que desafía los estándares narrativos convencionales. La repetición, el humor absurdo y la hipérbole teatral se convierten en metáforas poderosas sobre la necesidad de innovar y no conformarse con una vida insatisfactoria. A pesar de los momentos de frenesí que rozan la estridencia, la obra no deja a nadie indiferente, oscilando entre lo fulgurante y lo estrambótico.
El libreto, imbuido con el sello distintivo de este reconocido director y dramaturgo, se revela como un esperpento a lo Valle Inclán, teñido con la comicidad característica de Buñuel, construyendo un escenario donde la realidad se distorsiona y el tono grotesco se entrelaza con la trama. Estamos, por tanto, ante un duelo apasionante entre los deseos profundos y las responsabilidades impuestas por la sociedad. Este enfrentamiento sin vencedores, impregnado de una complejidad emocional, resuena a través de cada escena de la obra.
La dicotomía entre lo que anhelamos y lo que se espera de nosotros se convierte en el eje central, presentando un dilema universal que todos enfrentamos en algún momento de nuestras vidas. Troncoso plantea la pregunta esencial: ¿seguir el camino seguro pero insatisfactorio, o arriesgarse y perseguir nuestros sueños aunque esto implique dejar atrás querencias y comodidades? Con lo bien que estábamos se convierte, así, en un espejo de nuestras propias luchas internas, donde cada elección tiene un precio y nos confronta con la esencia misma de la existencia: el eterno conflicto entre la seguridad y la pasión, entre vivir según las expectativas de otros o aventurarse en busca de la verdadera realización personal. En este enfrentamiento filosófico, la obra nos recuerda que la vida, en última instancia, es un constante equilibrio entre lo que queremos y lo que debemos hacer, y cada decisión marca un camino diferente en nuestra historia personal.
En este caos organizado, los espectadores se encuentran inmersos en una montaña rusa emocional, algunos sumergiéndose de lleno en el remolino de sensaciones, mientras otros se ven desbordados por el influjo de la trama. No obstante, este prestigioso director y dramaturgo no se contenta con dejar una impresión superficial. A través de números musicales exquisitos y un final poético, nos invita a la reflexión, aunque sin sacrificar su naturaleza entretenida. La irreverencia y la transformación vital se despliegan sin restricciones, creando un espectáculo teatral que, sin duda, dejará una marca indeleble en la memoria de cada espectador.
La dirección magistral de José Troncoso se revela como un verdadero tour de force en el mundo teatral. Su capacidad para capturar todos los elementos simbólicos descritos en la trama es asombrosa; desde las risas más estridentes hasta los momentos de silenciosa introspección, Troncoso logra tejer una narrativa coherente que pasa por prácticamente todos los estilos direccionales imaginables. Su habilidad para fusionar los aspectos más extravagantes y cómicos con los momentos más conmovedores y humanos es una prueba de su maestría artística, dejando al público inmerso en un viaje teatral inolvidable y profundamente conmovedor. Aunque el ritmo dinámico que caracteriza la mayoría de la obra se desacelera en la segunda mitad, especialmente al inicio, este cambio puede tener un impacto en la fluidez de la narrativa. No obstante, la obra continúa destacándose por su musicalidad cautivadora, su mensaje conmovedor y su tono reflexivo y positivo. A pesar de algunos momentos que podrían beneficiarse de una mayor cohesión, la función logra mantener su encanto, sumergiendo al espectador en un mundo teatral envolvente y emotivo.
Con una destreza impresionante, el también actor de cine y televisión no solo guía al reparto a través de los complejos matices de una comedia surrealista, sino que también los conduce hacia la profundidad del drama humano. La magnífica ejecución de esta compleja trama es un testimonio del talento excepcional de la pareja de reparto. Se necesita un nivel sobresaliente de habilidad actoral para superar un desafío de este calibre, y estos dos cómicos geniales no solo cumplen, sino que trascienden las expectativas. Su maestría en la combinación de comedia y drama los convierte en la elección perfecta para el registro propuesto en la dirección.
La actuación de Carmen Barrantes como Marigel es nada menos que extraordinaria, otorgando vida a un personaje entrañable que vive el doloroso proceso de ver cómo su esposo se aleja irremediablemente de ella. Lo que hace aún más impactante su interpretación es su capacidad para encarnar el punto de vista conservador y preocupado por las apariencias que caracteriza a su personaje, sin caer en estereotipos ofensivos o superficiales. A través de la comedia, esta actriz jienense recrea escenas típicas de la vida cotidiana, desde los encuentros entre vecinos hasta las rutinas domésticas, dotándolas de autenticidad y humor genuino. Además, su habilidad para infundir picardía en su actuación agrega una capa adicional de profundidad a su personaje, mostrando su versatilidad como actriz. En cada gesto, cada palabra y cada mirada, Barrantes logra transmitir la confusión y la incredulidad de su personaje en las situaciones más impactantes, así como la complejidad y la humanidad de Marigel, aportando su propio sello de identidad al personaje. Su actuación va más allá de la mera comedia, ofreciendo una interpretación rica en matices y emociones que eleva la calidad de la obra.
Por su parte, la interpretación de Jorge Usón es una verdadera revelación, mostrando un talento en estado de gracia que cautiva a la audiencia desde el primer momento. Su personaje es el fiel reflejo del comportamiento autómata alienado por la cotidianeidad de su vida, que en un momento determinado queda extasiado por una energía externa que le hará entrar en otra dimensión. Esta transformación a lo largo de la obra es asombrosa, demostrando una versatilidad actoral excepcional y una impresionante capacidad musical sobre el escenario. Lo que realmente distingue a este actor y psiquiatra zaragozano es su total entrega y la ausencia de reticencias en su actuación con una gestualidad facial y corporal desbordante, revelando a un auténtico genio del humor y la expresión.
En definitiva, la química excepcional entre Usón y Barrantes se traduce en una pareja sensacional sobre el escenario. Su interacción está cargada de subtexto, creando una dinámica compleja y emocionante que enriquece cada escena de la obra. La forma en que se complementan mutuamente, respondiendo a los matices de sus personajes con una autenticidad palpable, los convierte en uno de los matrimonios teatrales más icónicos y memorables.
Otra de las esencias de esta representación es la riqueza musical, el corazón palpitante de toda la narrativa. La música, compuesta y dirigida por Mariano Marín, se presenta como el epicentro emocional de la historia, encantando al público con su pegajosa melodía y provocando respuestas instantáneas y genuinas. La presencia en vivo del pianista Néstor Ballesteros en el escenario añade una autenticidad palpable, permitiendo que los efectos de la música se fusionen sin fisuras con la trama. Además, la obra incorpora momentos ingeniosos de metateatro que agregan un toque juguetón y bien situado, permitiendo que la narrativa se ría de sí misma y explore una expresividad musical cargada de significado, en consonancia con el simbolismo ya mencionado. La coreografía se erige como un componente esencial de la puesta en escena, con movimientos cuidadosamente orquestados que se integran de manera natural en el tejido del ambiente teatral. Estos gestos meticulosos son evidencia de la coordinación excepcional de los actores en cada escena, creando una armonía visual que enriquece la experiencia del público. Paralelamente, el diseño de iluminación, de David Picazo, se convierte en un aliado vital de la propuesta artística, transformándose de manera sincronizada con el desarrollo de la trama y alcanzando su apogeo en una escena final deslumbrante.
Con lo bien que estábamos (Ferretería Esteban) es un espectáculo teatral vibrante que fusiona música, comedia y drama con maestría. A través de una narrativa y musicalidad envolventes, una inteligente y simbólica dirección y una brillante actuación, la obra nos lleva a un viaje emocional y reflexivo
Dramaturgia y dirección: José Troncoso
Reparto: Carmen Barrantes y Jorge Usón
Pianista: Néstor Ballesteros/Lola Barroso
Composición y dirección musical: Mariano Marín
Ayudante de Dirección: Belén Ponce de León
Iluminación: David Picazo
Escenografía y Vestuario: Juan Sebastián Domínguez
Maquillaje y caracterización: Ana Bruned
Fotografía de escena: Javier Naval
Dirección técnica: Íñigo Benítez (ARMAR)
Diseño cartel: Iñaki Villuendas
Comunicación: Sara Valbuena
Distribución: Emilia Yagüe Producciones
Producción: Nueve de Nueve Teatro