Lope estaba en pleno apogeo con esta obra, que le sale fácil, fluida, presta para la risa, para la conexión inmediata con el público. De eso sabe bastante Corrales de Comedias, compañía de repertorio, digna donde las haya, de vocación popular, como Lope, como Cervantes. Quiere esto decir que no se les esperan grandes atrevimientos en lo formal, que entienden que las obras de Lope, Calderón, Moreto o Rueda, se mantienen solas si se dicen bien, que el público se ríe y disfruta con actores que conocen su oficio, que no pretenden inventar el arroz con leche cada vez que pisan las tablas, sino dar lo mejor de sí mismos con obras de probada solvencia.
Cumplió con lo que prometía La discreta enamorada. Donde pone discreta el lector actual debe entender inteligente, aunque más bien parece lianta esta Fenisa que da nombre a la obra, papel en el que brilló Rocio Sobrino. El público, que prácticamente llenó el aforo reducido del Palacio de los Oviedo, se lo pasó muy bien con sus enredos, que llevan de cabeza a Lucindo (acertado Javier Mejía) y su padre (Antonio León, alma mater de la compañía). Completan el elenco Covadonga Calderón (Belisa), Elena Alcaide (Gerarda), Ángel Mauri (Doristeo) y Vicente Nové (Hernando). Por poner alguna pega, hay alguna sobreactuación, el tono de voz se eleva de más en ocasiones, pero nada grave.