Dos actores (Anna Marí, que también es responsable de la versión, y Daniel Tormo) y un escenario ayuno de casi todo menos de libros, son suficientes para darnos a conocer esta obra cuya puesta en escena dirige Pep Sanchís.
CRIT nos pone delante del Espejo
Espill se inscribe en la tradición de literatura misógina y doctrinal. Sigue la estela, en valenciano, de lo que ya había hecho en castellano el arcipreste de Talavera en su Corbacho, por citar solo un ejemplo. Pero su autor, Jaume Roig, apuesta por la exageración, lo que conduce a la farsa, que desvirtúa por la pretensión doctrinal de los “espejos”. Espill significa eso y durante la Edad Media y el Renacimiento proliferaron las obras con ese título en las que, por medio de cuentos, fábulas, sucedidos, los eixemplos medievales, se enseñaba a los gobernantes cómo debían comportarse para tener éxito o ser virtuosos, lo que a veces era (¿es?) incompatible.
El espejo que nos pone delante Roig es, sin embargo, deformante, casi como el del callejón de los gatos del esperpento valleinclanesco. Todas las mujeres que pasan por la desgraciada vida de nuestro protagonista parecen tener como única misión en este mundo el de jodérsela. Son caprichosas, estúpidas, gastonas, malvadas, adúlteras, suicidas, asesinas, mentirosas… Y a todas ellas interpreta Anna Marí. Así que, cuando después de cuatro matrimonios, nuestro centenario protagonista, que no aprende, decide casarse de nuevo con alguna de sus parientes, el mismísimo rey Salomón (otra vez Marí) tiene que acudir, en sueños, a hablarle claro a este hombre que no aprende de la experiencia.
Y todo eso, en una hora escasa. Una pena que no hubiera más público, porque el montaje se hace ameno, los actores demuestran su polivalencia y el Espejo, o el Libro de las mujeres, como también se le conoce, da para conversaciones posteriores en torno a una cerveza, en una terraza, aunque sea con mascarilla, en las que se recrudecen o se cierran batallas de género, esas de las que también se puede hablar con una sonrisa si se hace como lo hace Jaume Roig, exagerando. Una muestra más de que los clásicos tienen algo que decirnos, incluso ahora y en temas que levantan ampollas, con razón, claro, porque la tragedia está fuera del escenario. En él, CRIT nos planta delante un espejo en el que se ven mujeres malvadas, sí, pero también hombres estúpidos y opiniones evidentemente anacrónicas, absurdas, que, incomprensiblemente, siguen manteniendo algunos. Verlas en el espejo quizás sirva para comprender que son un despropósito. Al menos esa es la intención de CRIT.