En la encrucijada entre la tragedia y la comedia, «Cuento de invierno» emerge en el Espacio Zafra Teatro como una obra inusualmente híbrida dentro del canon shakespeariano. Es un relato que desafía los límites del tiempo y la lógica, donde la geografía se pliega al capricho de la ficción y donde la emoción se impone a la razón con una potencia arrolladora. La reciente puesta en escena de Juan Carlos Corazza, con un elenco sólido y una propuesta escénica de exquisita sensibilidad, logra captar la esencia de este texto, brindando al espectador una experiencia teatral rica y polifónica.
Como seguramente conozcan, la acción nos sitúa en el Reino de Sicilia, donde el rey Leontes es consumido por los celos al sospechar que su esposa, Hermione, lo engaña con su amigo de infancia, el rey Políxenes de Bohemia. En su furia, Leontes ordena encarcelar a Hermione y rechaza la validez del oráculo de Delfos, que proclama su inocencia. La tragedia se desencadena: el hijo de ambos muere de pena y Hermione, despojada de todo, aparentemente fallece. La recién nacida Perdita, hija de los monarcas, es abandonada en un país lejano por orden de su padre. Años después, Perdita ha crecido como una humilde pastora, sin conocer su linaje real. Se enamora de Florizel, el hijo de Políxenes, quien desafía las normas de su estatus para estar con ella. Cuando su amor es amenazado, ambos huyen a Sicilia, donde el pasado y el presente convergen en una sorprendente revelación.
En “Cuento de invierno”, Shakespeare nos ofrece una reflexión sobre el poder destructivo de los celos, la injusticia y la redención a través del tiempo. El rey Leontes, consumido por sospechas infundadas, arruina su vida y la de quienes lo rodean, convirtiéndose en víctima de su propia irracionalidad. Frente a su tiranía, las mujeres —Hermione, Paulina y Perdita— representan la resistencia y la dignidad, demostrando que la verdadera fortaleza reside en la fe, la verdad y la compasión. La obra transita de la tragedia a la comedia pastoril: Sicilia es un reino de sombras donde reina la desconfianza, mientras que Bohemia es un espacio de libertad y renacimiento, donde Perdita y Florizel sellan su amor. Autólico, con su ingenio burlón, introduce el humor y nos recuerda que la vida sigue incluso después del dolor. El milagro final, con Hermione «resucitando» ante los ojos de un Leontes arrepentido, simboliza la restauración del orden y la posibilidad del perdón. Shakespeare nos dice que el tiempo no solo destruye, sino que también cura y transforma. Es en última instancia, una fábula sobre la capacidad de cambio del ser humano y la victoria del amor sobre el error y el sufrimiento.
Esta versión de Juan Carlos Corazza potencia magistralmente los contrastes y temáticas expuestas. Con una mirada minuciosa, ha preservado la esencia poética del texto shakespeariano mientras agiliza su estructura dramática, reduciendo pasajes para mejorar la comprensión sin sacrificar profundidad. Su adaptación equilibra la densidad del verso con una fluidez escénica que resalta tanto la tragedia como el humor, permitiendo que la historia fluya con naturalidad. Gracias a este arduo trabajo, el espectador no solo se enfrenta a un Shakespeare accesible, también a uno vibrante y profundamente emotivo. Corazza demuestra que adaptar no es solo recortar, sino descifrar la obra con inteligencia, extraer su esencia y amplificar su impacto. Un trabajo de orfebrería teatral que ilumina la universalidad de esta propuesta preservando su compleja belleza.
Como director, Corazza entrega una versión luminosa y ágil de la obra, sin perder de vista su hondura emocional. Su dirección se apoya en un sentido del ritmo preciso, evitando que la complejidad argumental se convierta en un lastre. Hay en su propuesta una meticulosa construcción de los contrastes: la Sicilia de Leontes se presenta con una gravedad casi opresiva, mientras que la Bohemia del acto cuarto irradia una ligereza festiva, cercana al idilio pastoral. El espacio escénico, diseñado por Javier Ruiz y elpropio Corazza, responde a esta dualidad con una versatilidad notable: un mundo severo y geométrico en la primera mitad, que luego se abre a una estética más orgánica, casi onírica, en la segunda. Las transiciones temporales, esenciales en la estructura del drama, y la escasez de elementos en escena se manejan con inteligencia, logrando que el paso de los años —uno de los elementos más arriesgados del texto —se asuma con naturalidad.
El universo visual y sonoro de la puesta en escena refuerza esta visión. El vestuario alegre y colorista de Pier Paolo Álvaro (Pier Paolo & Roger Portal) sorprende con una dimensión vibrante, especialmente en los pasajes bohemios, en los que la fantasía y la frescura se imponen. La inspirada música de Joan Valent enriquece la dramaturgia con un carácter evocador y emocional, mientras que la coreografía de Nuria Castejón, garantía de vistosidad y dinamismo, dota de fluidez y expresividad a las escenas colectivas. El minucioso espacio sonoro de Rafa Castejón envuelve al espectador en una atmósfera envolvente, realzando tanto la tensión dramática como la ligereza de los momentos cómicos. No podemos olvidar la labor de Lucía Cava, como ayudante de dirección, cuya aportación se hace notar en la precisión interpretativa y el cuidado ritmo del espectáculo.
El elenco responde con una notable cohesión a las exigencias del montaje, equilibrando la musicalidad del verso con la verdad interpretativa. Richard Holmes compone un Leontes imponente y desgarrador, un rey consumido por la desconfianza y la locura, cuya caída en el abismo de los celos resulta tan brutal como su posterior redención. En contraste, Laura Ledesma es una Hermione de inmensa dignidad, que encarna con temple y emoción la injusticia sufrida sin perder la nobleza ni la fuerza interior. Junto a ellos, Alicia Borrachero, como Paulina, se erige en la gran voz de la verdad y la resistencia. Su interpretación es vibrante, logrando una Paulina de una firmeza conmovedora, capaz de enfrentarse a la tiranía de Leontes sin titubeos. Su presencia es el latido moral de la obra.
En el papel de Tiempo, Ana Gracia exhala una presencia enigmática y poderosa, subrayando la idea de la transformación como eje de la historia. Su interpretación dota a este personaje alegórico de una elegancia que refuerza el tono poético de la obra. Por su parte, José Di Ferri como Políxenes y Ben Temple como Camilo ofrecen un excelente contrapunto al drama inicial. Di Ferri dota a Políxenes de una humanidad palpable, mientras que Temple imprime a Camilo una sobriedad y lealtad que lo convierten en un personaje fundamental en la trama. El tránsito hacia la comedia se apoya en grandes interpretaciones. Rafa Castejón encarna a Autólico con maestría, dotando al pícaro del ingenio y la chispa necesarios para aportar frescura y ritmo a la obra. Su dominio del lenguaje gestual y su capacidad para la comicidad lo convierten en uno de los pilares de la segunda parte.
En el universo bohemio, Laura Calvo y Pol Monen, como Perdita y Florizel, forman una pareja encantadora, transmitiendo el idealismo romántico, la inocencia y la pasión de un amor que desafía las barreras sociales. Calvo desprende dulzura y determinación a su Perdita, mientras que Monen construye un Florizel gallardo y sincero. El veterano Manuel Morón, como Antígono y el Viejo Pastor, dota a ambos personajes de una calidez y ternura que enriquecen el trasfondo emocional de la historia, especialmente en la conmovedora escena del abandono de Perdita. Por último, Octavio Vellón ofrece una interpretación sensible y llena de matices como el hijo del pastor, con una frescura genuina para resaltar la simplicidad y nobleza de su personaje. Con un elenco tan equilibrado y comprometido, esta versión logra proyectar toda la riqueza emocional y tonal de la obra, oscilando con naturalidad entre la tragedia y la comedia, el dolor y la esperanza.
De la mano de esta primera producción, Espacio Zafra Teatro suma un nuevo escenario que, desde su origen, apuesta por la excelencia artística y el riesgo bien entendido. Este “Cuento de invierno” no es solo una magnífica carta de presentación, sino una declaración de intenciones: un espacio donde el repertorio clásico puede dialogar con el presente sin perder su esencia, donde la calidad interpretativa y la solvencia escénica se imponen sobre lo accesorio. Si este es el punto de partida, no cabe duda de que este espacio teatral se perfila como una de las citas ineludibles de la escena madrileña, un lugar que obligará a los espectadores a transitar con mayor frecuencia por la calle Marqués de Zafra en busca de futuros y prometedores montajes.
Dirección y versión: Juan Carlos Corazza
Escenografía: Juan Carlos Corazza, Javier Ruiz de Alegría
Iluminación: Javier Ruiz de Alegría
Vestuario: Pier Paolo Álvaro (Pier Paolo & Portal Portal) (AAPEE)
Música: Joan Valent
Coreografía: Nuria Castejón
Espacio sonoro: Rafa Castejón
Ayudantía de dirección: Lucía Cava
Diseño de producción: Rafa Castejón
Producción ejecutiva: Raúl de la Torre
Cartel y diseño: mic_meek
Fotografía: Oliver Roma, Delaisla
Prensa y comunicación: CultProject
Distribución: Seda




