El género musical es uno de los preferidos por el gran público debido a la conjunción de cuatro elementos: música, canción, baile y diálogos. Además es uno de los más intergeneracionales y transversales pensados para disfrutar en familia. Dichos ingredientes son comunes para todos los espectáculos, donde la melodía ocupa un lugar central; sin embargo, este musical –con cifras récords en todo el mundo– va más allá y logra transportar al escenario la nostalgia de la década de los 80 con todas las emociones que en su día provocaron Jennifer Grey y Patrick Swayze en la gran pantalla.
“El clásico del cine ahora en teatro”
La novelista, guionista, productora y directora estadounidense, Eleanor Bergstein, vuelve a situarnos en el verano de 1963. El señor y la señora Houseman (Antonio Reyes y Bealia Guerra) junto a sus dos hijas, Frances “Baby” (Sara Ávila) y Lisa (Lilian Cavale), pasan sus primeras vacaciones en familia en el lujoso hotel Kellerman’s en Catskill, Nueva York. Para ninguno serán unas vacaciones más, pero menos para “Baby”, quien está a punto de aprender una de las mayores lecciones de su vida y un curso exprés de baile. De forma accidental, la joven descubre una desenfrenada fiesta llena de música y baile en el área de empleados del hotel. Fascinada por los provocativos pasos y los hipnóticos ritmos musicales, Baby también quiere formar parte de ese mundo y ser la pareja, dentro y fuera de los escenarios, de Johnny Castle (Dani Tatay) el carismático instructor de baile del hotel. Dos almas jóvenes ferozmente independientes y de mundos distintos se unirán para culminar el más desafiante verano de sus vidas.
La trama amorosa es palpable en toda la representación, tanto en la pareja protagonista como en el resto de personajes. Sin embargo, dista mucho del romanticismo ñoño de algunos filmes y presenta a una joven triunfadora en el ámbito profesional y personal, al sobresalir y conseguir el amor deseado. Este retrato es el mejor ejemplo del subgénero Chick flick, con no demasiado éxito en las artes escénicas. Dicho de otro modo, Dirty Dancing es una película feminista, donde la protagonista es el eje de la acción y toma sus propias decisiones sin tener que arrepentirse de ellas.
Además de la estela amorosa, el aborto clandestino y sin garantías es otro de los temas latentes. La película revindica el aborto legal y, a diferencia de otras cintas, no se critica a la mujer, sino que se pone el foco en quien le ha dejado embarazada y se niega a ayudarla. Esta historia también nos habla de la importancia de ser uno mismo y de no tener miedo a luchar por ideales, alegatos tan válidos hoy como lo fueron en los años 80. Otra característica de obras con protagonistas adolescentes es la distinta visión de la realidad de jóvenes y adultos, que condiciona la forma de actuar de ambos. Detalles todos ellos conseguidos, tanto en la trama, como en el proceder de los actores. Este buen encaje de todos los elementos es responsabilidad del director, autor y compositor Federico Bellone.
Exitosa banda sonora original con novedades
Las melodías, como no puede ser de otro modo, son el eje central de este musical. Los asientes –gracias a la exquisita ejecución de la banda formada por Gregori Mesón (Batería), Víctor Muñoz (Saxo), Antonio Torres (Trompeta) y Guido Fasuri (Bajo) – disfrutarán de grandes éxitos como “Hungry Eyes”, “Hey! Baby”, “Do you Love Me?” y el siempre entrañable “(I’ve Had) The Time of My Life”. Además, esta adaptación cuenta con temas como “Cry to Me” por el incomparable cantante de rhythm & blues Solomon Burke, el exitoso número uno de la radio “Hey! Baby” de Bruce Channel y el primer sencillo como solista de Otis Redding “These Arms of Mine”. En definitiva, una fusión escénica de la banda sonora de la película original con actuaciones en vivo por parte de un gran elenco. Además, tal y como apunta la escritora de la obra, esta versión teatral le ha dado la oportunidad de añadir canciones que siempre había querido incluir en la banda sonora de la película de 1987.
En el terreno vocal, todo el reparto mantiene un altísimo nivel. La armonía de voces es correcta y los solos son perfectos. Sin embargo, sí eché de menos algún dúo más entre los dos protagonistas. Me gustó especialmente la voz del cantante guineano Pedro Ekong, en el papel de Tito, y el dúo de la actriz y vocalista Elena Matateyou, en el papel de Elisabeth, con el actor curtido en musicales, Marc Flynn, en su papel de Billy Kostecki, primo del protagonista. Quien, además, ejecuta un solo sensacional de enorme complejidad vocal. Este último, también es el encargado de dirigirse de forma directa a los presentes, en un ejercicio de la ruptura de la cuarta pared, para interactuar con ellos mediante una dinámica simple pero con gran acogida entre el público infantil.
Complejas coreografías electrizantes
El eje vertebrador de este espectáculo no es la melodía como elemento independiente, si no la fusión de canción y baile; de hecho, el mismo título lo refleja y es una de las mayores preocupaciones de Baby. En este sentido, el trabajo coreográfico dirigido por Gilllian Bruce, lo califico de brillante. El público disfruta de una amplia variedad de pasos de bailes y de estilos como los distributivos, individuales y grupales. De este modo, puede apreciarse la calidad de bailarines como Edu Llorens, Raúl Pardo o Raquel Caurín. Los movimientos corporales elásticos y delicados de Fanny Corral, con apariciones cortas pero estelares, son encomiables. Además de la importancia de su personaje en la trama de la obra como Penny Johnson, joven cuya pasión es el baile.
El foco de la acción se posa sobre la pareja formada por Baby y Johnny Castle. En esta función, la actriz Sara Ávila Román interpreta a una joven con las típicas preocupaciones de su edad, pero con la idea clara de “intentar cambiar el mundo”. El proceso de madurez, profesional y personal, de este personaje es hermoso de seguir durante toda la función y lleva consigo un arduo trabajo por parte de esta actriz y bailarina madrileña experta en musicales. En los primeros compases debe interpretar a una joven inexperta en el baile para luego poder dar todo de sí en la última escena. Nada fácil de conseguir.
Por su parte, Johnny Castle, en esta función interpretado por Dani Tatay, es un atractivo profesor de baile contratado por el hotel. Su personaje también evoluciona a lo largo de la obra y se va conociendo así mismo. Este proceso de metamorfosis es bien interpretado por este actor y bailarín, con una amplia experiencia en teatro musical, cine y televisión. En el terreno interpretativo, Tatay demuestra seguridad, solvencia y credibilidad y en el artístico un dominio absoluto de disciplinas y pasos de baile. Lo más importante, por encima de lo individual, es el gran trabajo conjunto de actor y actriz y la complicidad expresada sobre las tablas, y prueba de ello, es la perfecta ejecución del famoso y complicado paso “el salto del ángel”.
En el género musical, los diálogos parecen ocupar un lugar secundario por la espectacularidad de otros componentes como los coreográficos o vocales. Sin embargo, sin el texto recitado la trama de la obra no avanzaría. En Dirty Dancing los diálogos son ligeros, ágiles y encaminados en dos direcciones: la dramática –donde los personajes resuelven sus conflictos ocasionados por malos entendidos– centrados en Robbie, estudiante de medicina, interpretado por el actor y experto en musicales Pablo Ceresuela, y en los padres de la protagonista, con una convincente actuación de Antonio Reyes y Baelia Guerra, con excelente caracterización. La segunda dirección, la cómica, va dirigida al espectador, donde destacan la actriz Lilian Cavale, en su papel de Lisa, hermana de la protagonista, por su marcada gestualidad facial y corporal y por el dominio de la pantomima, y el actor Juan Antonio Plazas, como hijo del gerente del hotel, por su bonhomía mezclada con fallidas técnicas de cortejo.
Completa construcción escénica con perfectas transiciones
Los musicales producidos por LETSGO destacan por decorados espectaculares, bien construidos e integrados en la obra. Dirty Dancing, gracias al magnífico trabajo de Roberto Commoti, no es una excepción. Los asistentes podrán disfrutar de una completa construcción escenográfica –formada por tres plataformas giratorias cambiantes, en función de donde se desarrolle la acción– y una perfecta recreación del hotel Kellerman’s (hall, comedor, cuartos del personal, jardín, y el sótano donde el staff practica el «dirty dancing») y exteriores como el Mountain Lake, donde los protagonistas ensayan el número final. Más allá del cuidado en el decorado, si por algo destaca este musical es por las rápidas transiciones entre escenas. En el lenguaje cinematográfico, me referiría al concepto de plano secuencia, pues la acción trascurre mientras las plataformas giran en un ángulo de 180 grados y en cuestión de segundos los personajes se transportan a un nuevo ambiente. Por otra parte, me gusta la inclusión de elementos audiovisuales, como las gotas de lluvia, para dar mayor credibilidad al relato. El diseño de vestuario, por Jennifer Irwin, y la correcta iluminación, Valerio Tiberí, y audio, Armando Vertullo, terminan de encumbrar el lema del espectáculo: “El clásico del cine, ahora en teatro”.
En Dirty Dancing revivirás el clásico cinematográfico, con sus profundos y reivindicativos alegatos y su inolvidable banda sonora, y disfrutarás de sus contagiosas coreografías electrizantes
Escritora: Eleanor Bergstein
Director: Federico Bellone
Coreógrafa: Gillian Bruce
Diseño Escenografía: Roberto Comotti
Diseño de Vestuario: Jennifer Irwin
Iluminación: Valerio Tiberi
Diseño de Audio: Armando Vertullo
Supervisor Musical: Conrad Helfrich
Productor Internacional: Karl Sydow
Productor Ejecutivo Internacional: Paul Elliott
CEO LetsGo/Productor: Iñaki Fernández
Reparto: Sara Ávila Román, Dany Tatai, Fanny Corral, Antonio Reyes, Baelia Guerra, Lilian Cavale, Paco Prado, Juan Antonio Plazas, Marc Flynn, Elena Matateyou, Pedro Ekong, Enrique Cazorla, Edu Llorens, Raúl Pardo, Raquel Caurín, Laura Caurín, Pablo Ceresuela, Antonio Fago,Irene Bayo, Irene Rubio, Mari Villafaina
Elenco músicos: Gregori Mesón (Batería), Víctor Muñoz (Saxo), Antonio Torres (Trompeta) y Guido Fasuri (Bajo)