Nos conducimos al despacho de Ricardo (Miguel Ángel Solá), director de un prestigioso medio de comunicación. Allí se tomará la decisión de cuál de los dos subdirectores ocupará su silla. Uno es mujer, Miki (Paula Cancio), otro es varón. ¿Qué influirá en esa decisión?: ¿la capacidad?, ¿el sexo?, ¿la experiencia?, ¿la audacia?, ¿el engaño?, ¿la trampa?… Cuestiones de primer nivel de una obra, en palabras de la compañía, de impacto emocional, en la que nada es lo que parece ser, y en la que la traición y el amor son giros continuos de esa falsa rosca llamada poder.
Esta producción de ´El Tío Caracoles` encaja en la categoría de thriller, al contar con un relato de intriga y suspense, además de con un final inesperado. En la hora y media de duración, sobrevuela un aspecto psicológico que pone de manifiesto la capacidad de ocultación del individuo – con sus respectivas artes para llevarlas a cabo– y el poder de sugestión del otro, mediante el uso de la palabra. Por otra parte, hay una crítica implícita y explícita a las actitudes machistas latentes y al paternalismo en algunas corporaciones. Estos son solo algunos temas propuestos por Sabina Berman, escritora mexicana de reconocido prestigio y autora de Testosterona (Premio Nacional de Dramaturgia Juan Ruiz de Alarcón del año 2008, en México).
Además del carácter psicológico impregnado con maestría por Berman, el libreto también cuenta con recursos dramatúrgicos como silogismos y argumentos sostenidos en la lógica de la persuasión, que bien se tornan en axiomas o terminan convirtiéndose en falacias. Por otra parte, valoro de forma positiva el uso de disquisiciones y digresiones con el objetivo de ampliar, amenizar y oxigenar la trama de la representación, conocer mejor los roles de los protagonistas y rebajar la carga profunda del libreto. Siendo esto último un acierto, desde mi óptica, es excesivo y conduce a que en el nudo el espectador desconecte del texto, produzca un letargo en la representación y afecte a los tempos de la misma. Si bien es verdad, desde una mirada panorámica, puede pasar desapercibido por los continuos giros de trama, la alta implicación emocional y el ansia del espectador de conocer quién será el elegido.
La dirección recae en el fallecido Quique Quintanilla, siendo este su último trabajo y el de mayor éxito; pues no debemos olvidar que cuenta con 3 nominaciones a los Premios ACE 2017 (Mejor Actor, Mejor Actriz y Mejor Espectáculo). El asturiano con fuertes lazos argentinos realiza un trabajo sensacional al calibrar y filtrar con exquisitez los temas antes mencionados. En una obra con solo dos actores y un libreto denso, la dirección debe ser meticulosa y recta, como así ocurre. Quintanilla acrecienta el pulso dramático gracias a la fabulosa representación del poder de sugestión y seducción, no necesariamente física. Con su batuta, como si de un director de orquesta se tratara, consigue que toda la carga emocional del texto prolifere en escena, sin ápice de sobreactuación y con una naturalidad desbordante.
El encargado de materializar el libreto es un dúo, formado por actor y actriz, sensacional con una fuerte y palpable conexión y comunicación verbal y no verbal. Un tándem de apariencia matrimonial desencadenador de conflictos. En el lado masculino, Miguel Ángel Solá se viste de Ricardo, el director con las horas contadas de un conocido rotativo. Este archiconocido y premiado actor –participante en más de 50 películas en Argentina y España e incontables series televisivas– demuestra su maestría para la interpretación con una sencillez innata. No necesita grandes aspavientos ni sonoros cambios vocales para proyectar su estado de ánimo, únicamente un semblante frío y serio, propios de un tío duro. En esta ocasión, potencia el lado calculador y ladino, de un personaje arcaico de mentalidad machista, con una retórica envolvente con acento argentino. Esto le permite llevar el tempo de la acción y el pulso dramático en la mayor parte de la obra, aunque en ocasiones el aprendiz (en este caso aprendiza) supere al maestro.
Casi sin despegarse, Paula Cancio da vida a Miki, la aspirante al puesto de director. Su personaje es la antítesis del anterior y de ahí que el tándem sea perfecto. Esta actriz –participante en conocidas series televisivas como Toledo, cruce de destinos y El secreto de Puente Viejo– interpreta con tesón y energía el carácter arrollador y combativo de su personaje. Resulta interesante la evolución de su papel y, con él, su potencial escénico. Mientras en los primeros compases de la representación muestra únicamente su lado timado, en los últimos, impera su rabia contenida teñida de inteligencia. Estas actitudes trasladadas al aspecto teatral, se convierten en fortaleza y vigorosidad escénicas solo empañadas por alguna expresión carente de naturalidad.
En una obra de trama compacta, con un clima donde se respira tensión dramática, los recursos técnicos y escenográficos deben estar al servicio de la acción, como así ocurre. La hipnotizadora y envolvente melodía de la grabación del piano de Martín Bianccedi es uno de ellos; como también lo es el sonido de la tormenta en la parte exterior del edificio, indicio de una posible inundación. La construcción escenográfica, propuesta por Manuel González, es simple y a la vez funcional, recreando a la perfección un amplio despacho con la mesa a la izquierda y sillones a la derecha. Elementos estratégicamente colocados que construirán dos marcos conceptuales diferentes: el de las relaciones laborales y el de las personales. Este ambiente se ve potenciado gracias al diseño de luces (Manuel González Gil y Matías Canony), intimista y algo claustrofóbico en consonancia con el título de la representación: Doble o nada.
En Doble o nada asistirán a una representación con un potente pulso dramático, un libreto profundo y psicológico, una dirección exquisita y un tándem arrollador que a nadie dejará indiferente
Dramaturgia: Sabina Berman
Dirección: Quique Quintanilla
Reparto: Miguel Ángel Solá y Ana Torrent (Miky)
Asistente de dirección: Rubén Barreira
Música original: Martín Bianccedi
Diseño de luces: Manuel González Gil y Matías Canony
Vestuario: Silvina Falcon
Escenografía: Manuel González Gil
Diseño gráfico: Lala Key
Fotografía: MCM (Machado/Cicala/Morassut)
Producción ejecutiva: Rubén Barreiro
Producción: El Tío Caracoles