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Dos tronos dos reinas: Duelo de poder y teatro de intriga en la corte real

Nacho Guerreros y Nicolás Pérez Costa en una imagen promocional de la obra

Nacho Guerreros y Nicolás Pérez Costa en una imagen promocional de la obra

El libreto magistralmente creado por Pepe Cebrián es una obra de arte en sí misma, donde la complejidad y profundidad de los personajes y la trama se entrelazan con una belleza estilística que cautiva al espectador desde el primer momento. Cada palabra, cada diálogo, está meticulosamente elaborado para capturar la esencia de la época y de las personalidades de ambas reinas. A pesar de su riqueza y sutileza, el texto logra ser accesible para el público, permitiendo una comprensión clara y profunda de los conflictos y emociones desarrollados en el escenario. La obra se erige como una tragedia en su más puro sentido, manifestándose en el tono sombrío y la temática profunda que abraza desde su inicio. A través del conflicto ineludible entre Isabel I de Inglaterra y María Estuardo, se despliega un tapiz emocional cargado de rivalidades políticas y tensiones personales, llevando a los espectadores por un camino marcado por la fatalidad y el sufrimiento. Diálogos y gestos se impregnan de una sensación de inevitabilidad, donde la lucha por el poder y la ambición conduce inexorablemente a un desenlace trágico. En este contexto, la obra trasciende los límites del drama para sumergirse en la esencia misma de la tragedia.

La habilidad de este dramaturgo y actor argentino, con más de medio centenar de obras en su haber, para hilvanar la trama es extraordinaria, pues logra capturar la esencia de esta relación histórica y transmitirla de manera vívida y conmovedora en el escenario. La dificultad de sintetizar años de conflictos políticos y personales entre estas dos reinas legendarias es evidente, pero el libreto logra este desafío con maestría, ofreciendo una experiencia teatral rica en matices y profundidad. Celebro la inteligente inclusión de referencias a la historia de España, como una capa adicional de profundidad a la trama y un guiño a los espectadores para hacer el relato aún más interesante.

Por situar al lector, la relación entre Isabel I de Inglaterra y María Estuardo, Reina de Escocia, estuvo marcada por una compleja mezcla de parentesco, rivalidad política y conflictos religiosos. Como primas hermanas y herederas del trono inglés, ambas compartían un lazo familiar, pero sus diferencias religiosas (Isabel era protestante y María católica) y sus reclamos al trono inglés generaron tensiones y rivalidades. A lo largo de sus vidas, María Estuardo fue una figura central en varias conspiraciones para derrocar a Isabel y tomar el trono inglés, lo que contribuyó a aumentar la desconfianza y la hostilidad entre ellas. El final, aun conocido, les invito a presenciarlo en directo. En definitiva, asistimos a un torbellino de verdades y mentiras, donde las líneas entre la realidad y la ficción se desdibujan y dejan al descubierto la fragilidad y la fuerza de estas dos mujeres transgresoras.

La dirección es una fuerza imponente que impulsa la narrativa con una potencia inigualable, mientras infunde cada instante con un profundo simbolismo. Bajo la batuta de Nicolás Perez Costa, la puesta en escena cobra vida de manera arrolladora. Cada elección creativa, desde la disposición del escenario hasta la dirección de los actores, está imbuida de significado y crea una experiencia teatral rica en metáfora y profundidad, que no solo realza la narrativa, sino que añade capas de complejidad y belleza estética a la producción en su conjunto. En un momento culminante de la obra, la dirección nos brinda una metáfora vívida de la lucha de poder entre Isabel I de Inglaterra y María Estuardo: una partida de ajedrez donde cada reina mueve sus piezas con astucia y determinación. Los movimientos escénicos, meticulosamente coreografiados, reflejan la tensión y la rivalidad palpable entre ambas, mientras el tablero se convierte en un campo de batalla simbólico donde se libra una lucha por la supremacía y convierte la escena en un baile teatral de poder y pasión.

Nacho Guerreros y Nicolás Perez Costa ofrecen actuaciones verdaderamente soberbias, demostrando un dominio magistral del arte teatral. Ambos actores se sumergen en sus personajes con una profundidad emocional y una intensidad bárbaras y consiguen cautivar al público desde el primer instante. Cada mirada cargada de resentimiento y cada palabra llena de pasión, nos transporta al corazón mismo de una relación marcada por la ambigüedad y la intensidad emocional y se hace visible la tensión palpable que define su vínculo.

El primero, un nombre propio de las series televisivas, irradia una intensidad magnética en su interpretación de Isabel I. Con una maestría teatral que absorbe, Guerreros Juguetes rotos (2018) – encapsula la complejidad de la legendaria monarca inglesa, encarna tanto su autoridad regia como sus conflictos internos y exhala la magnificencia y su poder indiscutible. Sin embargo, detrás de su fachada de fortaleza, también se vislumbra la fragilidad y las dudas de una mujer enfrentada a las presiones del poder, las expectativas de su cargo y la dedicación hacia su país, al que ella misma considera su ‘hijo’.  Por su parte, Nicolás Perez Costa se desdobla de su faceta de director y nos ofrece una interpretación magistral donde captura la inteligencia sutil y la astucia política de la reina escocesa, mientras que al mismo tiempo revela su espíritu apasionado y su inquebrantable determinación. A través de este actor argentino, participante en infinidad de obras, María Estuardo cobra vida en el escenario como un símbolo de resistencia y perseverancia.

La puesta en escena cautiva los sentidos, la imaginación del público y está cuidadosamente concebida para crear un ambiente lleno de simbolismo. La escenografía se presenta como un ejemplo magistral de la simplicidad que es a la vez efectiva y evocadora. Con tan solo tres tronos en el escenario, se logra transmitir una sensación abrumadora de poder y autoridad. La disposición estratégica de estos tronos crea una atmósfera de tensión palpable, reflejando la rivalidad y los conflictos entre Isabel I y María Estuardo. El vestuario diseñado por Rubén Díaz es sensacional e infunde un nivel de realismo excepcional a la producción teatral. Cada detalle, desde las telas hasta los accesorios, está pensando para transporta al público a la época y al entorno de la corte real. Su autenticidad es tal que, en ocasiones, cuesta distinguir el rostro de los actores debido a a la magnífica caracterización de Patricia Yepes. Por último, la iluminación diseñada por el mismo Perez Costa dramatiza los momentos clave de la narrativa y subraya las emociones de los personajes. Los tonos cálidos envuelven los momentos de ternura y complicidad y los contrastes de luz y sombra intensifican los momentos de conflicto y tensión, añadiendo profundidad y textura al hecho teatral.

 

Con dos tronos, dos reinas, el teatro se convierte en un campo de batalla, donde la rivalidad entre dos titanes históricos cobra vida gracias a un libreto magistral y unas actuaciones sobresalientes, recordándonos que incluso en los corazones de las reinas más poderosas, late un conflicto que desafía el tiempo y el espacio.

 

Dramaturgo: Pepe Cibrian

Dirección: Nicolás Perez Costa

Reparto: Nacho Guerreros y Nicolás Perez Costa

Vestuario: Rubén Diaz

Maquillaje y peinado: Patricia Yepes

Producción: El tío Caracoles, Rocamboleska e IFAM

Diseño de luces: Nicolas Perez Costa

 

 

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