¿Cómo una simple cena entre amigos y familiares puede convertirse en un campo de batalla verbal y quién sabe si algo más? Esta obra puso su punto y final a la temporada en el Teatro La Latina y nos recuerda que, a veces, los secretos mejor guardados y las tensiones latentes pueden desatarse con algo tan trivial como el nombre de un bebé.
El libreto, escrito por Matthieu Delaporte y Alexandre de la Patelliêre, nos presenta a Vicente (David Carrillo), que va a ser padre por primera vez y acude invitado a cenar a casa de su hermana Isabel (Violeta del Capo) y su marido Pedro (Leo Rivera), donde también está su amigo de la infancia Carlos (Raúl Peñalba). Más tarde aparece Ana (Isa Dugo), su embarazada mujer quien, como siempre, viene con retraso. En la velada le plantean todo tipo de cuestiones sobre su futura paternidad y los cambios que esto supone en la vida de una pareja, sin perder nunca el sentido del humor. Ahora bien, cuando le preguntan si ya ha escogido un nombre para el futuro niño, su respuesta deja a todos boquiabiertos. Esta será la espita que propicie un rosario de discusiones y conflictos de magnitudes desconocidas.
El encargado de la adaptación del texto es Jordi Galcerán, a mi juicio uno de los mejores adaptadores del panorama teatral con exitosos trabajos en El método Grönholm (2003), Burundanga (2011) o El Crédito (2013) , quien ha conseguido trasladar la mordacidad y el humor ácido de la obra original francesa al contexto español con una naturalidad envidiable. Los diálogos son ágiles y afilados, llenos de réplicas ingeniosas y momentos de tensión perfectamente calibrados. Resulta sorprendente, una vez visionada la función, cómo con un primer conflicto aparentemente banal, como el nombre de un niño, puede desencadenarse una serie de eventos que expanden los focos de acción y convierten simples desacuerdos en conflictos de proporciones monumentales, en los que todos los presentes se ven inevitablemente envueltos.
Otro aspecto relevante es la cercana, inmediata y sencilla identificación con los personajes de la obra; cualquiera de nosotros nos podemos encontrar en esa misma situación en un grupo familiar o de amigos, ya sea por un viejo rencor guardado o la necesidad de tomar partido por algo o alguien. En definitiva, el libreto refleja la fragilidad de las relaciones humanas y cómo las expectativas y percepciones individuales influyen en nuestra manera de interactuar con los demás. A través del humor mordaz y de situaciones cómicas, también aborda la importancia del perdón, la empatía y la capacidad de reírnos de nosotros mismos incluso en medio de los conflictos. La forma en que los personajes enfrentan y resuelven sus diferencias con humor y comprensión muestra una visión optimista y sugiere que, a pesar de los desacuerdos, el amor y la amistad pueden prevalecer. De hecho si me permiten un apunte jocoso, ojalá todos los conflictos de la vida real pudieran manejarse con el mismo sentido del humor que impregna esta representación. En definitiva, Galcerán mantiene el equilibrio justo para que el público se ría a carcajadas mientras reflexiona sobre las complejidades de las relaciones humanas.
Gabriel Olivares, reconocido por su maestría en comedias como Burundanga (2011), La cuenta (2021) o El Reencuentro (2018), demuestra su destreza al dirigir esta obra de ritmo frenético, lances dialécticos y diálogos ágiles. Su dirección precisa permite que el humor mordaz y las tensiones fluyan de manera natural. Otra de las grandes fortalezas es su capacidad a la hora extraer todo el potencial del reparto. Aquí trabaja con cinco actores cuyos personajes cuentan con una personalidad fuerte y una importancia crucial en la acción. Olivares sabe cómo dirigirlos para que cada uno aporte su energía única a la escena, asegurando que ningún rol quede relegado a un segundo plano. Este enfoque coral es esencial para el éxito de la obra, ya que la interacción entre todos ellos es lo que impulsa la trama y genera la comedia. La puesta en escena también merece reconocimiento. Utiliza el espacio de manera eficiente, creando un ambiente íntimo y creíble para reflejar el entorno familiar de la cena. La disposición del escenario y la dirección de los movimientos de los actores contribuyen a la sensación de entropía controlada, enfatizando la intensidad de las interacciones y los conflictos.
David Carrillo interpreta a Vicente, cuya elección del nombre para su futuro hijo desencadena el caos de la noche. Este actor –Climax (2015), El crédito, (2022) – ofrece una actuación carismática y vibrante, capturando la esencia provocadora y desenfadada del papel. Su habilidad para manejar el humor y la tensión en el escenario es notable, ya que consigue que cada línea y cada gesto mantengan al público al borde de sus asientos. Dada su faceta de doblador, los cambios de registro vocal son sensacionales y acrecientan las risas de los presentes. Isa Dugo aporta frescura y espontaneidad como Ana, la esposa embarazada de Vicente. Su química con Carrillo es palpable y su actuación añade una capa de autenticidad y calidez a la dinámica grupal. Esta actriz y gestora cultural captura la mezcla de nerviosismo y determinación de Ana, ofreciendo una interpretación notable.
Por otra parte, Leo Rivera da vida a Pedro, un hombre erudito con altas dosis de soberbia y vanidad. Este incombustible actor –que bien le vale musicales, Golfus de Roma (2021), 50 Sombras (2024), que comedias, El crédito (2022), Escape Room (2022) – aporta una presencia sólida y equilibrada, manejando con destreza las frustraciones e inseguridades. A su vez, añade profundidad y autenticidad a su personaje para convertirlo en un pilar fundamental de la acción. Su interacción con Carrillo es una de las piezas clave de la comedia, proporcionando algunos de los momentos más hilarantes y conmovedores de la obra. A su lado, Violeta del Campo brilla en su papel de Isabel, la anfitriona de la cena que se esfuerza por mantener la paz mientras lidia con sus propios conflictos internos. Esta actriz ofrece una interpretación rica en matices, capturando tanto la fortaleza como la vulnerabilidad de Isabel. Su capacidad para transitar entre momentos de comedia y de mayor profundidad emocional, con un monólogo final para enmarcar, es particularmente destacable. Del Campo hace de su papel un personaje profundamente humano y cercano, con quien el público puede identificarse fácilmente.
Por último, Raúl Peñalba ofrece una interpretación sensible y matizada de Carlos, el amigo de la familia que se encuentra en el centro de algunas de las revelaciones más sorprendentes de la noche. El actor, con papeles destacados en teatro clásico, trata a su personaje, a menudo el blanco de las bromas, con dignidad y profundidad, revelando las capas ocultas de Carlos a medida que avanza la trama. Su actuación permite al público ver más allá de la superficie, mostrando las complejidades y los conflictos internos que definen a su personaje.
Versión: Jordi Galceran
Autor: Matthieu Delaporte y Alexandre de la Patelliêre
Dirección: Gabriel Olivares
Reparto: Leo Rivera, David Carrillo, Violeta del Campo, Isa Dugo y Raúl Peñalba