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Año VIIINúmero 376
30 OCTUBRE 2024

El padre: Un tributo a la resiliencia del amor y la familia ante la demencia

Adentrarse en esta obra es sumergirse en un fascinante viaje a través de la mente humana y las complejidades de las relaciones familiares. Con la promesa de una noche llena de reflexión, humor y profundidad emocional, el emblemático Teatro Bellas Artes invita a los espectadores a explorar los laberintos del alma y las emociones más profundas. Entre visos de cordura y desconcierto, El padre ofrece una experiencia teatral que agita y remueve conciencias, dejando una huella imborrable en quienes tienen el privilegio de presenciarla.

Escrita por el aclamado dramaturgo Florian Zeller, autor de los títulos La madre y El hijo, que completan la trilogía familiar, nos adentramos en la vida de Andrés (José María Pou), un hombre de setenta y seis años que está perdiendo la memoria. A pesar de los esfuerzos de su hija, Ana (Cecilia Solaguren), por ayudarlo, Andrés se muestra reacio a aceptar cualquier tipo de asistencia y rechaza a todos los cuidadores que se le presentan. Con el paso del tiempo, comienza a cuestionar su propia percepción de la realidad, dudando de sus seres queridos y de su propia mente. La obra nos lleva en un viaje emocional a través de la mente de Andrés, donde se mezclan momentos de humor, confusión y profunda emotividad.

El libreto del dramaturgo francés vivo más representado fuera de Francia, es una obra maestra de construcción dramática que cautiva a los asistentes desde el primer momento. Zeller nos introduce hábilmente en la mente de su protagonista y, a través de una narrativa intrigante y emotiva, desafía las expectativas y juega con la percepción de la realidad. En lugar de ser meros espectadores del deterioro del protagonista desde afuera, el público se sumerge en sus confusiones, dudas y miedos, experimentando de manera directa y simultánea a él un torbellino de emociones y situaciones desconcertantes. Esta inmersión nos permite comprender de forma más profunda y vívida los desafíos de enfrentar la pérdida de memoria y la angustia que ello conlleva, brindando una experiencia teatral emocionalmente intensa y reveladora. A su vez, nos obliga a reflexionar sobre la fragilidad y la capacidad y mutabilidad del ser humano para enfrentar la incertidumbre y la ambigüedad de la vida.

Por otra parte, el libreto, con una traducción inteligente y exquisita de Joan Sellent, no se limita a explorar el aspecto médico de la enfermedad, sino que también aborda las complejidades emocionales y psicológicas asociadas. A través de los diálogos y las interacciones entre los personajes, Zeller nos brinda una visión íntima de las luchas internas de Andrés y de cómo estas afectan a su relación con su hija, Ana, y con los demás personajes. A través de esta exploración detallada, la obra ofrece un conmovedor y extrapolable ejemplo de las tensiones y desafíos que enfrentan las familias al lidiar con el alzhéimer y el envejecimiento de sus seres queridos. Profundiza en el amor, la compasión, la frustración y el sacrificio presentes en estas relaciones durante tiempos difíciles.

La dirección de Josep Maria Mestres es un testimonio de su vasta experiencia y su profundo entendimiento del arte teatral. Con más de 60 espectáculos dirigidos en su carrera, demuestra una vez más su destreza para llevar a escena propuestas cautivadoras y conmovedoras. Lo más notable en esta producción es su capacidad para dar vida a la complejidad emocional de la obra y sus personajes. A través de una meticulosa atención al detalle y una cuidadosa selección de gestos y movimientos, Mestres logra transmitir la angustia, la confusión y la vulnerabilidad de los personajes de una manera que resuena profundamente con la audiencia. Somos testigos directos gracias a su habilidad para transportarnos a su mundo interior. De este modo, nos convertimos en los ojos del protagonista, experimentando su realidad distorsionada de primera mano.

Además, la habilidad de su batuta mantiene un equilibrio entre los momentos de humor y los de profunda emotividad. La obra, con su mezcla única de comedia y tragedia, requiere de un director capaz de navegar con destreza por estos tonos contrastantes, y él lo logra con maestría. Otro aspecto destacado de la dirección de Mestres (licenciado en Ciencias de la Educación por la Universidad de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre de la Diputació de Barcelona) es su manejo del ritmo y la tensión dramática. La obra fluye de forma orgánica de un momento a otro, manteniendo al público completamente absorbido en la historia desde el principio hasta el final. Los cambios de escena se realizan con fluidez y eficiencia, creando una experiencia teatral que es tanto emocionante como envolvente.

La actuación del reparto es una verdadera obra maestra que eleva la producción a nuevas alturas. Encabezado por talentosos actores y actrices de probada solvencia, el elenco brinda interpretaciones sobresalientes de complejos personajes creados por Florian Zeller. La actuación de José María Pou como Andrés es sensacional y cautivadora. Desde su primera aparición en escena, este actor de dilatada experiencia encarna magistralmente la profundidad de su papel mientras transmite su carácter socarrón pero vulnerable. Su expresión facial, gestos y tono de voz capturan la lucha interna de Andrés ante la pérdida de memoria, generando una empatía inmediata en el público. Pou demuestra una versatilidad excepcional al navegar entre momentos de humor y emotividad en una representación matizada y totalmente convincente. Su habilidad para transmitir la humanidad del personaje conecta al público con su dolor y confusión y hacen de su actuación uno de los puntos más destacados de la producción. Probablemente estemos ante una de las mejores interpretaciones masculinas de la temporada.

Cecilia Solaguren, en el papel de Ana, la hija de Andrés, ofrece una actuación sobresaliente. A través de sus expresiones faciales y corporales, la actriz, con más de una veintena de obras teatrales, logra transmitir el amor incondicional de Ana por su padre, así como su frustración y desesperación ante la imposibilidad de detener el avance de la enfermedad. Esta dualidad emocional coincide con una increíble capacidad para evolucionar a lo largo de la obra, mostrando la transformación gradual de Ana a medida que enfrenta los desafíos y las adversidades que se le presentan.

El resto del elenco conformado por Elvira Cuadrupani, Jorge Kent, Alberto Iglesias y Lara Grube, brinda interpretaciones igualmente destacadas que enriquecen la producción en su conjunto. El reparto femenino, representado por Cuadrupani y Grube, ofrece una mirada conmovedora y a menudo pasada por alto sobre aquellos, normalmente mujeres, que dedican sus vidas al cuidado de los demás, especialmente en el caso de personas aquejadas de demencia. Por otro lado, el reparto masculino, encabezado por Kent e Iglesias, resalta cómo los miembros de la familia y allegados no siempre están preparados para lidiar con las complejidades emocionales surgidas por la convivencia de una persona enferma. Esta dinámica entre los diferentes miembros del elenco aporta profundidad y riqueza al retrato de las relaciones familiares y las experiencias humanas.

La escenografía de Paco Azorín complementa la acción de la obra con puertas y armarios que se abren y cierran, y fondos en un segundo plano que otorgan profundidad al escenario. Esta meticulosa atención al detalle crea una atmósfera sobria y realista y busca acoger al observador sin distracciones y trasportarle a las viviendas donde se desarrolla la acción. Por último, el diseño de iluminación de Ignasi Camprodon es sensacional y está diseñado para sumergir al espectador en la acción de la obra. Las luces cenitales generan un sentido de desconcierto tanto para el protagonista como para la audiencia y conforman una atmósfera envolvente que refleja la confusión y la angustia del personaje principal. Además, el uso del fundido a negro marca de manera efectiva el fin de la acción, proporcionando un cierre impactante y definitivo a cada escena.

 

Con un libreto que explora las profundidades del alma humana, una dirección que guía al espectador con maestría a través de un viaje emocional inolvidable y actuaciones conmovedoras que dan vida a personajes complejos y vulnerables, El Padre se erige como un testamento al paso del tiempo, la fragilidad de la existencia y la fuerza del amor y la familia.

 

Título original: Le Père

Autoría: Florian Zeller

Traducción: Joan Sellent

Dirección: Josep Maria Mestres

Reparto: José María Pou, Cecilia Solaguren, Elvira Cuadrupani, Jorge Kent, Alberto Iglesias y Lara Grube

Escenografía: Paco Azorín

Vestuario: Nina Pawlowsky

Iluminación: Ignasi Camprodon

Espacio sonoro: Jordi Bonet

Caracterización: Núria Llunell

Dirección de producción: Maite Pijuan

Producción ejecutiva: Àlvar Rovira

Dirección técnica: Moi Cuenca

Coordinación técnica: David Ruiz

 

 

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