Els Joglars nos transporta al presente, a bordo de un majestuoso velero que surca el golfo Pérsico. don Juan Carlos I, junto a sus asistentes y un grupo de amigos, se embarca en esta travesía en alta mar con un propósito muy particular: agasajar a sus invitados con una paella cocinada por él mismo. Sin embargo, este idílico escenario marítimo se convierte en el telón de fondo de una sátira feroz, donde las olas del humor chocan con los episodios más destacados de la vida del monarca.
La dramaturgia lleva la firma de dos gigantes de la escena española: Albert Boadella y Ramon Fontserè. Estos dos maestros de la literatura teatral han tejido un tapiz escénico donde la agudeza y la inteligencia son los hilos conductores. Boadella, conocido por su enfoque provocador y su perspectiva única, aporta su destreza para hilar situaciones cómicas que desentrañan la complejidad de la vida del mencionado rey. Fontserè, por su parte, eleva la trama con su visión, infundiendo momentos trágicos y cómicos con una maestría que solo un veterano de la escena puede lograr. A partir de un relato aparentemente sencillo, el libreto se convierte en un calidoscopio de reflexiones que penetran en la esencia del modelo de Estado, la ejemplaridad de los servidores públicos y el papel desempeñado por Juan Carlos I en la historia de España. Cada escena, cada interacción entre los personajes, actúa como un pincel que va delineando los matices de la política y la sociedad española. Además, la elección de situar la historia en un lujoso velero en el golfo Pérsico añade una dimensión simbólica única al libreto. La metáfora del viaje en alta mar se convierte en un reflejo de la travesía de Juan Carlos I, un exiliado que busca reconciliarse con su pasado, mientras que las olas sirven como testigos silenciosos de la turbulenta historia que se desenvuelve en el escenario.
Enfrentándose a la figura compleja de nuestro rey, los dramaturgos adoptan una posición única y valiente. Lejos de caer en la trampa de la idolatría o el vilipendio y alejándose de las polarizaciones típicas de la sociedad española, su enfoque se centra en la caricaturización de la personalidad del emérito y en la representación humorística de los episodios significativos de su vida sin rozar la simplificación o ridiculización. Es un acto de equilibrio que invita a la audiencia a contemplar al rey desde una perspectiva humana, fresca y lúdica. A pesar de esta brillantez y agudeza, considero que el libreto carece de un conflicto dramático sólido. Introducir un dilema personal más profundo para el personaje central o secundarios podría añadir una dimensión más compleja a la trama y realzar aún más el potencial reflexivo y emotivo de la obra.
La dirección recae en el propio Boadella, 2036 Omena-G (2010), La cena (2008), quien continúa con la esencia simbólica del libreto y destaca por su capacidad para equilibrar la sátira con momentos de profundidad emocional, tejiendo así una narrativa teatral que va más allá de la mera caricatura y superficialidad cómica. La farsa, por otro lado, se convierte en el vehículo para las interacciones entre los personajes, generando situaciones cómicas y enredos que añaden un toque de ligereza a la trama. La combinación de estos elementos teatrales crea un ambiente dinámico y entretenido. Por otro lado, el también ensayista y director de cine, logra plasmar con maestría la soledad latente del monarca, convirtiéndola en una presencia tangible a lo largo de la obra y conformando un elemento narrativo central que enriquece la comprensión del espectador.
El reparto brilla con una actuación magistral, destacando especialmente la interpretación inolvidable de Ramón Fontseré en el papel del rey Juan Carlos. Su actuación se erige como un tour de force teatral, donde logra imitar no solo la voz, sino los gestos faciales y corporales característicos del monarca. Miembro de la Compañía Els Joglars desde 1983 y director de la misma desde diciembre de 2012 se convierte en el epicentro de la obra, llevando al público a través de una experiencia teatral única con su habilidad para encarnar la personalidad áspera y a la vez entrañable del protagonista. Su capacidad para mezclar la sátira con la empatía crea un retrato tridimensional del personaje, donde cada gesto y entonación contribuye a la riqueza de la representación.
Otro de los personajes, a mi modo de ver esencial pese a que pueda pasar desapercibido, es el interpretado por Bruno López-Linares. Su papel como joven antagonista añade una capa juglaresca a la obra y ofrece una perspectiva fresca y directa que replica de manera ingeniosa al rey Juan Carlos. Su personaje, además, se convierte en el portavoz de la voz de la juventud contemporánea, compartiendo de manera franca y lúdica lo que piensan de la figura monárquica. La inclusión de referencias al legado de Shakespeare, un dramaturgo maestro en la representación de monarcas, agrega un nivel de complejidad y sofisticación al personaje interpretado por este joven y prometedor actor. Si me permiten un juego de analogía interpretativa, evoca similitudes temáticas con algunos reyes de las obras del dramaturgo inglés. Su abdicación en favor de su hijo refleja un paralelismo con el rey Lear, quien también divide su reino entre sus hijas. La indecisión y los dilemas morales experimentados por nuestro protaginista se asemejan a los conflictos internos de Hamlet. Además, la exploración de la legitimidad, la codicia, la corrupción, el poder y las consecuencias políticas en la vida del jefe de Estado se conectan con temas presentes en Ricardo II y Macbeth.
Como no puede ser de otra manera, las figuras femeninas están presentes. La primera de ellas es interpretada por Pilar Sánchez, quien encarna a una escritora y amiga íntima del monarca. La interpretación de esta actriz infunde a Carmela con una mezcla de sofisticación y complicidad. Todo lo contrario que el papel interpretado por Dolor Tuneu, como una mujer sometida a comportamientos machistas envueltos en una aparente campechanía. La rivalidad histórica con los ingleses se materializa con el Capitán Hackett, a quien da vida Martín Salvat. Por último, tampoco podía faltar la figura del cortesano sostenida por Javier Villena. En definitiva, cada personaje representa a una o varias personas que han jugado un papel fundamental en la vida del monarca y permite a los espectadores fabular sobre la identidad real de cada uno de ellos.
La obra, a modo de resumen, se erige como un viaje a ninguna parte, una revisión sin concesiones de su vida que, en un contexto shakespeariano, se asemejaría a una tragedia del rey en el ostracismo. Una pieza teatral que, como la vida de don Juan Carlos, se adentra en la complejidad de la historia española de los últimos 50 años con humor, tragedia y una profunda introspección. En el Golfo Pérsico en 2023, el exmonarca, anciano y exiliado, busca reconectar con su patria mediante una fiesta para degustar una paella. ¿Les suena de algo?
El Rey que Fue, es un intrigante rompecabezas teatral, donde los ingredientes de la tragicomedia se mezclan en un banquete simbólico, trazando la compleja esencia de la vida y la historia de Juan Carlos I con una maestría única
Dramaturgos: Albert Boadella y Ramon Fonstserè
Dirección: Albert Boadella
Espacio escénico: ELS JOGLARS
Reparto: Ramón Fontseré, Pilar Sáenz, Dolors Tuneu, Martí Salvat, Bruno López-Linares y Javier Villena
Vestuario: Pilar Sáenz
Iluminación: Bernat Jansà
Espacio sonoro: David Angulo
Comunicación: Oriol Camprubí
Diseño gráfico: NYAM Agencia Creativa / Manuel Vicente
Producción ejecutiva: Montserrat Arcarons
Ayudantía de dirección: Alberto Castrillo-Ferrer
Distribución: ELS JOGLARS