Cumplir 30 años marca un hito en la vida de muchas personas, un momento donde la juventud parece ceder paso a la madurez, y con ella llegan preguntas sobre el sentido de la vida, las decisiones pasadas y el futuro que aún queda por construir. Es una etapa de redescubrimiento personal, donde las certezas de los veinte se desvanecen y surgen nuevas dudas, miedos y anhelos. En este contexto de cambios y reflexiones, la obra «Empezar a los 30» se presenta como un espejo de esta experiencia universal, abordando con humor, ternura y cruda honestidad lo la realidad de alcanzar esta edad crucial. Tanto si todavía no has cruzado la treintena y quieres saber a qué vas a enfrentarte, como si ya lo has hecho y quieres verte reflejado en escena, puedes asistir a esta representación en los Teatros Luchana.
La trama nos presenta a Esther y Arancha, amigas inseparables desde siempre, quienes están a punto de dar un gran paso: mudarse juntas a Madrid para perseguir su sueño de convertirse en actrices. Sin embargo, el destino les tiene preparada una sorpresa: justo antes de dar el salto, Arancha recibe una propuesta de matrimonio de su novio Darío. Sin pensarlo dos veces, esta acepta y deja a Esther tirada, sola y desorientada en un diminuto y deprimente zulo, con la única compañía de un vecino extremadamente raro, una mascota improvisada y la abrumadora sensación de que su vida está en un callejón sin salida.
El libreto de Estela Algaba (“#Celos”, “Otelo”, “Pacto con el Diablo”) se presenta como una comedia de situaciones que, en su esencia, captura a la perfección las luchas y realidades de la generación Z. Con un humor sagaz y momentos de reflexión profunda, la titulada en la especialidad Interpretación de Texto por la ESADCyL logra plasmar en el escenario los desafíos de esta generación, desde la inestabilidad laboral hasta la precariedad en la búsqueda de una vivienda digna. Estos problemas, tan cercanos y palpables para el público joven, se despliegan de manera orgánica en la vida de Esther, la protagonista, haciendo que la comedia emerja de las propias circunstancias y no de forzados gags o situaciones inverosímiles. La dificultad de encontrar trabajo, especialmente en un campo tan competitivo como la actuación, se entrelaza con la frustración de vivir en un minúsculo apartamento en Madrid, un lugar que casi se convierte en un personaje más de la obra, reflejando la soledad y el desencanto de la vida adulta.
En este sentido, «Empezar a los 30» me recuerda a una sitcomedy, con sus escenas cortas y fundidos a negro para delimitar el final de cada acto, recordando al público la naturaleza episódica de la vida misma. Sin embargo, donde la obra podría ganar en fuerza es en la claridad y evolución del conflicto central. Aunque Esther se enfrenta a diversas pruebas, la trama tiende a dispersarse, careciendo de un desarrollo más nítido que conduzca a un clímax contundente. El desenlace, pese a ser efectivo, llega de manera repentina y deja una sensación de cierre acelerado en comparación con el ritmo pausado y detallado de los actos previos. Pero estos aspectos no disminuyen el valor de la obra, pues «Empezar a los 30» cumple con creces su propósito: entretiene, divierte y, sobre todo, hace reflexionar. Con una inteligencia práctica y un visión realista, el texto de Estela Algaba invita al público a reírse de las miserias cotidianas mientras ofrece un retrato honesto y auténtico de lo que significa ser joven y soñador en la España de hoy.
La fundadora de Zaragodzilla Teatro también revela un dominio notable de herramientas y técnicas teatrales, desplegadas con maestría a lo largo de la obra. Uno de los recursos más destacados es la figura imaginaria, a modo de demiurgo, manifestada a través de la disociación mental de Esther. Este uso añade una capa de complejidad a la narrativa y enriquece el tono de la obra al permitir una exploración más profunda de sus conflictos internos. El “yo fraccionado” se convierte así en un vehículo para acceder a los pensamientos y emociones más íntimos de la protagonista, mientras que la interacción con esta figura semi-imaginaria introduce un dinamismo teatral elevando la experiencia escénica.
La dirección de Javier Gallego es un claro ejemplo de cómo captar la esencia de un libreto y llevarlo a su máxima expresión, trasladándolo al escenario con una naturalidad cautivadora. Su propuesta es enérgica y dinámica, manteniendo un ritmo vibrante que refleja la intensidad de las experiencias de los personajes. Gallego también incorpora toques picantones con sutileza, añadiendo chispa y sin desvirtuar el tono realista de la obra. Su capacidad para resaltar la verdad emocional de las situaciones cotidianas es notable, donde cada escena se siente auténtica y conectada con el público. Con un enfoque decidido y seguro, el también actor convierte «Empezar a los 30» en una experiencia teatral divertida y, al mismo tiempo, resonante con la realidad de toda una generación.
El joven reparto se desempeña de manera sobresaliente, aportando vida y autenticidad a cada uno de sus personajes. Los dos actores y actrices logran capturar la esencia de su rol, contribuyendo al equilibrio y dinamismo de la obra. El foco recae en la propia Estela Algaba, quien encarna a la perfección a una mujer de 30 años atrapada entre sus sueños y la dura realidad de la vida en la gran ciudad. Su interpretación es fresca y genuina, al llenar el escenario con una energía, lidiando con el carácter asocial de su papel, oscilante entre la comedia y el drama con una naturalidad impresionante y haciendo partícipe al púbico de sus luchas y triunfos. A su lado, María del Mar Basas brilla en su interpretación de Arancha con una presencia escénica firme y serena, como uno de los pilares de la obra. Su actuación es contundente, manejando con gran habilidad el desafío de interpretar un papel semi-imaginario que le permite explorar una amplia gama de registros. Como la alucinación de Esther, la actriz y modelo, diplomada en Interpretación para cine y televisión, equilibra a la perfección la comedia y la reflexión, logrando que su personaje sea tanto un apoyo emocional como una voz crítica y humorística. Su capacidad para transitar de momentos de hilaridad a otros de mayor introspección demuestra su versatilidad y profundidad como actriz.
Por su parte, Higinio Vela se enfrenta al reto de interpretar al vecino opositor, un personaje a primera vista un tanto extraño, pero que en manos de Vela se convierte en una figura compleja y entrañable. Con su aire de inseguridad y su amor por la pintura, este actor logra capturar la esencia de un hombre atrapado entre sus aspiraciones y sus miedos, aportando matices que enriquecen el carácter de este extravagante vecino. Por último, Fran Jiménez interpreta a varios personajes, pero se destaca en la disociación mental del anterior. Este actor encarna una versión fiestera y dicharachera con gran vitalidad, ofreciendo un contraste marcado y divertido con la actitud correcta, torpe y reservada del vecino en la vida real. Su interpretación es enérgica y llena de carisma, inyectando un toque de extravagancia que aporta frescura a la obra.
La escenografía de Estela Algaba y Miguel Salinero, aun simple, está inteligentemente integrada en la narrativa, utilizando objetos capaces de aumentar la comicidad y sumergirnos en el mundo de la obra con efectividad. El diseño de iluminación de Miguel Salinero complementa perfectamente esta puesta en escena, capturando cada momento con precisión, resaltando las emociones y manteniendo el ritmo visual de la obra. En conjunto, estos elementos técnicos se alinean armoniosamente con la dirección y el libreto, contribuyendo a una experiencia teatral completa y divertida.
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