La Sala Cándido Lara del Teatro Lara acoge una comedia que combina el humor grotesco con una reflexión profunda sobre las aspiraciones y desilusiones del mundo actoral. Proveniente de su éxito rotundo en Miami con el sello de calidad de El Tío Caracoles, Estrelladas aterriza con acierto en Madrid hasta el mes de septiembre.
La trama gira en torno a Emma (Goizalde Núñez), una actriz cuya carrera ha sido un constante desfile de fracasos y olvidos, y Tania (Ana Belén Beas), una superviviente del mundo nocturno cuyo mayor escenario ha sido la barra de un burdel. La dinámica entre estas dos mujeres, forzadas a compartir camerino en un teatro de Miami, es el corazón de la obra. La veteranía ilusa de Emma y la cruda ingenuidad de Tania chocan y se entrelazan en un baile de egos y desencuentros que no deja indiferente a nadie; más aún al aparecer un invitado no esperado por nadie.
El libreto, escrito por Antonia Moreno, se mueve con destreza en el terreno de la comedia del absurdo. Aunque la trama pueda parecer débil y el conflicto principal tarda en aparecer y no alcanza una gran profundidad, estos aspectos no son realmente relevantes en este tipo de obras. La comedia del absurdo, en su esencia, busca la representación de la condición humana como carente de sentido, y esta producción de Miguel Ángel Chulia lo logra con gran efectividad. Los personajes de Emma y Tania son deliberadamente reducidos a arquetipos, desprovistos de una profundidad psicológica compleja. En lugar de desarrollarse como individuos con matices, se enfrentan a situaciones ilógicas e inexplicables que subrayan la futilidad y la incoherencia de la existencia. Esta falta de comunicación efectiva entre ambas es un reflejo de la incomunicación humana en general, un tema recurrente en el absurdo.
El camerino, ese espacio íntimo donde los artistas pasan horas y horas, se convierte en un escenario clave. Es aquí donde se tejen hilos de unión y confianza entre Emma y Tania. En una profesión marcada por la temporalidad y las condiciones no siempre óptimas, especialmente para artistas no tan jóvenes, las confidencias y la camaradería se vuelven esenciales. Moreno capta perfectamente este ambiente, mostrando cómo las largas horas compartidas en el camerino permiten a las actrices encontrar un terreno común, a pesar de sus diferencias y conflictos iniciales. La acción no sigue una estructura narrativa clásica. Las situaciones son repetitivas, con voz en off incluida, y los diálogos, a menudo inconexos, refuerzan la sensación de desorientación y caos. Sin embargo, es precisamente en esta aparente anarquía donde reside la fuerza de la obra. Moreno utiliza estos elementos para crear una atmósfera en la que el espectador se ríe no solo de las circunstancias ridículas de los personajes, sino también de la absurda naturaleza de la vida misma. La habilidad de esta dramaturga para manejar el ritmo y la cadencia de los diálogos asegura que, a pesar de su estructura poco convencional, la obra mantenga al público comprometido y entretenido de principio a fin. La mejor muestra de que, a pesar de contextos difíciles como el atravesado por Moreno, con cariño, amor y perseverancia, hay espacio para mantener una actitud positiva y luchadora.
La dirección recae en Ana Belén Beas y Goizalde Núñez, quienes a su vez se desdoblan y son las actrices protagonistas. Ambas directoras han sabido construir y destacar los rasgos de cada personaje con una precisión admirable, lo que convierte a la obra en una experiencia teatral rica y multifacética. La influencia del humor absurdo es evidente a lo largo de la representación, manifestándose en frases y situaciones repetitivas, una gestualidad marcada y una tendencia hacia lo grotesco y la exageración. Cada gesto, mirada y palabra están calculados para maximizar el efecto cómico y absurdo. Su dirección conjunta ha optado por una estilización del comportamiento de los roles protagónicos, llevándolos al extremo sin perder de vista la coherencia interna de la comedia del absurdo.
Ana Belén Beas brilla con una interpretación que captura a la perfección el arquetipo de una mujer de intelecto llano y carácter chabacano, pero con una notable capacidad de supervivencia. Su personaje, Tania, es directo, habla sin filtros y no teme expresar lo que piensa, aunque sus palabras puedan resultar hirientes. Beas, con su habitual versatilidad camaleónica, demuestra una vez más su habilidad para manejar una amplia gama de roles, desde los más ligeros y musicales como en Pretty Woman o Desencantadas, hasta los más profundos y complejos como en Doble o nada. Interpretar a Tania requiere una atención meticulosa debido a las características únicas del personaje: mantener una tonalidad aguda de voz, repetir frases de manera constante y exhibir una gestualidad facial y corporal exagerada. Estas demandas podrían fácilmente resultar agotadoras o monótonas, pero lejos de cansar, se convierten en elementos que el público espera con anticipación, generando risa y complicidad. Su actuación está llena de donaire, un término que encapsula su capacidad para dotar a Tania de un encanto peculiar y una autenticidad desbordante y digna de admiración.
Por su parte, Goizalde Núñez ofrece una actuación excepcional encarnando a Emma, una actriz venida a menos, con aires de grandeza y superioridad derivados de su linaje de dramaturgos. Emma es un personaje complejo, que combina la arrogancia con la vulnerabilidad, luchando con la falta de trabajo estable y coqueteando con la adicción a la bebida. Esta actriz, con su extensa experiencia en teatro, cine y series televisivas de éxito, aporta una profundidad y autenticidad que elevan a Emma más allá del estereotipo. Su personaje es directo y algo bruto, características acentuadas por su sangre euskalduna. Esta mezcla de cualidades permite a Núñez desplegar toda su vis cómica, haciendo que sea hilarante y conmovedor. Su capacidad para manejar el humor grotesco y la exageración sin perder de vista la humanidad de Emma es notable. La gestualidad y el lenguaje corporal de Núñez también elementos clave en su actuación. Cada movimiento y expresión están cargados de intención, subrayando la absurdidad y la desesperación del personaje. Mantiene una presencia escénica fuerte y magnética, a la vez que navega por los matices del humor absurdo y la crítica social, demostrando su maestría como actriz. Por último, Anaisabel Beas encarna a Dona, la sobrina inglesa de esta última. Parece mentira que tenga que ser ella, que no sabe español, quien ponga un poco de cordura entre estos dos personajes, en todos los sentidos del término.
La construcción escenográfica, a cargo de Javier Ruiz de Alegría, es un ejemplo de simplicidad y funcionalidad bien entendidas. Con un diseño que recrea un camerino, el también actor y artista plástico no necesita nada más para ubicar al espectador en el corazón del conflicto. La escenografía, aunque sencilla, está llena de detalles que reflejan el ambiente íntimo y a veces claustrofóbico donde se desarrollan las interacciones entre Emma y Tania. Cada elemento en escena, desde los espejos hasta los objetos personales, contribuye a crear una atmósfera auténtica que permite al público sumergirse en la historia. El diseño de vestuario de Silvina Falcón es igualmente eficaz, capturando con precisión la parte artística y excéntrica de las protagonistas, así como la lucha de egos que define su relación. En definitiva, ambos diseños se destacan por su capacidad de trasladar al espectador al mundo interno de Estrelladas, haciendo que cada detalle, por pequeño que sea, contribuya a la comedia y a la reflexión que la obra propone.
Producción general: El Tío Caracoles Production Company
Productor: Miguel Ángel Chulia
Dramaturga: Antonia Moreno
Dirección: Ana Belén Beas y Goizalde Núñez
Reparto: Ana Belén Beas, Goizalde Núñez y Anaisabel Beas
Diseño escenografía: Javier Ruiz De Alegría
Diseño de vestuario: Silvina Falcón
Diseño gráfico: Maktub Just Design
Técnico de iluminación y sonido: Alba Santiago
Fotografía: Moi Fernández
Prensa y comunicación: Carlos Rivera