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Faisandage, un cadáver delicioso: La exquisita ironía de morir para vivir eternamente

Una imagen de escena de la obra 'Faisandage'

Una imagen de escena de la obra 'Faisandage'

¿Interesado en una experiencia teatral para sumergirse en las profundidades de la vanidad humana y el deseo desesperado por trascender incluso más allá de la muerte? ¿Qué sucede cuando la obsesión por la inmortalidad choca con la realidad de la mortalidad? ¿Preparado para explorar los oscuros rincones de la psique humana mientras se enfrenta a la realidad inevitable de la vida y la muerte? Esta creación en el Teatro Luchana ofrece un viaje intrigante a través de estas complejas temáticas.

Magical Teatro nos presenta la historia de La Checha (Marina Muñoz), una millonaria envuelta en el glamour de Hollywood y enfrentada a la pena de muerte por el asesinato de sus vecinos ancianos. Consciente de su destino, busca trascender incluso más allá de la muerte y, para ello, contrata a Yaiza Abel (Zoraida Ballestero), una maquilladora tanatoestética, con el objetivo de convertirse en un cadáver irresistible. A medida que el relato avanza, nos introducimos en la compleja relación entre ambas, mientras nos enfrentamos a preguntas profundas sobre la naturaleza del amor, la mortalidad y la búsqueda de trascendencia.

En un paisaje teatral donde cada vez es más complicado la diferenciación e innovación, Faisandage, un cadáver delicioso, ganadora del premio del público a mejor obra en otoño 2023 en la Sala Tarambana, emerge como una propuesta nueva y rompedora, un faro de innovación y creatividad digno de elogio, por su audacia y su capacidad para desafiar las convenciones. Ozkar Galán teje una trama intrigante que se adentra en las profundidades de la naturaleza humana y el anhelo ardiente por superar los límites incluso en la esfera de lo eterno. Este dramaturgo, licenciado por la RESAD y creador de más de una treintena de textos entre obras de teatro, cortometrajes y relatos varios, utiliza el concepto del «faisandage» –una técnica culinaria que implica dejar que la carne se pudra para alcanzar su sabor perfecto– como metáfora de la transformación final que busca La Checha, la protagonista de la obra.

La arrogancia, el miedo a ser olvidado y el deseo de dejar un legado perdurable se entrelazan en una narrativa que desafía al espectador a reflexionar sobre la naturaleza de la existencia y el significado último de la vida y la muerte. A través de diálogos sutilmente elaborados y situaciones dramáticas con contrapuntos cómicos, Galán invita a explorar temas universales como la identidad, el poder y la eternidad, cuestionando las motivaciones detrás de nuestras acciones y las consecuencias de nuestras decisiones. En última instancia, nos lleva a enfrentarnos a nuestra mortalidad y nos desafía a encontrar significado y redención en un mundo marcado por la transitoriedad y la impermanencia. Como el mismo dramaturgo desvela, el amor maternal emerge como un elemento fundamental, actuando tanto receptor como portador de emociones complejas y motivaciones profundas. A lo largo de la trama, este vínculo maternal se entrelaza con otras formas de afecto, como el amor propio de La Checha y la conexión emocional entre los dos personajes, generando una red de relaciones que reflejan la complejidad y la riqueza del amor humano en todas sus facetas.

La dirección de Giselle Llanio es una sinfonía de elementos cuidadosamente integrados que elevan el hecho teatral. Inspirada por su vasta experiencia en televisión y cine, Llanio infunde a la obra una sensibilidad única, transformando el escenario en un microcosmos estético donde cada detalle cuenta. La inclusión pertinente del video de Lourdes Rodríguez añade una dimensión documental que enriquece la trama, ofreciendo al público una visión íntima y reveladora de los personajes y sus motivaciones. En un momento en el que las series documentales sobre personajes controvertidos están en auge, es un ejemplo sobresaliente de cómo este formato puede ser hábilmente incorporado al teatro para crear una experiencia aún más envolvente.

En su aspecto más direccional, esta directora con infinidad de trabajos en series de ficción televisiva crea un ambiente personal e íntimo donde las actrices brillan con una carga de subtexto emocional y una conexión palpable entre ellas. Su batuta meticulosa y reflexiva no solo garantiza la cohesión y fluidez de la narrativa, sino que también invita al espectador a sumergirse completamente en el mundo de la obra, donde la realidad y la ficción se entrelazan en una danza cautivadora.

La escenografía de Willy Mesa adquiere una relevancia fundamental al fusionarse e integrarse con el escenario creando dos espacios distintos pero interconectados: Por un lado, la sala de tanatopraxia, representada como un laboratorio clínico, se convierte en el foco central donde se libra la partida. Por otro lado, un espacio apartado sirve como un confesionario improvisado, donde las actrices se abren frente a una cámara para expresar sus testimonios más íntimos. Esta división escenográfica no solo añade profundidad a la narrativa, sino que también refleja la dualidad de la trama y la complejidad de los personajes. Además, el diseño de luces de Carlos Marcos Molins complementa perfectamente esta dualidad, con una iluminación fría y aséptica en el laboratorio y una intimista y personal en el segundo espacio.

El reparto, conformado por dos actrices, entrega actuaciones excepcionales que dan vida a los complejos y fascinantes personajes de la obra. Por un lado, Zoraida Ballestero interpreta a Yaiza Abel, una tanatoestética con una relación compleja tanto con los vivos como con los muertos. En su trabajo, muestra una seguridad y habilidad excepcionales al tratar con los cuerpos sin vida, donde se siente cómoda al no haber expectativas ni juicios. Sin embargo, su relación con los vivos es más complicada debido a su dificultad para enfrentar las complejidades y los desafíos emocionales de las relaciones humanas. A lo largo de la obra, esta actriz –con papeles en musicales como Nombre del Musical o Mamma Mía, y en obras como Los cuerpos desnudos o Días de Calor– explora esta dualidad con maestría, mostrando cómo la aparente seguridad de Yaiza se desmorona cuando se enfrenta a las demandas del mundo exterior. Nos regala apartes y soliloquios interpretados con seguridad y convicción.

Marina Muñoz destaca en su interpretación de La Checha, una famosa productora ejecutiva de algunas de las películas más prestigiosas que han salido de Hollywood en los últimos años, y ahora enfrentada a la pena de muerte. Su presencia escénica imponente y su carisma magnético, forjado a través de su experiencia en cortometrajes y series televisivas, dan vida a este personaje que rebosa determinación, una verdadera «muerta muy viva». Muñoz cautiva al público con una energía contagiosa, transmitiendo con naturalidad la complejidad interna de La Checha y explorando sus vulnerabilidades más profundas, mientras lucha por dejar un legado perdurable en el mundo, incluso después de su muerte. La química entre ambas actrices es palpable y conmovedora.

A través de sus interpretaciones magistrales, Muñoz y Ballestero logran crear una dinámica cautivadora, que va más allá de la simple interacción entre dos personajes. Esta relación enriquece la trama y añade una capa de profundidad emocional, haciendo que la experiencia teatral sea aún más gratificante y conmovedora.

Dramaturgia: Ozkar Galán

Dirección: Giselle Llanio

Reparto: Marina Muñoz y Zoraida Ballestero

Colaboración especial: Salvador Vidal y Marina Llácer

Ayudante de dirección: Leire Gil

Fotografía: Míriam Franco

Producción: Magical Teatro

Diseño de luces: Carlos Marcos Molins

Escenografía: Willy Mesa

Vestuario: Magical Teatro

Vídeo Presentación: Lourdes Rodríguez

Presentador Vídeo: Ernesto Ruíz Ramos

Retratos Vídeo presentación: Cándido Ruíz Rodríguez

Diseño Cartel: Claudio Bruno

Creación Máscara: R3D Impresiones

Con la colaboración de: Sala Tarambana y Nacho Bonacho

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