Una comedia inteligente, mordaz e ingeniosa con una dirección natural cercana y verosímil, de la mano de un entregado reparto, nos invitan a unirnos al fenómeno Fan
La Corona Producciones vuelve a la escena teatral con una propuesta de Jesús di Manuel, bajo la dirección de Eva Ramos y Laura Ledesma. Una noche lluviosa, Canadá observa el llanto desconsolado de Mónica a escasos metros de su portal. Lejos de pasar de largo, decide preocuparse por ella y le invita a subir a su ático para que le cuente su doloroso problema. Lo que en un principio comienza siendo una conversación vital entre un artista musical venido a menos y una joven afligida, terminará por convertirse en una velada con un secuestro, un reencuentro y muchas heridas del pasado que será necesario cerrar.
Confieso que no soy especialmente fan, si me permiten el chascarrillo, de grupis y grupos de alocados seguidores entorno a una celebridad con independencia del ámbito, que han servido de base para multitud de piezas cinematográficas; de ahí mi primera incertidumbre sobre esta obra. Pero, como expuso Descartes con la duda metódica, es el mejor método para llegar a la verdad; y la verdad, esta vez en el sentido hegeliano de absoluta, es que estamos ante una comedia inteligente, mordaz, bien construida y mejor rematada. Estos calificativos son atribuibles en primer grado a Jesús di Manuel, joven dramaturgo licenciado en Arte Dramático en la Escuela Superior de Arte Dramático de Málaga. Antes de entrar a valorar su libreto, reconozco que he seguido muy de cerca tanto sus anteriores trabajos como los de esta productora, por su incansable deseo de representar temas universales a través de personajes con los que la sociedad actual pueda sentirse identificada, en un tiempo en el que la cultura es más necesaria que nunca. Las dos propuestas anteriores, Una corona para Claudia y El grito de la tortuga, me fascinaron por la lucidez, cercanía y calidad y recuerdo que en una de mis críticas expuse que “tenía ganas de ver más”. Pues aquí está la oportunidad, que invito a los lectores a dejarla pasar.
Volviendo a la gramática del libreto, di Manuel construye un texto ingenioso –con momentos para el humor y con inclusión de elementos propios de thriller e instantes emotivos–, dotado de referencias actuales, con frases de doble sentido abiertas a la interpretación y desencadenantes de malentendidos y divertidos juegos de palabras que ahondan en la temática de la representación. Prácticamente cualquier obra se nutre de un conflicto nacido o propulsado por giros argumentales inesperados que, con mejor o peor fortuna, intentan sorprender al espectador. En esta que nos ocupa, los cambios en la construcción narrativa no son una herramienta más, sino la principal virtud del texto, capaz de crear subtramas, propiciar situaciones surrealistas, a cada cual más alocada, y unir con inteligencia y brillantez el destino de los protagonistas. El buen hacer del dramaturgo, vistas las caras de atención con muecas de sorpresa, consigue enganchar aún más al respetable y enriquecer el relato.
Otra de las sorpresas de la representación reside en la temática que, al igual que las capas de las cebollas, encierra muchas más de las aparentes. En una primera mirada, la obra aborda los entresijos del famoseo, la sobreexposición de los artistas y las relaciones obsesivas con tendencias enfermizas personificadas en el fenómeno fan en su grado más fanático. Puede parecernos anodino, pero desgraciadamente una vez más la realidad supera la ficción con, por poner un ejemplo reciente, la súplica de la cantante Aitana a la prensa de que no se le grabe en su casa tras mostrar su miedo hacia individuos que acuden a su domicilio a altas horas de la madrugada.
En un análisis más profundo, con un cuidado quirúrgico para no desvelar nada, el texto de di Manuel también aborda el precio de la fama, el endiosamiento de las celebridades, la disolución de amistades del pasado por traiciones, la lucha de egos y la soledad producida por el ocaso del éxito con los intentos de reconstrucción personal tras el fracaso. A diferencia de otras producciones, como señalan sus protagonistas, “no existe el juicio ni la crítica. No hay vencedores ni vencidos. Si alguien ha de ejercer de juez será el público… si consigue dejar de reír”. Porque no hay mejor forma de tratar y entender un asunto que a través del humor.
La dirección a dos manos de Eva Ramos y Laura Ledesma continúa en la senda del libreto y es capaz de plasmar y clarificar las tramas y subtramas. De su dirección, destacaría la facilidad para no desconectar de la acción fruto de la naturalidad, cercanía, verosimilitud, y exquisito aprovechamiento del espacio escénico, dado el conocimiento de ambas, de esta sala teatral. Como si lo de secuestrar a tu ídolo fuera algo normal. Bueno, mejor no demos ideas. A su vez, uno de los mayores esfuerzos interpretativos está en la desmedida y nada exagerada gestualidad facial y corporal del reparto, que complementa su actuación y acrecienta la risa de los presentes. No me parece menor, de hecho complementa lo anterior, que el elenco sea también coautor del libreto, pues aprecié una profunda conexión, traducida en complicidad, de todos sus integrantes, en una especia de arrebato liberador en connivencia.
Los encargados de pasar de las musas al teatro son un entregado trío capaz de capitalizar toda la carga dramatúrgica y direccional. Por su importancia en la acción, los ojos se centran en Jesús di Manuel como Canadá, una artista musical venida a menos. Como he afirmado, había visto a todo el reparto en obras anteriores y, sin duda a alguna, la actuación de este actor es la que más sorprendido me ha dejado, por la buena forma de llevar la batuta de la acción, su descarada presencia sin ápice de sobreactuación y su vis cómica nacida de la espontaneidad y naturalidad. Tampoco se queda atrás Laura Ledesma, quien encarna a Mónica, una joven afligida que encierra muchas sorpresas. Quizá sea el personaje que más evolucione de la obra, y Ledesma sabe cómo sostenerlo con acertados cambios de voz, pertinentes variaciones en su actuación en función de su rol y cambiantes estados anímicos. Por su parte, Jaime Riba da vida a Felipe, guionista de éxito e ídolo de Mónica, que recibe golpes físicos y emocionales por doquier. Su cambio de registro, respecto a obras anteriores, demuestra su versatilidad y actitud camaleónica, con un buen estado de forma en una actuación muy física.
La construcción escenográfica, a cargo de Tela Catola, es funcional, efectiva y adecuada para la ocasión, haciendo sentir al espectador como un protagonista más. Además del ya comentado buen aprovechamiento escénico con columnas incluidas, destacaría la cuidada y minuciosa decoración del apartamento, foco central de la acción. De hecho, es una de las propuestas visuales representadas en esta sala que más me convencen de este año. El corte modernista y surrealista va en consonancia con el colorido del vestuario –supervisado por Sandra Gimeno, como una extensión de la personalidad de los protagonistas– y la muy acertada y realista cartelería repleta de glamur, por el también glamuroso Jaime Riba. Por último, tanto el diseño de iluminación, por Alicia Pedraza, como el sonoro, terminan de situarnos en el ático de la fama.
Dramaturgo: Juan Jesús di Manuel
Dirección: Eva Ramos y Laura Ledesma
Coautores: Laura Ledesma, Jaime Riba y Eva Ramos
Reparto: Laura Ledesma/ Eva Ramos, Juan Jesús di Manuel y Jaime Riba
Producción: La Corona Producciones
Escenografía: Tela Catola
Iluminación: Alicia Pedraza
Diseño de sonido: La Corona Producciones
Técnico iluminación y sonido: Alicia Pedraza
Diseño gráfico: Jaime Riba
Fotografía: La Chula
Comunicación: Toniflix