Jaime Gili, conocido como “El imitador inimitable”, regresa a los escenarios con su nuevo espectáculo “Gamberro y romántico”, un show que tiene de todo: canciones, monólogos, chistes y un desparpajo que solo alguien como él puede convertir en un sello personal. Están invitados a asistir todos los jueves en el Pequeño Teatro de Gran Vía.
A diferencia de muchos monólogos actuales basados en interactuar directamente con el público, indagando en sus vidas personales o profesiones, Jaime Gili prefiere mantener el control del escenario, sin poner en aprietos a los asistentes. En su espectáculo más personal, es él quien se abre y comparte sus anécdotas y vivencias, evitando esos momentos incómodos que a veces generan las preguntas invasivas al público. Esta decisión refuerza su capacidad para conectar de manera natural con la audiencia, sin recurrir a recursos fáciles o forzados. Desde el primer minuto, nos invita a un viaje, no solo por su vida, sino por las experiencias con las que todos, de algún modo, nos podemos identificar. Y aquí radica uno de los grandes aciertos del espectáculo: conecta con el público porque las situaciones que narra no son solo suyas, son nuestras. Y lo hace con una combinación de humor y honestidad bárbaras.
El punto de partida de “Gamberro y romántico” es la autobiografía, pero sin caer en sentimentalismos innecesarios o excesos melodramáticos. Él se ríe de sí mismo, y esa autocrítica amable lo convierte en alguien cercano y auténtico. El cómico balear consigue que los momentos duros de su vida se transformen en comedia, un recurso difícil de manejar, pero que en su caso resulta natural. Se le nota el rodaje y la experiencia de alguien que ha pulido su estilo en múltiples escenarios, combinando monólogos, improvisaciones y canciones con una facilidad pasmosa. Además, hay algo en su presencia escénica que cautiva. Su lenguaje corporal, sus pausas estratégicas, su manera de lanzar un chiste como si fuera lo más natural del mundo. Todo en él grita «todoterreno» y es imposible no sentirse arrastrado por esa energía.
Con esa chispa y espontaneidad marca de la casa, nos cuenta cómo es crecer con un apellido que, de entrada, parece más una broma que una herencia familiar. ¿Te imaginas llegar al colegio cada día sabiendo que te llamas ‘Gili’? Lo que para muchos sería una pesadilla, él lo convierte en material de primera para reírse de sí mismo. Esa capacidad de transformar el dolor o las inseguridades en risa es un hilo conductor a lo largo del espectáculo. Gili, semifinalista en el programa televisivo “Got Talent”, no se guarda nada: las relaciones sentimentales, las entrevistas de trabajo fallidas, la dura lucha por encontrar un piso en Palma (una de las ciudades más caras de España). Todo pasa por su filtro cómico, y el resultado es que el público se ríe con él y también, un poco, de sí mismo. Por si no fuera suficiente, también hace gala de la imitación; desde figuras de la música hasta arquetipos de personas de diferente condición.
Uno de los momentos más sorprendentes es su capacidad para improvisar. El cómico no solo sigue un guion: parece que puede sacar humor de cualquier situación, adaptando el espectáculo a lo acontecido en el momento. Esto es particularmente notable en sus canciones compuestas por él mismo, donde combina la ironía con toques románticos. Lo mismo puede bromear sobre un amor perdido como arrancarse con una balada cómica sobre la vida en Madrid. Pero no se trata solo de su rapidez mental. El tipo sabe cantar y, aunque su estilo es más desenfadado que técnico, consigue que cada melodía aporte una capa adicional a la narrativa. Las canciones son una forma de subrayar lo absurdo de la vida, como si nos recordara que, en el fondo, no deberíamos tomarnos todo tan en serio.
En varios momentos, uno tiene la sensación de que Jaime está tan cómodo sobre el escenario que podría seguir durante horas. La duración, aunque correcta, deja al público con ganas de más, como si faltara esa última canción o ese último chiste que cerrara el ciclo. Pero, en cierto modo, esa sensación de «se ha hecho corto» es un buen síntoma: significa que ha logrado lo más difícil en un espectáculo de comedia, dejar al público con ganas de más, tanto en el humor como en la ternura.
En resumen, “Gamberro y romántico” es un viaje lleno de risas, pero también de reflexiones sutiles sobre lo que significa sobrevivir a la vida diaria con humor. Jaime Gili lo hace fácil, pero detrás de cada chiste y cada canción se nota el trabajo de un artista que sabe lo que hace. Y si algo queda claro al final, es que, pese a todos los obstáculos, la risa ha sido su arma secreta. Una lección que, entre tanto chiste, nunca está de más recordar.