En fin, volvamos a lo nuestro: el jueves hubo rueda de prensa porque ha llegado el momento de ponerse de largo. Desembarca el glamour, aunque sea un glamour ya muy rodado. La Compañía Nacional de Teatro Clásico por fin se instala con todas las de la ley en el Marsillach para ofrecernos Lo fingido verdadero. Este invierno fue un grupo de profesores y alumnos de mi instituto a verlo y regresaron, profesores y alumnos, con la impresión de que no se habían enterado. Mañana les cuento lo que me ha parecido.
Pero la rueda de prensa no era para eso, sino para Malvivir, la obra de Álvaro Tato y Yayo Cáceres que defienden Aitana Sánchez Gijón y Marta Poveda. Están acompañadas por Bruno Tambascio. Un nivelazo, oiga. No hay entradas, salvo las que por ley queden en taquilla para el día de la representación. En el teatro hay nombres que atraen. Pasa ahora con los ronlaleros Cáceres y Tato, que están en Almagro como en casa, pues aquí es donde más han crecido; pasa con Aitana Sánchez Gijón e incluso, entre los enterados, con Marta Poveda. Son gentes que llenan, aunque lo harán solo dos días, viernes y sábado.
A Álvaro Tato lo vi por la tarde en la puerta de San Bartolomé con un grupo de actores y demás gentes del teatro. Almagro no es solo escena, sino convivencia. Al final, los actores son vecinos por una temporadita. Una de las cosas que más llama la atención es ver a Carmelo Gómez comprando leche en Mercadona. Si yo fuera Roig, pondría las paredes del Mercadona como las de los bares esos en los que hay fotos de famosos comiendo lubina en el local, alicorados por el champagne en el local, firmando el mantel en el local. Molaría ver a Concha Velasco con zanahorias, Pepe Sacristán con un pollo, Tim Burton con su botella de vino… hasta llenar una pared. Pero no soy Roig.
Hablando de glamour. En la web de la CNTC encuentran una invitación, exagerada como todas estas cosas, a ver Lo fingido verdadero, un breve resumen de la misma comparándola con Hamlet por lo del teatro dentro del teatro. Al final nos enteramos de que es un “Espectáculo patrocinado por Loterías y Apuestas del Estado”. El capitalismo, incluso el capitalismo estatal, no tiene glamour, se pongan como se pongan. Dan ganas de hacer lo que Álvaro Mutis y dedicarse a vivir en el Antiguo Régimen. De boquilla y por estética, claro. Pero no soy Álvaro Mutis.