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IF (La ligereza): Una certera decisión en el juego con el destino llamado vida

Antes de entrar a valorar la representación, permitidme destacar la importancia de este espacio porque además de ofrecer propuestas teatrales es a su vez un proyecto cultural único de exhibición, formación, producción e investigación teatral que aporta su propio criterio a las artes escénicas. Dicho de un modo más claro, supone un apoyo para artistas innovadores deseosos de dar a conocer sus textos y que apuestan por los procesos creativos a largo plazo frente a proyectos efímeros de mero interés económico. A su vez, ofrecen programas de formación tanto para profesionales como principiantes de esta profesión. En definitiva, un centro de referencia cultural para consolidar y apuntalar este arte llamado teatro.

Como si de un experimento social o un juego de ficción se tratara, IF (La ligereza) nos propone cómo otros “yoes” hubieran vivido nuestra vida si hubiéramos tomado una decisión diferente. Todos podemos recordar ese momento crucial donde optamos por ese camino que modificó el acontecer de nuestra vida. Ese camino que nos planteamos pero no elegimos. En definitiva, vidas ficcionales que pudieron ser pero no fueron. Ficción y realidad se fusionan en un juego de certezas donde vida y arte se confrontan y conviven.

El título de la obra es un punto de partida fascinante que cautiva al público incluso antes de dar comienzo la representación. La palabra “If” (“Si” en español) nos invita a reflexionar sobre las posibilidades y las decisiones en la vida, mientras que «La ligereza» sugiere una cualidad que puede ser tanto liberadora como frágil, inconsistente o voluble. Esta combinación de palabras crea una promesa intrigante: una exploración de las vidas alternativas que podrían haber sido, destacando la importancia de la ligereza en el afrontamiento de la incertidumbre. Es como si estuviéramos adaptándonos a un juego en el que las reglas cambian constantemente y la ligereza se convirtiera en una estrategia de supervivencia y, a veces, incluso en una fuente de disfrute. El propio Pedro Casas, autor y director de la representación, reconoce que: “cuando tomo conciencia de ello, de la incertidumbre de mi destino, de lo precario de mi situación, no puedo evitar habitar e intentar disfrutar de la ´ligereza´ a la que estoy sometido”.

La elección del título no solo es sugerente sino también reflexiva, lo que prepara al público para una experiencia teatral profunda y estimulante. Aquí nace uno de los primeros aciertos de Pedro Casas y La Compañía del Señor Smith como mentes pensantes de la representación. Los conceptos antes mencionados sirven de ligazón y punto de unión de los diferentes relatos. Sin desvelar nada, permiten al espectador establecer enésimas similitudes, analogías y metáforas con la temática de la obra, sus protagonistas y, en definitiva, con las relaciones sociales en general. Mientras visionaba la representación quería encontrar en todo momento el trasfondo; sin embargo, y emulando el lema de campaña de Bill Clinton, la solución estaba en el título: “Es la ligereza, estúpido”.

En lo relativo a la gramática textual, Pedro Casas confecciona un libreto de apariencia simple y ligera, pero, como ya he mencionado, con un trasfondo profundo y reflexivo. Podríamos incluso considerarlo como un tratado teatral sobre cómo las decisiones no solo configuran cambios en nuestra vida sino cómo estas afectan a la psicología humana o al modo del comportamiento del individuo y a todo lo que le rodea. En definitiva, estamos ante una obra cercana al teatro psicológico. Además, captura la esencia de la fugacidad del tiempo y la importancia de vivir de manera plena. En su búsqueda de explorar múltiples vidas y abrazar el juego de las decisiones, la obra me recuerda a locuciones latinas como «Memento Mori» (Recuerda que morirás), «Tempus Fugit» (El tiempo vuela) o «Carpe Diem» (Aprovecha el momento). Nos invita a reflexionar sobre cómo nuestras elecciones y actitudes pueden moldear nuestro sino en medio de la efemeridad en la que vivimos.

Otro componente, a mi modo de ver esencial para comprender la propuesta de Casas, – licenciado en dirección escénica por la RESAD con Máster en Teoría y Crítica de la Cultura – es el concepto de juego. De hecho, se entrelaza de manera intrínseca con la naturaleza misma del teatro. En inglés representar se traduce como “to play”. En el teatro, los actores recrean situaciones, a menudo como un juego, para producir un espectáculo que transmita una historia o un mensaje al público. Esta noción se refleja en la obra, ya que invita a los espectadores a participar activamente en el juego teatral. Los tres actos se asemejan a tres turnos en una partida y, en cada uno, el público toma la decisión sobre qué historia presenciar. Esto convierte al respetable en participante activo de la dramaturgia, agregando una capa adicional de compromiso y emoción, y le otorga el poder de ser cocreador de la experiencia. A su vez, permite que los espectadores pueden asistir en más de una ocasión, porque podrán ver una función distinta. Estamos, por tanto, ante la modalidad de teatro interactivo.

Por tópico que parezca, no se me ocurre mejor que el propio Casas para llevar la batuta de la representación. Como director, creador de la Cía. del Sr. Smith – precisamente especializada en teatro contemporáneo –, continúa con el simbolismo del libreto y resalta, con acierto e ingenio, la categoría teatral del subtexto, con ejercicios de interpretación básicos como la recreación minuciosa de los hechos, la figura del aparte, la máscara como elemento de ocultación del rostro y la representación de escenas paralelas a ambos lados del escenario de caja negra, muy utilizado en el teatro de corte experimental. Además, cumple uno de sus postulados: aprovechar aquellas herramientas que ofrece la teatralidad y exprimirlas al máximo a través del juego escénico. Como se indica en la ficha técnica, “en este espectáculo, el foco no está tanto en la fábula como en la forma en la que se representan y desenvuelven los hechos a través de la historia”.

Otra de las directrices de Casas (Katana, 2022; Afterglow, 2021) es apostar, con gran inteligencia, visto el resultado, por un teatro físico. El maestro Richard MacDonald lo define como “un arte que combina la agilidad de un bailarín, la percepción sutil de un actor y el humor gentil de un clown”. En efecto encontramos algunos agentes en escena, porque el reparto participa en una profunda performance donde pierde la propia identidad para convertirse en bailares, pues los movimientos corporales sirven como medio de expresión de los personajes, como si de una disociación se tratara. Este enfoque de teatro físico no solo añade una capa de profundidad a la representación, sino que también permite una comunicación no verbal poderosa. Los gestos, las posturas y los movimientos se convierten en herramientas esenciales para transmitir emociones y narrativa, enriqueciendo así la experiencia teatral para el público.

El encargado de materializar todos los conceptos señalados es un joven y talentoso reparto, entregado en cuerpo y alma a la causa escénica. Andrés Acevedo, Tania Medina, Marta Pons, Iván Serrano, Luna Mayo y Jorge Vidal son capaces de materializar la ligereza y representar los sentimientos y emociones de sus personajes, marcados por la duda de qué hubiera pasado si… Para ello, ataviados con el expresivo vestuario de Belén De La Fuente, despliegan una marcada gestualidad facial y corporal, a la vez expresiva y cautivadora, sin caer en el histrionismo excesivo. Cada uno aporta un atributo distinto: desde la energía, viveza y desenfreno hasta la parquedad, reflexión y melancolía. En definitiva, distintas formas de expresión en el ser humano.

Los movimientos coreografiados y sincronizados en el escenario, supervisados por Jordi Vilaseca, son vistosos y llamativos, lo que resalta su destreza física y añade un elemento visualmente atractivo a la obra. Sin embargo, también demuestran su habilidad al interpretar momentos torpes y explosivos por exigencias del libreto. Una muestra de la versatilidad actoral y su capacidad para adaptarse a diferentes situaciones. De nuevo, la viva imagen del individuo. En esta escenificación nace la categoría teatral de la comedia pues, sumado a la sucesión rocambolesca de los hechos y a relatos inverosímiles, la forma de interpretarlo despertó risas y sonrisas entre el público. En definitiva, una actuación cercana al sobresaliente dejándome con ganas de saber más sobre sus personajes o de conocer nuevos relatos.

En este tipo de obras, los diferentes espacios del escenario adquieren relevancia porque sirven de marco semiótico y ayudan a comprender la actitud de los personajes. Para ello Álvaro Espinosa, al frente del diseño escenográfico, apuesta, con gran inteligencia, por un espacio diáfano que facilita los movimientos del reparto. Además, introduce algunos elementos como mesas, sillas y globos para complementar la actuación del reparto. Huelga decir que estos contribuyen al carácter simbólico de la representación; ya solo el globo aporta un significado lúdico y ligero, de nuevo intrínsecos a la acción de la obra. Por último, la iluminación diseñada por Pablo Garnacho también guarda sentido con la esencia de la obra. La utilización de juegos de contraste de luz es especialmente impactante, resalta las áreas donde ocurre la acción y crea un enfoque visual efectivo que guía la atención del público hacia momentos clave en la narrativa. Además, la técnica de degradado a negro para representar la «nada» es una elección audaz y simbólica. Este efecto de iluminación no solo enfatiza la ausencia de eventos o momentos en la historia, sino que también sugiere la profundidad de la reflexión y la incertidumbre experimentada por los personajes. Es una forma inteligente de visualizar la idea central del libreto sobre las vidas no vividas y las posibilidades no exploradas.

 

IF (La Ligereza) es una ingeniosa y conmovedora representación que, a través del juego teatral y la expresión física de sus talentosos actores, nos invita a reflexionar sobre las decisiones que moldean nuestras vidas y cómo enfrentamos a la incertidumbre y explora la fugacidad del tiempo y la importancia de abrazar la vida con ligereza y audacia

 

Autoría: Pedro Casas y Cía.

Dirección y dramaturgia: Pedro Casas

Asistente a la dirección artística: Gala Martínez-Romero

Reparto: Andrés Acevedo, Tania Medina, Marta Pons, Iván Serrano, Luna Mayo y Jorge Vidal

Diseño de iluminación: Pablo Garnacho

Diseño de escenografía y atrezzo: Álvaro Espinosa

Asistente de movimiento: Jordi Vilaseca

Diseño gráfico: Álvaro Espinosa

 

 

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