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Inmaduros: Entre risas y tropiezos. En busca de la eterna madurez

Imagen promocional de la obra

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El paso de los años es un proceso inevitable y ,lejos de ser una simple cuestión de tiempo, implica una constante reconfiguración de nuestro ser, de nuestros deseos y nuestras relaciones. Mientras algunos abrazan la madurez con serenidad y aceptación, otros se aferran a una inmadurez que, aunque disfrazada de libertad, esconde una profunda incapacidad de adaptación. Si desean profundizar sobre este y otros temas y disfrutar de una divertida comedia pueden asistir al Teatro Reina Victoria.

La obra sigue las desventuras de Alfi, un publicista divorciado y evasivo, y Fideo, un psiquiatra conservador recientemente separado, quienes atraviesan una crisis emocional en sus 50 años. A pesar de su edad, ambos siguen atrapados en comportamientos inmaduros que los alejan de la madurez emocional. Una noche, Fideo busca consuelo en Alfi, quien urde un plan para ayudarlo, presentándole mujeres para mitigar su dolor. A través de sus encuentros con estas mujeres –cuatro reales y una virtual–, ambos hombres descubren, de manera hilarante y conmovedora, cómo el rol de lo femenino ha marcado profundamente sus vidas.

La dramaturgia, a cargo de Juan Vera y Daniel Cúparo, presenta una estructura ágil y contemporánea enmarcada en la comedia, pero también profundiza en los dilemas emocionales y existenciales de los personajes. Ambos logran equilibrar con destreza el humor con los momentos más introspectivos, utilizando diálogos rápidos y afilados que mantienen la atención del espectador mientras exploran la inmadurez emocional de los protagonistas. La obra se mueve entre la comicidad física y los pasajes más sentimentales sin caer en el melodrama, lo que permite a la trama mantenerse fresca y entretenida, al mismo tiempo que invita a la reflexión. No obstante, los últimos compases de la representación se vuelven algo arduos con un giro de los acontecimientos un tanto extraño, como si la llama que había iluminado la trama hasta ese momento se hubiera apagado prematuramente, restando impacto a la conclusión.

La adaptación de Juan Luis Iborra y Sonia Gómez para la escena madrileña hace un trabajo sobresaliente al trasladar el texto original con una mirada propia, manteniendo su esencia pero dotándola de una mayor cercanía y resonancia para el público español. Además, no solo respetan el espíritu de la obra original, lo moldean con agudeza, permitiendo que las complejidades de los personajes y sus relaciones se expresen con mayor claridad. La obra nos transmite una reflexión profunda sobre la madurez y la falta de ella, sugiriendo que el verdadero crecimiento no siempre llega con los años; pues, más que la edad, es nuestra disposición para cambiar lo que realmente define nuestra verdadera madurez.

La dirección del propio Juan Luis Iborra es rápida, fresca y cargada de energía, con un ritmo ágil que se ajusta perfectamente al tono cómico de la obra. Con un enfoque cercano al vodevil, este polifacético director –bien te dirige una película, un programa de televisión o un musical de éxito– utiliza el timing y la comedia física para sacar el máximo provecho de cada escena, creando momentos de hilarante descontrol y caos, manteniendo al público completamente inmerso. Su batuta consigue equilibrar la agilidad de los diálogos con las emociones más profundas de los personajes, logrando una atmósfera dinámica y divertida sin perder frescura.

El reparto es un ejemplo de química y versatilidad en escena. Variado y lleno de energía, los actores y actrices demuestran una compenetración excepcional que impulsa la trama con frescura y dinamismo. Cada intérprete aporta una personalidad única, generando un equilibrio perfecto entre el humor, la reflexión y el conflicto emocional.

En el centro de la acción encontramos a Carlos Sobera, en el papel de Alfi, quien encarna con gran destreza a un publicista separado, aparentemente en control de su vida, aunque atrapado en un mar de relaciones superficiales y evasión emocional. Su actuación es un juego de capas, de un hombre desbordante de energía, vitalidad, testosterona y desdén hacia los compromisos afectivos, pero cuya vulnerabilidad se filtra en los momentos más inesperados. Sin embargo, este icónico actor y presentador también imprime a Alfi una dosis de vulnerabilidad que humaniza al personaje, haciendo al público tanto cómplice como observador de sus torpezas y desencuentros. Ángel Pardo, como Fideo, ofrece una interpretación impecable que equilibra la comedia y el drama con una naturalidad desconcertante. Su personaje, un psiquiatra conservador y emocionalmente devastado por su divorcio, se ve arrastrado por las ocurrencias de Alfi en su búsqueda por superar su tristeza. Pardo, con innumerables apariciones en teatro y series televisivas, se apropia de su papel de forma visceral, convirtiendo a Fideo en el ancla emocional de la obra, mientras su transformación de hombre derrotado a individuo en busca de un nuevo rumbo es uno de los puntos culminantes de la narrativa.

Las mujeres de la obra son personajes independientes, activos y llenos de vitalidad, que no encajan en el mundo de los hombres. Representan perspectivas diversas sobre la vida y el amor, desafiando los esquemas de los protagonistas masculinos con sus decisiones y actitudes. Las jóvenes promesas, Silvia Vacas y Arianna Aragón, aportan frescura y energía a los momentos cómicos, mientras que Elisa Matilla, con su vasta experiencia, brilla con un personaje empoderado y libre, desbordando seguridad y carisma. Su interpretación de mujer que toma las riendas de su vida es un poderoso recordatorio de la independencia emocional por redescubrir en la crisis de la mediana edad. Por último, Lara Dibildos, se revela como una actriz sólida y versátil, con sutileza y humor en su papel de novia a medio gas de Alfi.

La escenografía de Asier Sancho es un auténtico despliegue de modernidad y versatilidad, adaptándose a la naturaleza dinámica de la obra. Con un diseño a varias alturas que integra hábilmente el asistente virtual del apartamento, el espacio se convierte en un personaje más de la trama, lleno de sorpresas y detalles funcionales que enriquecen la narrativa. Por su parte, el diseño de iluminación de Ezequiel Nóbili complementa perfectamente esta escenografía, creando una atmósfera que varía según el tono de cada momento. Con una paleta lumínica cambiante, se destacan los diferentes estados emocionales y las interacciones entre los personajes, desde los ambientes cálidos y acogedores hasta los fríos y tecnológicos que refuerzan la presencia del asistente virtual.

Autores: Juan Vera y Daniel Cúparo

Adaptación: Juan Luis Iborra y Sonia Gómez

Dirección: Juan Luis Iborra

Ayudante de dirección: José Warletta

Diseño de escenografía: Asier Sancho

Dirección técnica: El Plan de Backstage

Diseño de iluminación: Ezequiel Nóbili

Diseño de vestuario: Gualter de Sa

Fotografía: Juan Carlos Sanz Llorente

Diseño cartelería: Sonia Costa

Producción: Carla Molinari

Producción ejecutiva: Carlos Sobera, Patricia Santamarina, Jesús Cimarro y Diego Romay

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