En el corazón de la Sala AZarte, un espacio propicio a la proximidad y a la reflexión, se presenta “La cama rota”, una obra que trasciende los límites convencionales del teatro para ofrecer una intensa experiencia inmersiva. Esta propuesta vanguardista, originaria de Uruguay y presentada de forma simultánea en Montevideo, Buenos Aires y Madrid, coloca al espectador en un papel de voyeur involuntario, testigo de los rincones más íntimos de dos vidas que colisionan en un espacio confinado y emocionalmente cargado.
La obra de Mauro Russo destaca por ofrecer una propuesta personal, alejada de temas recurrentes, con un enorme carácter simbólico como el título escogido. El texto introduce al espectador en una experiencia pausada, donde poco a poco vamos entrando en la historia y descubriendo la vida de sus protagonistas. Sin embargo, el libreto podría haberse beneficiado de un mayor desarrollo en los vínculos que unen a Martín y Pablo, ampliando las conexiones emocionales que sostienen la trama. Uno de los ejes centrales es el concepto de la comunicación, explorado desde una perspectiva teatral innovadora. Aunque Martín y Pablo hablan el mismo idioma, parecen atrapados en sus propias barreras emocionales e incomprensiones, lo que refleja una desconexión universal en las relaciones humanas. Es a través de momentos clave de la trama que ambos logran entrar en un círculo común de entendimiento, revelando que la verdadera conexión no surge únicamente del lenguaje, sino de la empatía y la vulnerabilidad compartida.
El texto también aborda temas como la soledad, el miedo a no poder compartir los sentimientos con otro y la necesidad de encontrar un espacio seguro para la autocomprensión. Estos aspectos cobran una relevancia especial cuando se sitúan en el contexto de una pandemia, un momento histórico en el que el aislamiento y la incapacidad de comunicación se convirtieron en una realidad universal. La obra refleja de manera simbólica cómo el confinamiento físico y emocional pueden generar conflictos internos, pero también abrir la puerta a reconciliaciones inesperadas. Otro aspecto notable es la carga simbólica que Russo imprime en las interacciones entre los personajes. Los diálogos, aunque cotidianos en la superficie, están cargados de significados más profundos que invitan al espectador a reflexionar sobre las dificultades de entender y ser entendido. En este sentido, “La cama rota” no solo narra una historia, actúa como un espejo en el que se proyectan las inseguridades y deseos del público.
Lo primero y quizá lo más llamativo de la dirección de Mauro Russo es la desnudez. Como he mencionado en ocasiones anteriores, reivindico la desnudez humana en el teatro, de la misma manera que se acepta con naturalidad en otras artes como el cine, sin que suponga ninguna novedad ni sorpresa. Las escenas de desnudez y sexo en “La cama rota” son pertinentes y orgánicas dentro de la acción de la obra y es digno de aplauso cómo el director las incluye con total cotidianeidad, sin caer en el morbo gratuito ni en la exageración. Esta elección añade una capa de realismo que refuerza la conexión del público con los personajes. La propuesta de Russo es cercana e intimista, sumergiendo al espectador en la acción como un voyeur privilegiado. La cercanía física y emocional entre los personajes y el público hace que este último no solo observe, sino que conviva de alguna manera con la pareja protagonista, compartiendo sus momentos de vulnerabilidad y sus conflictos.
Otro acierto de la dirección es el uso de los elementos técnicos, como las pausas de sonido, la música y la iluminación, a cargo de Virginia González Vallejo, con fundidos a negro para marcar el final de la acción. Esta elección estilística sumado al diseño escénico minimalista contribuye a la atmósfera íntima y reflexiva de la obra, dejando que las emociones de los personajes ocupen el centro del escenario.
El éxito emocional de “La cama rota” no sería posible sin las potentes interpretaciones de sus protagonistas, Konstantin Mariov y Miguel Costas. Ambos actores logran captar con precisión las complejidades de sus personajes, llevándolos a un lugar de transformación genuina ante los ojos del espectador. Martín, interpretado por Konstantin Mariov, es el eje central de la acción en los primeros compases de la obra. Al inicio, su personaje se presenta con barreras emocionales muy marcadas, buscando únicamente a alguien que lo acompañe en su soledad. Sin embargo, a medida que transcurren los minutos, Martín comienza a despojarse de sus cadenas internas. Mariov consigue transmitir esta evolución con una sutileza magistral, llevando al público a presenciar cómo su personaje se abre y finalmente se deja llevar, revelando un pasado tan trágico como conmovedor. Por otro lado, Pablo, interpretado por Miguel Costas, aporta una energía vibrante que contrasta y complementa perfectamente la densidad emocional de Martín. Aunque al principio parece estar atrapado en una monotonía existencial, el encierro que ambos comparten se convierte en una oportunidad para que Pablo se enfrente a sí mismo. Costas da vida a un joven lleno de viveza que, gracias a este encuentro, logra quitarse las excusas que lo limitan y comienza a reorientar su vida hacia aquello que realmente desea.
Lo que hace realmente excepcional el trabajo de ambos actores es cómo logran fusionar su desnudez física con su desnudez emocional. A medida que avanza la obra, sus cuerpos y emociones se exponen con una naturalidad progresiva, creando una conexión orgánica entre ambas dimensiones. Este proceso culmina en un desahogo compartido, donde las barreras que inicialmente los separaban se disuelven, permitiendo a personajes alcanzar una libertad plena. Es en esta fusión donde reside gran parte del impacto emocional de la obra, haciendo que el público se sienta partícipe de una transformación profundamente humana.
Autor y Director: Mauro Russo
Reparto: Miguel Costas, Konstantin Mariov
Sonido e iluminación: Virginia González Vallejo
Fotografía: David Castillo | La Bañera Estudio
Vestuario: Omohonia
Escenografía: Pieza Clave
Diseños: Pedro Moreno
Producción: Teatro AlDesnudo