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La curva de la felicidad: Risas, amores y desventuras a los 50

Imagen de una escena de la obra

Imagen de una escena de la obra

Con la llegada del buen tiempo el arte continúa en el acogedor patio del Teatro Quique San Francisco con “La curva de la felicidad”. Una comedia para reflexionar con una sonrisa sobre la crisis de la mediana edad. ¿Es cierto que los hombres sufren una crisis a los 50? Tanto si creen que ya lo están experimentando como si quieren tomar apuntes para lo que viene, tienen hasta el 25 de agosto para disfrutar de una obra que explora, con humor y ternura, las vicisitudes de la vida.

La trama gira entorno a Quino (Gabino Diego), un hombre de 50 años que, tras ser abandonado por su esposa, se enfrenta a la venta del piso donde vivieron juntos. Esta decisión le provoca una enorme angustia de carácter estresante porque, entre otras cosas, significa la pérdida definitiva de su Carmen de la que todavía tiene una gran dependencia psíquica. Forzado y presionado por su hasta ahora mujer, intenta, en continua contradicción por todos los medios, que nadie le compre la vivienda. Pero su personalidad frágil, insegura, indecisa y sin voluntad, le lleva a firmar documentos de compromiso de venta a tres enigmáticos personajes: Javier (Jesús Cisneros), Manuel (Josu Ormaetxe) y Fer (Antonio Vico), hombres muy diferentes con lo que se irán creando una serie de conflictos en cadena y vueltas de giro con final sorpresa.

El libreto, escrito a dos manos por Eduardo Galán y Pedro Gómez, se presenta, a primera vista, con una ligereza y agilidad propias de una comedia, pero con el paso de los minutos va aflorando una profunda exploración psicológica de sus personajes. Los diálogos son rápidos y llenos de ingenio, dotando a la representación de un ritmo dinámico y entretenido. Sin embargo, cada línea está cuidadosamente construida para desvelar las complejidades emocionales y las inseguridades que Quino y sus compañeros enfrentan en la mediana edad. La acción, por su parte, transcurre con la paciencia de un buen guiso, cocinándose a fuego lento, lo que permite que el público se sumerja en la evolución emocional de los personajes. Este ritmo pausado, pero firme, otorga una autenticidad y profundidad a la narrativa, permitiendo que las reflexiones y las emociones se desarrollen de manera natural y creíble. Sin embargo, algunas escenas en los últimos compases de la obra podrían beneficiarse de una ligera reducción. Este ajuste permitiría que el final escalado tuviera un mayor impacto, manteniendo así la tensión hasta el clímax.

Galán y Gómez, grandes conocedores de la literatura teatral, demuestran una notable madurez en su tratamiento de temas como la soledad, el envejecimiento y la búsqueda de sentido. De este modo, abordan la crisis de los 50 con una perspectiva que desafía los estereotipos. Presentan a los hombres como el «sexo débil» en términos de emocionalidad y adaptación a los cambios, desmitificando la imagen tradicional del hombre fuerte e imperturbable. En sus propias palabras, “los personajes dicen lo contrario de lo que sienten y presumen de una fortaleza emocional de la que carecen”. Es una invitación a reflexionar sobre las expectativas sociales y personales que se imponen a los hombres y cómo estas afectan su bienestar emocional, explorando los altibajos de alcanzar la tan anhelada felicidad en la segunda mitad de la vida.

La dirección de Josu Ormaetxe es un ejemplo destacado de cómo equilibrar el humor y la profundidad emocional en una comedia teatral. El también director de “Educando a Rita” demuestra una notable habilidad para manejar el ritmo de la obra, asegurándose de que las escenas cómicas fluyan con naturalidad mientras se deja espacio para la reflexión e introspección. Reproduce con precisión y gran carga de verdad las dos caras de una misma moneda: «El lado cómico, incluso frívolo, de los hombres de 50, que sueñan con noches ‘locas’ tras su separación, y el lado humano, triste, de los hombres que no consiguen superar el dolor de la crisis de pareja,» explica Ormaetxe. Además, su batuta aprovecha al máximo la química entre los actores, permitiendo que cada personaje brille y contribuya de manera significativa a la narrativa general.

El protagonista indiscutible es Gabino Diego, destacado por su versatilidad actoral y su carisma como showman. En su interpretación de Quino, un personaje que atraviesa los 50 años con una mezcla única de indecisión y falta de impulso para aprovechar la vida al máximo, Gabino nos cautiva con su capacidad de mimetizarse con un ser desaliñado y vacilante. Su expresividad, con matices de tristeza cercana a la anhedonia, nos sumerge en la vida de un individuo silente e influenciable, creando un retrato profundamente humano y conmovedor.

Antonio Vico, perteneciente a una ilustre dinastía actoral y con una extensa trayectoria teatral, se destaca magistralmente como Fer, un psicólogo-consejero enfrentado a su propia crisis personal tras ser abandonado por su esposa. Su interpretación destaca por su gestualidad facial y corporal desbordante, empleada magistralmente en sus intentos por penetrar la mente de los demás personajes, lo cual añade un componente cómico genuino y memorable a su actuación y lo convierten en una de las más divertidas. Josu Ormaetxe, conocido por su agudeza cómica y su capacidad para destacar en una variedad de roles, se desdobla de su faceta de director y nos divierte con su interpretación de un personaje incapaz de mantener una relación de pareja estable. Con un enfoque único y un estilo cómico distintivo, Ormaetxe desprende naturalidad, cercanía y campechanía. Por último, Jesús Cisneros, reconocido por su presencia en populares series de televisión, brinda vida a personajes memorables que van más allá de la fachada de «macho ibérico». En esta ocasión, y recién salido de la función “Mentiras inteligentes”, da vida a Javier, transportista con una aparente felicidad en su matrimonio. Su estilo distendido y los intentos por sostener la figura de gentleman coinciden con los instantes más divertidos.

La escenografía de David de Loaysa transporta a un entorno simple pero funcional que recrea a la perfección el caos de un salón desordenado y sucio, centro de la acción. Por su parte, Raquel López realiza una labor adecuada en el diseño de iluminación, destacando especialmente en los cambios de luces en momentos clave de la obra, que añaden profundidad y enfatizan los momentos determinantes. Manuel Llada y Javier Pérez Duque colaboran con un excelente diseño sonoro que, con la complicidad añadida de situarse a la intemperie, terminan de crear una atmósfera envolvente y memorable para el público.

Dramaturgia: Eduardo Galán y Pedro Gómez

Dirección: Josu Ormaetxe

Reparto: Gabino Diego, Josu Ormaetxe, Antonio Vico y Jesús Cisneros

Escenografía: David de Loaysa

Iluminación: Raquel López

Vestuario: Yolanda Arestegui

Sonido: Manuel Llada y Javier Pérez Duque

Prensa: Carlos Rivera Comunicación

Compañía: Descalzos Producciones

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