La madre que me parió te invita a adentrarte en el convite nupcial de una singular boda. Daniela (Ana Villa) acaba de contraer matrimonio, pero está arrepentida de tal decisión. En una habitación del hotel, donde tiene lugar la ceremonia, reúne a sus amigas (Bea, Patricia Delgado, Alba, Eva Higueras, y Natalia, Sara Vega) para contarles un secreto desconocido por todas. La curiosidad también hace que las madres que las parieron (Aurora, Marisol Ayuso, Merche, Juana Cordero y Pilar, Aurora Sánchez) se unan a la cuchipanda. En los 90 minutos que dura el banquete, también descubrimos las historias personales de este grupo de amigas y viejas rencillas del pasado. Mientras tanto, un invitado, Diego París, no deja de hablar por teléfono con una máquina.
Podemos situar esta obra, escrita por Ana Rivas y Helen Morales y dirigida por Gabriel Olivares, en el género cómico y más concretamente en el de vodevil. En ella encontramos un argumento complicado, ingenioso y un final que el público no esperará. Todo ello aderezado con líos amorosos en el contexto de una boda. La suma de estos ingredientes tiene como resultado la carcajada continua del espectador, porque como afirma la primera dramaturga: “El único objetivo es reírnos de todo esto, porque hay que echarle sentido del humor a la vida. ¡Viva la madre que me parió!”.
La idea propuesta por Ana Rivas, afamada directora de programas televisivos, la califico de extremadamente ingeniosa. Todos en algún momento hemos asistido a alguna celebración que comienza por alguna de estas vocales “BBC”: Bodas, bautizos y comuniones. De esta realidad, Rivas saca un libreto ágil con parodias y escenas de humor, aunque podría haber explotado aún más las situaciones cómicas con historias pasadas de los intervinientes. En un ambiente nupcial la protagonista indiscutible es la novia, pero también la madre de la prometida. Este tributo a la figura materna es desarrollado a la perfección con expresiones y gestos arquetípicos de cualquier madre española y la mejor expresión del empoderamiento femenino y feminista.
Esta dramaturga define muy bien la relación madre-hija explicitada en su libreto: “Unas veces para risas y otras para llantos, de estas charlas concluimos que las madres y las hijas están unidas por un lazo invisible y poderoso, irrompible y casi mágico, del que surge el hilo conductor” y el motor de la acción. Otra de las virtudes de este libreto son los hilarantes giros del relato, que además de sorprender al espectador, cierran de forma sensacional las tramas y subtramas generadas, con una llamada propia a tomar las decisiones que cada uno elija, sin influencia ajena.
Gabriel Olivares, exitoso productor y director teatral, es el encargado de dirigir al reparto. Su maestría y ojo clínico para el humor (Burundanga, Ding Dong, El Reencuentro) le llevan a firmar una dirección sensacional. Por un lado, tiene un trabajo sencillo por la calidad artística de los intérpretes, aunque el principal peligro es saber repartir a tantos personajes sobre el escenario, lo que resuelve con acierto sin apreciar entropía escénica. De hecho, los momentos más hilarantes ocurren cuando todos los protagonistas salen a escena. Además, las continuas salidas y entradas de los personajes otorgan un carácter cíclico, suponen una especie de ritual y sirven para oxigenar la obra y aportar agilidad y frescura al relato. Esta suma de aciertos, en la línea del ingenio del libreto, explican por qué esta obra va por su sexta temporada de éxito incuestionable.
Las actrices en su conjunto son rostros conocidos por el público, siendo las de mayor edad las que marcan los tempos del humor y otro motivo de peso para sumarse a los 300.000 espectadores que ya han visto la función. Marisol Ayuso interpreta con maestría y contundencia a Aurora, una católica practicante, protestona y adicta a los medicamentos que no puede despegarse de su hija. Ayuso mantiene la risa constante del público farfullando frases sentenciadoras y con escasos pero contundentes movimientos, como solo ella sabe hacer. Juana Cordero da vida, con gracia, soltura y desparpajo, a Merche, una madre moderna con unas copas de más. Las entradas a escena de la actriz y sus caídas son un revulsivo de la obra y coinciden con los momentos más graciosos de la función. Aurora Sánchez aporta con su personaje y su actuación serenidad ante tanto caos y nos deja boquiabiertos por su facilidad para los cambios de voz que mantiene durante la hora y media de duración. Sánchez da vida a Pilar una señora amante de las novelas detectivescas y con tendencia a hablar consigo mismo. Risas aseguradas.
El trabajo de las demás actrices aporta continuidad al relato al dar vida a un grupo de amigas inseparables, cargado de enredos amorosos, aunque extremadamente preocupadas por sus egos. Ana Villa da vida a Daniela, una novia que lleva demasiado lejos los nervios del día de su vida y está dispuesta a dar un paso atrás. Villa es el centro de la obra e interpreta de forma correcta los nervios de su personaje por la noticia que tiene que comunicar. Patricia Delgado es Bea, una directiva publicitaria divorciada de carácter fuerte con incontinencia verbal. Su drama es no encontrar canguro para sus hijos. Delgado sabe transmitir con gracia los intentos de su personaje por contener su deseo sexual.
Por su parte, Eva Higueras se viste de Alba, una joven y cándida sindicalista que tiene que atender a un marido de extrema ineptitud. Esta actriz domina a la perfección la voz ñoña de su personaje y su parsimonia escénica. Sara Vega es Natalia, una joven soltera que trabaja en el departamento de publicidad de una compañía. Vega interpreta con sencillez el carácter fuerte y comprometido de su personaje. A pesar de que su papel es menor, la inclusión de la obra del único actor, Diego París, es oportuna. Sus intentos y osadía para intentar darse de baja de una compañía telefónica son muy graciosos y suponen un aire fresco al quilombo montado. Un verso suelto como parodia, o no, de la desconexión del género masculino.
La construcción escenográfica, diseñada por Ana Tusell es inteligente y funcional y recrea a la perfección una habitación de un lujoso hotel. Su mayor atractivo es la versatilidad del decorado para las entradas y salidas como un elemento clave vodevilesco. Las apariciones de los personajes van acompañadas de canciones pachangueras propias de un banquete de bodas, que incrementan el ambiente cómico-festivo de la obra e integra aún más a los espectadores. El momento musical del final es muy acertado, resume muy bien el buen ambiente de toda la obra y me recordó a la música cabaretera del siglo anterior. Incluido en la escenografía, encontramos una pantalla improvisada en el escenario donde proyectan el chat grupal de los protagonistas, lo que supone un acierto y desahogo en el correveidile del reparto. Por último, la iluminación fuerte y colorida de Carlos Alzueta termina de alumbrar una obra con destellos de éxito.
Una obra extremadamente divertida y alocada, en medio de una boda, con un reparto de altura, donde descubrirás lo mucho que te pareces a La madre que te parió
Dirección: Gabriel Morales
Dramaturgas: Ana Rivas y Helen Morales
Reparto: Marisol Ayuso, Aurora Sánchez, Juana Cordero, Patricia Delgado, Ana Villa, Alicia Cabrera, Sara Vega y Diego París
Escenografía: Ana Tusell
Producción ejecutiva: Antonio Tejero
Ayudante de dirección: Venci Kostov
Iluminación: Carlos Alzueta
Diseño de sonido: Tuti Fernández
Vestuario: Tviste