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Año VIIINúmero 368
08 SEPTIEMBRE 2024

La reina de la belleza: Un desgarrador retrato teatral de la toxicidad familiar

Imagen promocional de la obra 'La reina de la belleza'
Imagen promocional de la obra 'La reina de la belleza'
En "La reina de la belleza de Leenane", la dirección de Juan Echanove desentraña con implacable precisión y aguda intensidad la brutal toxicidad familiar, mientras que las actuaciones de María Galiana y Lucía Quintana despliegan una profundidad y un realismo desgarradores para capturar la angustia y el conflicto interno con conmovedora autenticidad.

¿Puede una casa en el extrarradio de un pequeño pueblo irlandés convertirse en el epicentro de una tormenta emocional y psicológica que atrape al espectador desde el primer momento? Esta propuesta se presenta en el Teatro Infanta Isabel solo hasta el domingo 28 de julio, ofreciendo una oportunidad única para diseccionar con maestría la opresión doméstica y los obscuros secretos de la vida rural.

En una casa encaramada en una colina del extrarradio de Leenane, en la región de Connemara, al noroeste de Irlanda, viven Mag Folan (María Galiana) y su hija Maureen (Lucía Quintana), quienes conviven solas desde hace veinte años. Maureen, soltera y con más de cuarenta años, se encarga de cuidar a su madre anciana, limitada de movimientos y malherida en una mano. La relación entre ellas está marcada por tensiones, silencios y mentiras, en un entorno de rutinas domésticas asfixiantes y un historial de daños recíprocos. La llegada de Pato Dooley (Javier Mora), un obrero que trabaja en Londres y regresa temporalmente a Leenane para una fiesta familiar, desencadena una serie de eventos dramáticos. Pato y Maureen reavivan una relación sentimental que crea celos y resentimientos en Mag. Las visitas de Ray Dooley (Alberto Fraga), el hermano menor de Pato, añaden otra capa de dinamismo a esta intensa y trágica historia.

Para comprender el libreto de Martin McDonagh (1996) deben conocer que es un exponente del teatro de la crueldad, específicamente de la vertiente conocida como «in-yer-face». Este estilo teatral se caracteriza por resaltar aspectos violentos y grotescos de las historias para captar y mantener la atención del espectador, provocando una reacción visceral. «La reina de la belleza de Leenane» marca el inicio de un ciclo de obras ambientadas en el Condado de Galway, una serie que le ha ganado tanto el favor del público como el aplauso de la crítica por su habilidad para explorar la oscuridad de la vida cotidiana con humor negro y una intensidad implacable. La adaptación de esta obra por el autor y guionista Bernardo Sánchez es una muestra destacada de cómo se puede respetar la esencia del texto original mientras se infunde una nueva vida en la narrativa. Sánchez logra mantener la tensión y la crudeza, característicos del estilo de McDonagh, ofreciendo al público una experiencia teatral auténtica y profundamente conmovedora.

El libreto profundiza en la soledad y la toxicidad de las relaciones familiares, retratando cómo los vínculos de sangre pueden convertirse en cadenas asfixiantes y destructivas. La historia también aborda la violencia y la falta de expectativas que permea la vida de los personajes masculinos, Pato y Ray Dooley, quienes ven en la emigración una única salida viable para buscarse la vida. La ruadeza de la existencia en el aislado pueblo de Leenane se manifiesta no solo en los actos brutales, también en los silencios y las miradas cargadas de resentimiento y desesperanza. La versión dirigida por Juan Echanove subraya estos temas de manera visceral, presentando una realidad desnuda y brutal donde el espectador se ve obligado a enfrentarse con la violencia y el dolor subyacentes en la vida cotidiana de estos personajes. La crudeza de la puesta en escena, sin adornos ni concesiones, los sueños rotos y las dinámicas de poder y control que definen sus relaciones son visibles en su dirección.

Uno de los aspectos más notables de la dirección de Echanove – “Visitando al Señor Green” (2005) y “Conversaciones con mamá” (2013)– es su manejo del espacio escénico. La inmutabilidad del salón-cocina-comedor, donde los personajes permanecen atrapados, se convierte en un símbolo de la trampa emocional y física. Este espacio cerrado y opresivo, diseñado con inteligencia y practicidad por Ana garay, refleja perfectamente la monotonía y el estancamiento de sus vidas, amplificando la sensación de claustrofobia presente en la obra. El también actor de más de una quincena papales teatrales demuestra una notable habilidad para equilibrar el humor negro, utilizado como vía de escape para rebajar la intensidad dramática, con los momentos de tensión y tragedia. La manera en que se destacan los silencios, las pausas cargadas de significado y las miradas elocuentes, contribuyen a crear una atmósfera de anticipación y angustia. Esto, combinado con la atención meticulosa a los detalles cotidianos, refuerza la autenticidad de la representación y permite que la audiencia se sumerja completamente en el mundo de Leenane. Además, Echanove ha sabido dirigir a sus actores para extraer actuaciones excepcionales, donde cada gesto y cada palabra están cargados de significado.

María Galiana ofrece una interpretación magistral de Mag Folan, encarnando a la madre manipuladora y dominante con una intensidad y profundidad emocional excepcionales. Es un verdadero placer ver a esta actriz a sus 89 años subida en el escenario y un honor observar su capacidad para transmitir tanto la fragilidad física como la malicia psicológica de Mag, creando un personaje a la vez temible y vulnerable. Galiana no necesita grandes aspavientos para mostrar la dinámica de su papel, solo con observar sus gestos y miradas cargadas significado, las capas de resentimiento y dependencia que definen su relación con Maureen se hacen visibles. La actuación de esta actriz con una vida dedicada a la interpretación es un testimonio de su habilidad para profundizar en los aspectos más obscuros de la naturaleza humana.

Casi sin despegarse, Lucía Quintana brilla en el papel de Maureen Folan, llevando al escenario una mezcla compleja de dureza y vulnerabilidad. Su Maureen es una figura trágica, atrapada entre el deber filial y un desesperado deseo de liberarse de la opresión de su madre. Esta actriz de series televisivas y papeles teatrales –“La fiesta del Chivo” (2019) o “Ser o no ser” (2022)–maneja con destreza las transiciones emocionales de su personaje, desde la esperanza y la liberación hasta la ira y la desesperación. Su química con Galiana es palpable, y las escenas de confrontación entre madre e hija son intensamente emotivas y el mejor aliciente para acudir a esta representación.

En el lado masculino, Javier Mora aporta una calidez y humanidad necesarias al papel de Pato Dooley, ofreciendo un contrapunto esperanzador en medio del oscuro drama de la obra. Su interpretación de un hombre sencillo en busca de un futuro mejor está impregnada de sinceridad y ternura. Este actor, con más de una veintena de papales televisivos, captura a la perfección la bondad innata de su personaje, así como su lucha interna entre el deseo de ayudar a Maureen y su propia necesidad de escapar. De su interpretación, me quedaría con el monólogo donde reproduce la misiva que cambiará el destino de los personajes. Por último, Alberto Fraga, en el papel de Ray Dooley, añade una energía dinámica y un toque de ligereza a la producción, sin perder de vista la gravedad de la historia. Su interpretación de Ray, un joven con pocas expectativas y un humor áspero proporciona un contraste efectivo con los demás personajes. Su presencia en el escenario introduce momentos de alivio cómico cercanos al absurdo que nunca se sienten fuera de lugar; de hecho, acentúan la dureza de la situación general.

El diseño de iluminación a cargo de David Picazo utiliza tonos fríos para acentuar la atmósfera sombría y opresiva de la obra. La elección de estos tonos subraya la crudeza de la vida en Leenane y refleja el estado emocional de los personajes. Los pertinentes fundidos a negro para marcar el final de las escenas funcionan como capítulos del relato, permitiendo al público absorber y reflexionar sobre la intensidad de cada momento antes de avanzar al siguiente. Por último, la composición musical de Orestes Gas complementa perfectamente el ambiente creado por la iluminación. Sus piezas generan una atmósfera trágica que envuelve al espectador desde el inicio y se mantiene hasta el final de la obra.

Producción: Okapi Producciones

Dirección: Juan Echanove

Adaptación: Bernardo Sánchez

Reparto: María Galiana, Lucia Quintana, Javier Mora, Alberto Fraga

Ayudante de dirección: Marco Magoa

Diseño de vestuario: Ana Garay

Diseño de escenografía: Ana Garay

Ayudante de escenografía y vestuario: Isi Ponce

Diseño de iluminación: David Picazo

Compositor musical: Orestes Gas

Fotografía: Sergio Parra

Maquillaje y peluquería: Chema Noci

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