Daniel Fez nos invita a entrar en su mundo, un espacio donde la comedia y la vida cotidiana se entrelazan de manera desvergonzada y amena. Con su habilidad para conectar con millones de seguidores a través de redes sociales, este monólogo se siente como una extensión natural de lo que ya conocemos de él, pero con una cercanía mucho más palpable y un formato que le permite explayarse más allá de los 60 segundos de un TikTok.
El espectáculo se sostiene sobre tres pilares fundamentales: la interacción con el público, la autocrítica desenfadada y un humor que no pretende ser sofisticado, sino honesto y refrescante. Fez, con su característico estilo, se presenta como el «influencer regulinchi», una etiqueta usada para desarmar cualquier atisbo de grandilocuencia y que le da permiso para hablar de sus propias inseguridades y anécdotas sin tapujos. Y es precisamente esa honestidad la que hace que el público conecte instantáneamente con él.
Temas como el amor, la utilidad de los videotutoriales y consejos de vida se tratan con ligereza y una buena dosis de ironía, permitiendo a la audiencia reírse tanto de él como de sí mismos. Es esta habilidad para compartir la «regulinchez» lo que le da una frescura inesperada a un espectáculo que en otros contextos podría haberse sentido predecible. Fez nos recuerda que la vida, a menudo, es un montón de situaciones absurdas e imperfectas, y que eso está bien. La risa aquí no es tanto por chistes elaborados, sino por su capacidad de ver lo cómico en lo mundano y, sobre todo, de reírse de sí mismo antes que de los demás.
Uno de los momentos más destacables es cuando el cómico asturiano deja de lado la estructura habitual del monólogo y abre un espacio para interactuar con el público, aceptando sugerencias y consejos sobre cómo llevar su «vida regulinchi». Este tipo de improvisación, aunque arriesgada, muestra la agilidad mental del comediante y su confianza en su capacidad para manejar cualquier dirección que la interacción pueda tomar. En estos momentos, la complicidad entre el escenario y la platea es innegable, generando una atmósfera casi familiar. Además podemos presenciar en directo sus comentarios sobre un video tutorial de cómo ligar. De esta forma consigue transformar esa experiencia de algo mundano y cotidiano, en una fuente inagotable de comedia, mostrando cómo estas guías supuestamente infalibles no siempre se ajustan a la realidad. Esa mezcla de autoironía y observación sagaz eleva lo que podría ser un simple gag a un momento estelar del show.
Sin embargo, no todo es perfecto. En ciertos tramos, el monólogo parece estancarse un poco en sus propias bromas recurrentes, y aunque su audiencia fiel probablemente las aplauda, los menos familiarizados con su humor podrían sentir que algunas secciones del espectáculo no avanzan con la misma fluidez. A pesar de esto, la energía de Fez y su habilidad para mantener el ritmo nunca dejan caer al espectáculo en la monotonía.
El cierre de «La vida regulinchi» es, sin duda, uno de los momentos más brillantes del espectáculo, y sin revelar demasiado, lo que Daniel Fez logra es una suerte de reflexión humorística que da en el blanco. En una época donde todo parece resolverse con un videotutorial, el también autor del monólogo ‘Estamos probando. Saldrá regulinchi’ nos muestra, con aguda inteligencia, cómo esos manuales rápidos para alcanzar el éxito o la felicidad no siempre tienen la respuesta. De manera sutil, se burla de esa tendencia contemporánea de buscar fórmulas mágicas para la vida, como si todo tuviera una solución de cinco pasos bien explicada en pantalla, cuando en realidad lo más importante —y lo que más cuesta— es estar bien con uno mismo. Este cierre es un guiño a su audiencia, una especie de conclusión que no solo resume su propio viaje «regulinchi», sino también la paradoja de una generación que, entre tanto tutorial, aún sigue buscando cómo sentirse a gusto consigo misma.