Apenas una hora después, en la Plaza Mayor se representó el Popol Vuh. Probablemente yo era el único allí y en algunos kilómetros a la redonda, además del director de la obra, que se lo ha leído con detenimiento, apuntando en los márgenes la edición canónica de Adrián Recinos. No es que tenga mucho mérito. Viví unos años en Guatemala, si no el más, uno de los más mágicos y bellos países de la Tierra, en el que el legado maya está muy presente, así que me interesa lo poco que nos ha llegado escrito, en este caso el mito fundacional de los quichés, escrito en caracteres latinos, con traducción al español. Hubo un libro original, probablemente, pero no lo conservamos. Con el Popol Vuh y con todo lo maya tenemos un problema con la traducción. Leemos “corazón del cielo”, “corazón de la tierra” y no sabemos lo que es, aunque suene muy bien. De cualquier manera, la historia de la creación de los hombres gracias a la intervención de Ixmukané, un nombre fantástico, que los modela con maíz es enternecedora, a la altura de las que aparecen en la Biblia o en el Gilgamesh. Luego todo se complica, Ixmukané es la madre de Hun-hunahpú y la abuela de los gemelos Hunahpú e Ixbalanqué, cuyo descenso al inframundo es de lo más dramático. En Xibalbá morirá Hunahpú y resucitará y luego les matarán en el juego de la pelota, que, por cierto, estoy seguro de que no es uno, sino al menos dos.
Todo esto y mucho más lo contaron los actores de Escenarte sobre el escenario de la Plaza Mayor. Dudo mucho que nadie lo entendiera, porque se les oía mal y no explicaron nada antes de empezar. Cantaron y bailaron y resonaron palabras como Gucumatz, la serpiente emplumada, Ixquic, la virgen embarazada por el escupitajo de una calabaza… Antes de que empezara, hubo un conato de pelea a la entrada del Don Gil. No puedo darles más datos, aunque puse el oído a ver si me enteraba.
Acabé el día en los Villarreal, viendo La boba para los otros. Fue una obra normal, con una representación normal. No hay mucho que decir de ella, excepto que la hacía una compañía canaria y al principio no sonaba normal. Luego se acostumbra uno y todo se volvió predecible, normal normal, que es como pan pan. Lope a veces se pone repetitivo porque la fórmula funcionaba y tenía que comer y dar de comer.
Empecé el día en la verbena de la Magdalena, donde había menos gente que el viernes, pero seguía siendo un montón, entre ellos dos Médicos del Mundo de Madrid que se encontró una amiga de Albacete que vive en Ciudad Real y que llevan unos días en Almagro viendo teatro. Ya les digo que el teatro estimula los encuentros inesperados.
Este domingo termina el Festival. Habrá que hacer un repaso y despedirse.