En el corazón del Teatro EDP Gran Vía se alza una de las superproducciones más ambiciosas de los últimos años: “Los Pilares de la Tierra, el Musical”. Este espectáculo, basado en la célebre novela de Ken Follett, llega cargado de expectativas y con la promesa de marcar un antes y un después en la historia del teatro musical español. Con una puesta en escena monumental, una partitura vibrante y un elenco de primer nivel, esta adaptación ha convertido la Gran Vía en el epicentro de una experiencia épica difícilmente igualable.
Como probablemente conocerán, la historia nos traslada a la turbulenta Inglaterra del siglo XII, una época marcada por la anarquía, las luchas de poder y la ambición desmedida. En el centro de este épico relato está Tom Builder, un humilde arquitecto con el sueño de erigir una imponente catedral gótica en la ciudad de Kingsbridge. A su alrededor se entrelazan las vidas de personajes inolvidables: Aliena, una noble decidida a recuperar su posición tras la caída de su familia; William Hamleigh, un despiadado enemigo que busca consolidar su dominio a cualquier precio; y el prior Philip, un monje visionario que apoya la construcción como símbolo de fe y esperanza. Una trama cargada de amor, traición, redención y justicia, donde los sueños individuales se convierten en la fuerza que puede transformar a todo un pueblo.
Un libreto fiel a la novela de Follet en una buena trasposición trufada de valores
Por tópico que parezca, adaptar un libro de la magnitud de la novela homónima de Ken Follett, con más de 188 millones de copias vendidas y una historia profundamente arraigada en el imaginario literario mundial, es un desafío titánico. Sin embargo, esta producción no solo está a la altura de las expectativas, sino que las supera con creces. Y al frente de este desafío está Dario Regattieri, productor ejecutivo de Beon Entertainment, una de las productoras más importantes de nuestro país con propuestas como “El Médico, el musical”, “La historia interminable” o “El tiempo entre costuras”. Parte de este éxito recae en Félix Amador, responsable del libreto y de condensar la historia en dos horas y media de espectáculo. Las elipsis narrativas son ingeniosas y el ritmo fluye con naturalidad. La escena inicial del segundo acto, en la que dos bufones resumen una década de acontecimientos, es un ejemplo brillante de cómo resolver los desafíos narrativos de manera creativa. La obra consigue mantener la esencia de la novela de Follett, honrando sus temas de ambición, justicia y resiliencia humana, mientras aporta una perspectiva moderna al dar protagonismo a los personajes femeninos.
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Una partitura vibrante y emotiva amplificada por la impecable orquesta
Como nos tiene acostumbrados, Iván Macías, compositor de la obra, ha creado una partitura que es el verdadero corazón de esta producción. La música actúa como un narrador invisible, capaz de transmitir las pasiones de los personajes y los momentos épicos con una fuerza inusitada. La banda sonora es un carrusel emocional que transporta al público a la Inglaterra del siglo XII. Aunque vibrante y conmovedora, quizá falta un clímax musical verdaderamente épico que cierre la obra con la contundencia de otras producciones como “El Médico” y que el público pueda recordar. Aun así, piezas como “Silencio”, con sus armonías femeninas impecables, “Las piedras llorarán” o los solos son joyas que dejan al público sin aliento. La riqueza de la partitura de Macías cobra vida gracias a la dedicación y el talento de una orquesta que no solo acompaña a los intérpretes, amplifica las emociones de cada momento. Desde las delicadas cuerdas para subrayar los sueños de Tom Builder hasta los metales que llenan de tensión los conflictos más oscuros, cada instrumento se convierte en una pieza esencial del engranaje narrativo. Bajo la dirección de Laurence Aliganga, la música fluye con una precisión milimétrica y un alma conmovedora, creando una experiencia sonora que envuelve al espectador y lo sumerge por completo en la historia.
Una dirección precisa que potencia la energía de las escenas corales y la profundidad emotiva de los momentos más íntimos
Federico Barrios Fierro demuestra una vez más su maestría como director y coreógrafo. Su visión integral y detallada transforma el escenario en un lienzo vivo, donde cada movimiento y decisión escénica están cuidadosamente orquestadas para reforzar la narrativa. Barrios consigue un equilibrio impecable entre la grandiosidad de las escenas corales, que rebosan energía y dinamismo, y la intimidad de los momentos más introspectivos, donde los personajes desnudan sus emociones. Como coreógrafo, aporta un lenguaje corporal que se siente auténtico a la época medieval, pero con un toque teatral contemporáneo. Aunque no tengamos coreografías excesivamente complejas, cada actor, por pequeño que sea su papel, encuentra un propósito dentro del todo, creando una experiencia inmersiva y cohesiva que mantiene al espectador completamente involucrado de principio a fin.
Un reparto coral sobresaliente entregado a la narrativa
Otra de las características de esta propuesta musical es su carácter coral, donde las múltiples subtramas entrelazadas ofrecen momentos de protagonismo a un extenso elenco de personajes. Cada miembro del reparto encuentra su espacio para brillar, enriqueciendo la narrativa con actuaciones que van desde lo íntimo hasta lo épico. Teresa Ferrer deslumbra como Aliena de Shiring, encarnando con maestría la fuerza y vulnerabilidad de una mujer que lucha por superar la adversidad. Su presencia escénica y su voz poderosa elevan cada uno de sus momentos, destacando especialmente en sus solos emotivos que conectan profundamente con el público. Por su parte, Julio Morales, como Tom Builder, ofrece una interpretación cargada de pasión y sensibilidad. De su actuación destacaría el realismo al transmitir tanto la esperanza como el dolor de su personaje y una voz que resalta en los números más épicos.
Noemí Mazoy, en el papel de Ellen, deja una huella imborrable con su prodigiosa voz y su intensidad dramática. Sus intervenciones vocales, cargadas de matices, están entre los momentos más impactantes de la obra. Javier Ariano, como Jack Jackson, aporta frescura y energía con una progresión vocal y artística sobresaliente. Alberto Vázquez, como Bartholomew, aporta dignidad y profundidad a un noble atrapado en el torbellino de la lucha feudal. En el otro extremo del espectro moral, Juanfran Toboso brilla como William Hamleigh, encarnando con contundencia la maldad y arrogancia del antagonista, con una presencia vocal que impresiona en cada uno de sus números. Alain Damas destaca como Lord Percy Hamleigh, aportando al personaje una mezcla de autoridad y ambición que se traduce en momentos dramáticamente intensos. Casi sin despegarse, Javier Ibarz como Waleran Bigod, logra plasmar a la perfección la astucia y la ambición desmedida de este maquiavélico clérigo. Rodrigo Blanco da vida al rey Esteban con un toque cómico y distendido, capturando la arrogancia y fragilidad del monarca en sus conflictos de poder.
El elenco al completo demuestra una gran cohesión, destacando también Gustavo Rodríguez como el prior Philip, con una interpretación que exhala bondad y vulnerabilidad, Pablo Abad como Remigius y Noelia Cano, soberbia como Matilde, derrochando fuerza vocal. En definitiva, en un montaje donde los sueños, ambiciones y conflictos de los personajes son el motor de la historia, los intérpretes logran transmitir con fuerza la complejidad y humanidad de sus roles, aportando autenticidad y emoción en cada escena.
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Una puesta en escena colosal con una ambientación inmersiva
La puesta en escena es una auténtica proeza teatral que transporta al espectador directamente a la Inglaterra del siglo XII. Cada elemento del diseño escénico contribuye a recrear de forma imponente y detallada la atmósfera de una época marcada por la fe, el caos y las luchas de poder. Desde las majestuosas estructuras que evocan catedrales en construcción hasta los castillos y aldeas medievales, la escenografía diseñada por Ricardo S. Cuerda exhibe un despliegue visual apabullante, con juegos de alturas y plataformas elevadoras, enriquecido con videoproyecciones dinámicas y transiciones fluidas que nos sumergen en este fascinante universo. Hemos visto el uso de estas herramientas en otras producciones pero nunca con tanto protagonismo y de manera continuada. Cabría margen de mejora en el sonido, con problemas de micrófonos que ensombrecen alguna actuación. El uso de la iluminación, obra de Felipe Ramos, realza la fuerza dramática de cada escena, alternando entre la luz cálida que inunda las construcciones góticas y los claroscuros que intensifican los momentos más sombríos. Por último, los detalles de caracterización de Aarón Domínguez y del vestuario, cuidadosamente diseñados por Marietta Calderón, capturan con precisión la moda medieval, destacando el contraste entre los personajes nobles y las clases populares, con telas y texturas que evocan la realidad de la época.
Pero lo más impresionante es cómo el espacio teatral se convierte en una extensión del propio mundo de Kingsbridge. Cada rincón del escenario, desde el foso hasta las escaleras laterales, está aprovechado al máximo, logrando que el espectador forme parte de la historia desde el instante mismo que atraviesa la puerta de entrada. La ambientación no solo cumple con su propósito de recrear una época, lo hace de manera tan inmersiva que el público queda cautivado desde el primer momento, viajando en el tiempo con cada escena. Sin duda alguna, una experiencia inolvidable que cautiva tanto a los amantes del musical como a los seguidores de la novela.
Dario Regattieri: Productor ejecutivo
Iván Macías: Compositor y productor artístico
Félix Amador: Libreto y letras
Federico Barrios Fierro: Director y coreógrafo
Reparto: Teresa Ferrer, Cristina Picos, Javier Ariano, Noemi Mazoy, Julio Morales, Javier Ibarz, Alex Forriols, Gustavo Rodríguez, Noelia Cano, Angels Jiménez, Alain Damas, Rodrigo Blanco, Alberto Vázquez, Ruth Ge, Nicolás Colomer, Guillermo Pareja, Pablo Abad, Aurora Frías, Rocío Margón, Camila Puelma, Adrián Quiles, Ernesto Santos, Vanesa Fernández, Juanfran Toboso, Alberto Misud, Elena González, Irene Barrios.
Ignasi Vidal: Dirección de actores
María José Santos: Directora vocal y supervisora artística
Laurence Aliganga: Director Musical
Marietta Calderón: Directora de vestuario
Ricardo S. Cuerda: Escenógrafo
Felipe Ramos: Diseñador de iluminación
Pablo Santos: Director técnico
Aarón Domínguez: Diseñador de caracterización y peluquería.