El Teatro Lara presenta una nueva producción musical pensada para deslumbrar por su originalidad, brillantez y autenticidad. Con una trama repleta de secretos, risas, bendiciones y una buena dosis de purpurina, nos promete una noche inolvidable para cuestionar nuestras convicciones, mover las caderas al ritmo de la música original y, sobre todo, disfrutar de la magia del teatro.
La brillante idea de José Warletta nos sumerge de lleno en la cautivadora historia de Marta, una joven católica cuya vida toma un giro inesperado tras la muerte de su padre, un renombrado drag queen. Marta se ve arrojada a un mundo desconocido cuando los secretos de La Castro, como él era conocido, salen a la luz, llevándola a encontrarse con un grupo de transformistas que compartían un estrecho vínculo con él. A través de encuentros tanto cómicos como conmovedores, la protagonista comienza a cuestionar sus propias creencias y prejuicios, iniciando así un emocionante viaje de autodescubrimiento y aceptación.
Por inesperado y fantasioso que parezca estamos ante una obra sumamente divertida, ingeniosa y reivindicativa. José Warletta ha creado una trama que destaca por su originalidad y su capacidad para mezclar humor desenfadado con temas profundos. Su habilidad para incluir todos los tipos de humor es admirable. Desde el facilón hasta el sarcasmo inteligente, pasando por el absurdo y la ironía, el libreto ofrece un festín para los amantes de la comedia en todas sus formas. Aunque la premisa podría prestarse fácilmente a chistes burdos o situaciones vulgares, el dramaturgo opta por un enfoque más inteligente y sutil. El humor proviene tanto de los diálogos ingeniosos como de las situaciones absurdas, pero siempre se mantiene dentro de un límite respetuoso y apto para públicos de toda condición. Abstenerse carcas.
Otra de las cualidades del libreto del autor de obras como Última planta y Santas y perversas, comedias actualmente en cartelera, es cómo logra integrar de manera brillante el transformismo y la religión, dos visiones aparentemente opuestas que se entrelazan de manera sorprendente. Por un lado, el mundo del transformismo se presenta como un telón de fondo vibrante y lleno de vida, donde la purpurina y la extravagancia son la norma. A través de personajes como La Castro y sus amigos transformistas, Warletta nos sumerge en este universo colorido y fascinante, lleno de humor y diversión, pero también de reivindicación y humanidad. Por otro lado, la religión se presenta como un tema central que atraviesa la trama de manera sutil pero impactante. La combinación de estos dos elementos aparentemente divergentes crea una tensión dramática única que impulsa la narrativa hacia adelante y enriquece la experiencia teatral. El dramaturgo, en definitiva, logra encontrar un equilibrio perfecto entre la comedia y la reflexión, entre el humor desenfadado y la profundidad emocional, creando así una obra que es tanto entretenida como conmovedora. Nos recuerda la importancia de la aceptación, la tolerancia y el perdón en nuestras vidas y nos enseña que, aunque nuestras diferencias puedan parecer grandes, en última instancia somos más similares de lo que pensamos.
La música de David Ordinas acompaña a la perfección la filosofía cómica, canalla y desenfadada del libreto. Con una variedad de estilos que van desde lo pegadizo hasta lo sentimental, este polifacético actor, director y presentador televisivo logra crear una banda sonora que complementa perfectamente la trama y los personajes de la obra. Algunas de las canciones sirven para mostrar los sentimientos más profundos de los protagonistas, añadiendo una capa adicional de emotividad a la historia. Otras, por el contrario, tienen un carácter más animado y festivo, sirviendo para amenizar la acción y mantener el ritmo de la obra. Estas piezas son dosis extras de diversión y celebración en el escenario, donde el elenco puede lucirse y el público puede dejarse llevar por la energía contagiosa de la música. Las coreografías diseñadas por Luìs Santamaría son sencillas y perfectamente integradas en la acción. A pesar de no ser excesivamente complejas, son vistosas y permiten que el público pueda copiar algunos de sus movimientos.
La dirección conjunta de Juan Luis Iborra y José Warletta es una verdadera maravilla. La fluidez con la que guían la acción en el escenario es palpable desde el inicio hasta su apoteósico final. La duración de la representación también es perfecta, sin alargarse innecesariamente ni apresurarse, logran mantener un ritmo constante y cautivador. Cada escena fluye naturalmente hacia la siguiente, jugando con los espacios y con un exquisito aprovechamiento del espacio escénico, manteniendo así el interés y la atención del espectador en los ochenta minutos de duración. Además, su enfoque en el aspecto cómico también es impecable. Saben cómo aprovechar al máximo el potencial humorístico de cada situación y cada diálogo, logrando arrancar carcajadas al público una y otra vez. Si bien Iborra, premiado el pasado año como Mejor Director de Musical por Los chicos del coro, y Warletta guían la acción de manera magistral, también confían en el talento y la creatividad de los actores, dándoles espacio para explorar y desarrollar sus personajes de manera auténtica, permitiéndoles lucirse en todo momento.
El elenco brilla con una actuación excepcional que combina glamur con realismo. Cada miembro del reparto aporta su propio carisma y talento al escenario, creando de este modo un conjunto dinámico y vibrante que cautiva al público desde el primer momento. Mención especial para el vestuario diseñado por Macarena Casis ya que va más allá de simplemente vestir a los personajes. Cada atuendo refleja la personalidad única de cada papel y contribuye a definir quiénes son. Desde los deslumbrantes trajes de lentejuelas hasta los elegantes conjuntos de día, el trabajo de Casis no solo es estéticamente impresionante, sino que también es profundamente significativo, revelando detalles sutiles sobre sus gustos, su estilo de vida y su evolución emocional a lo largo de la obra.
Pepa Rus, en el papel de Marta Beltrán, impresiona con su habilidad para transmitir la transformación vital de su personaje, pasando de una joven conservadora a una mujer abierta y comprensiva. Esta archiconocida actriz televisiva no defrauda, lo da todo en escena y vuelve a demostrarnos su innata vis cómica. A su vez, captura la vulnerabilidad y la fuerza de su personaje, Marta, una mujer cuya vida ha estado marcada por la represión y la falta de conexión emocional.
Por su parte, Elisa Matilla, como Barbitúrica Rey, ofrece una actuación llena de energía y carácter. Su personaje es audaz y deslenguado, pero también tiene un corazón de oro que brilla a través de sus gestos y expresiones. Matilla, con infinidad de trabajos en cine, cortometrajes y series televisivas, domina el escenario con su presencia magnética y su talento cómico, haciendo que cada momento sea memorable. Casi sin despegarse, Eva Diago se viste de Alexis Divine, una transformista de clásicos, quien interpreta con una elegancia y profundidad sorprendentes. Había visto a esta actriz en Los chicos del coro, donde da muestra de su talento vocal, aunque desconocía su faceta más cómica en un mundo de glamur y sofisticación, donde la sensatez se entrelaza con la extravagancia de manera fascinante. En definitiva, Matilla y Diago forman un tándem sensacional con una química palpable y hacen que los momentos compartidos entre sus personajes sean verdaderamente hilarantes y sorpresivos.
Hablando de dúos, Julio Bellido y Alberto Zimmer, más conocido como Pupi Poisson, son las típicas amigas chismosas que todos tenemos en nuestro grupo de amigos. Como los duendes traviesos de las obras clásicas, irrumpen en escena con una chispa que anima aún más la historia. Estos dos talentosos y carismáticos artistas no solo añaden diversión y vitalidad a la obra, también desempeñan un papel crucial en la narración y la dinamización de la trama. Con su presencia enérgica y sus comentarios ingeniosos, aseguran que la obra siga fluyendo sin problema. Como las musas traviesas que son, hacen que cada momento sea una aventura y garantizan que el público se divierta de principio a fin. Por último, no podemos olvidar a Fran Del Pino como Ramón, un sexy carnicero lleno de sorpresas. Este actor curtido en musicales termina de redondear la acción con sus grandes dotes para la comedia, su excelente disposición y una voz privilegiada.
La escenografía de Pizarro Estudio hace honor al título de la obra. Aunque estática, al situarnos en una habitación, logra evitar la sensación de monotonía. Además, está integrada con elementos que permiten la movilidad del reparto, lo que añade dinamismo y fluidez a la representación. Por último, el maestro Juanjo Llorens está a cargo de la iluminación. Su diseño resalta los momentos clave y crea una atmósfera cautivadora que complementa perfectamente la acción en el escenario, pese a que la obra ya brilla con luz propia.
Producción: Zarpa Madrid S.L Producciones
Dirección: Juan Luis Iborra y Jose Warletta
Idea original: Jose Warletta
Dramaturgia: Jose Warletta
Composición Musical: David Ordinas
Escenografía: Pizarro Estudio
Iluminación: Juanjo Llorens
Coreografía: Luis Santamaría
Vestuario: Macarena Casis
Gerencia y regiduría: Miguel de Miguel
Técnico de iluminación y sonido: Rodrigo
Fotografía: Daniel Rote y Jesús Martínez