Como si de un viaje en el tiempo se tratara, Nacho Cano, como ideólogo y director musical, nos invita a revivir uno de los hechos históricos más significativos de nuestro pasado: el desmantelamiento del Imperio Azteca, en nombre de Carlos I, bajo la conducción de Hernán Cortés en la figura de Malinche, una extraordinaria y mal conocida mujer que navegó entre dos mundos aparentemente contrapuestos y medió entre dos culturas al borde de un inevitable conflicto. En medio de esta paradigmática tensión florece el amor entre los protagonistas y con él, el nacimiento del mestizaje.
Madrid se ha convertido en la capital mundial de los musicales en español. No por saberlo debemos dejar de recalcarlo, porque ha sido gracias a una amplia y variada cartelera y, lo que es más importante aún, a su gran calidad. Dentro del amplio abanico cultural, el objetivo es encontrar uno o varios factores diferenciadores con el que el público pueda sentirse identificado y proporcionarle una experiencia única. En Malinche, el primer rasgo identitario es crear desde cero una construcción escénica diseñada y producida en España sobre un hecho histórico a través de los ojos de un personaje central; temática novedosa y única dentro de la oferta teatral. Esta apuesta es digna de elogio por la originalidad, calidad y dimensión del espectáculo, que trasciende incluso de lo musical; adjetivos atribuibles al trabajo de David Hatchwell Altaras, como productor ejecutivo, y a Nacho Cano, como letrista, director y compositor.
Construir un libreto de la nada requiere dedicación, esmero –de ahí que según cuenta el propio Cano haya necesitado once años para construir y dar forma a este musical– y rigurosidad, al tratar acontecimientos históricos. No me corresponde realizar una crítica historiográfica de los hechos acontecidos en siglo XVI, pero considero que ha sido una oportunidad perdida para abordar con rigor, profundidad y exhaustividad la conquista del Imperio Azteca o por lo menos desarrollar de forma coherente el personaje central, aunque el objetivo de este compositor y productor discográfico haya sido, en sus propias palabras: “Contar la parte bonita de la historia. Los artistas tenemos que sacar la belleza de lo peor. Nosotros no vamos a analizar entre buenos y malos, para nosotros todos son buenos. La historia ha juzgado muy mal a unos y a otros”. No obstante, sí considero que ha sabido potenciar, extraer y transmitir valores eclécticos como el encuentro entre dos pueblos y sus culturas –poniendo el foco en aquello que nos une, como los lazos idiomáticos– y ensalzar aspectos identitarios como ejemplo de multiculturalismo.
El libreto, con una gramática textual simple y diálogos poco elaborados, adolece de peso dramático y profundidad argumental, basado en un totum revolutum de actores implicados con unos personajes mal desarrollados y roles desiguales. La protagonista que da nombre al espectáculo desaparece en buena parte de la función, para luego mostrarnos una evolución temporal sin contenido; aun así, la interpretación actoral y musical por parte de la cantante solista, Andrea Bayardo, es exquisita. En contrapartida, el personaje de Hernán Cortés, quien mantuvo una relación con esta última, es desarrollado con excesiva amplitud –incluso entrando largo y tendido en su agitada vida sexual, con su merecida fama de mujeriego, que no aporta nada– y protagoniza números, a mi juicio omisibles, como el desliz amoroso de la hermana del amante del gobernador de Cuba. A pesar de esta apreciación, la actuación de Adrián Salcedo, a mi criterio el actor de musicales más completo y polivalente, es correcta y consigue desprenderse del encorsetamiento para dejarnos buenos momentos musicales como el dúo con su compañera. Algo similar ocurre con el personaje de fray Bartolomé de Olmedo (interpretado por el artista drag queen José Ignacio Galán Ordoñez, más conocido como Nacha La Macha), como un cura más preocupado por el dinero que por la evangelización, quien entra en un bucle infantiloide y vulgar que, sin embargo, consigue la risa del público, aligera la representación y contrasta con la actitud clerical y servicial de Gerónimo de Aguilar, representado por David Martínez.
Otros personajes destacables son el gobernador Velázquez, quien pisa la escena encarnado en Javier Navares, con un toque cómico y amanerado no muy entendible pero resultón, que saca una sonrisa en el espectador. En su rol como director de actores, consigue encontrar el registro propicio y reconocible para cada uno de ellos. Por su parte, el emperador del Imperio mexica, Moctezuma, toma el cuerpo de Alejandro Molina, que combina su faceta de bailaor flamenco con la de actor en una buena actuación global. En definitiva, el numeroso y entregado elenco consigue engrandecer este musical de corte documental con pasión y energías desbordantes, voces sorprendentes, supervisadas por Susana Menchaca, y una puesta en escena espectacular y grandilocuente. En esta faceta, dirección, Nacho Cano realiza un trabajo solvente e inteligente con un aprovechamiento sensacional de todo el espacio escénico y una propuesta que conceptualiza la filosofía del libreto antes mencionada. La duración, 2 horas y 30 minutos, y estructuración en dos actos, con 25 minutos de descanso, son correctas, pues a pesar de algún momento de letargo, permite desarrollar la historia en su totalidad.
El excomponente del grupo Mecano también está al frente de la composición musical del espectáculo, que lo hace mejorar sustancialmente con un leitmotiv reconocible y ritmos marcados y potentes. Para la banda sonora, cuenta con la colaboración e inspiración de dos nombres propios, Armando Manzanero y Hans Zimmer. Su canción estrella y emblema central es “Destino México Mágico”, su último single y todo un pegadizo himno de unión, hermanamiento y un canto a la diversidad y a la fusión, que los espectadores tararearán y tardarán de sacar de sus mentes. En el lado más emocional, también resulta destacable la canción y música interpretada por la Malinche y su madre.
El componente coreográfico, lejos de ser accesorio y complementario, es otro buque insignia de este proyecto y constituye un lenguaje en sí mismo. Como ocurre con la filosofía del espectáculo, también encontramos una fusión de estilos y movimientos; por un lado la danza española, supervisada por Jesús Carmona y, por otro, más modernos y alternativos, dirigidos por Sergio Orduña. El primero, reconocido con el premio Benois en la categoría de mejor bailarín del mundo, se enfunda sus zapatos dando vida a Pedro de Alvarado y demuestra porqué es uno de los más brillantes bailarines del panorama flamenco actual, dejando boquiabierto al público por su dominio del taconeo y su estilismo escénico. Por su parte, Orduña, aporta movimientos muy visuales propios del hip-hop, con llamativas coreografías conjuntas y distributivas. Ambos, por tanto, consiguen que el baile sea una estrategia bélica más en la conquista. Entre los bailarines del elenco destaca Olga Llorente, Premio Nacional de Danza de 2018, y los sorprendentes vuelos acrobáticos diseñados por Hansel Cereza. Todas las coreografías resultan más llamativas gracias al diseño de vestuario, maquillaje y caracterización de José Ventura junto a Javier Soria.
Para albergar tal número de artistas es necesario contar con un gran escenario como este, uno de los más grandes de Europa con graderíos, agua y cascadas, y una imponente escenografía. Según recoge la producción, se ha contado con dos de los talleres escenográficos de más prestigio, Molla y Herrador, ambos a las órdenes de Hansel Cereza. Su trabajo es sobresaliente y minucioso al ambientar de forma sensacional las dos culturas. Sorprende por su magnitud la pirámide central, que pese a no ser la construcción pensada en su inicio de 29 metros ubicada en el barrio madrileño de Hortaleza, destaca de igual manera. Juega de forma inteligente con las alturas y con todos los elementos en escena; en los cuales se proyectan algunas videografías potenciadoras de realismo y grabaciones en directo de diferentes planos. El diseño de luces y sonidos también es sensacional. Lluís Martí tiñe de color todo el espectáculo con pertinentes cambio de iluminación y un buen uso de la luz cenital y Poti crea un sobresaliente espacio sonoro en la carpa circense, tarea nada sencilla.
Los espectadores no solo acuden al teatro a ver una representación, esperan vivir una experiencia única y poder compartirla. Nacho Cano, como buen conocedor de la industria cultural, ha dado un nuevo paso adelante con la creación del Templo Canalla, un espacio de más de 100 metros cuadrados donde los asistentes antes, durante y después podrán disfrutar de la gastronomía mexicana y española y de sorpresas musicales hasta que el cuerpo aguante, en un ambiente mágico con espectaculares barras tematizadas con motivos de galeones españoles y espectaculares efigies mexicanas. Toda una oportunidad tanto para empresas como para particulares de vivir de forma más intensa esta producción y sentir desde el inicio la unión entre los dos pueblos hermanos que somos hoy: México y España.
En Malinche disfrutarán de un ambicioso y sobresaliente proyecto musical de la mano de Nacho Cano, junto a un sensacional elenco y cuerpo de baile, mientras reviven una historia de amor en un viaje hacia dos culturas hermanas
Libreto y autoría: Nacho Cano
Dirección: Nacho Cano
Composición musical: Nacho Cano
Reparto: Adrián Salzedo, Ainhoa Maho, Alejandro Molina, Alejandro Muñoz, Alicia Espinar, Amanda Digón, Andrea Bayardo, Andrea González, Ángela Bonilla, Belén Blanco, Carla Mezquita, Carmen Avilés, Chanel Terrero, Cynthia Rosado, Cristian Caballero, Cristian Pérez, Cristina Vittoria, Daniel Rosado, David Martínez, Gloria Pocovi, Herminia Navas, Ignacio Galán, Iñigo Feltrer, Javier Mota, Javier Navares, Jesús Carmona, Jorge Sánchez, Julia Pereira, Lucía, Cardeñosa, Lucía Moreno, Manuel Alejandro Ramírez, María Gayuba, María Pérez, Nadia María Llopis, Olga Llorente, Paco García, Pedro Gamarra, Raúl García, Sergio Orduña, Sonia Ebiole y Teresa Pejenaute
Reparto infantil: Claudia García-Almonacid, Lucía Torres, Nerea Pascual
Músicos: Benjamín Bravo: bajo y voz, Miguel Espinar: batería y percusión, Alexander Pantchenco: piano teclados, Cynthia Rosado: voz y teclados, Aitor Antruejo: guitarras, Violetta Díez, y Delaney Stockli: violín
Productor ejecutivo: David Hatchwell Altaras
Asistente de dirección y coreógrafo vuelos acrobáticos: Hansel Cereza
Dirección de producción: Susana Jové
Coreografía danza española: Jesús Carmona
Asistentes de coreografía danza española: Olga Llorente y Alicia Espinar
Coreografía hip hop: Sergio Orduña
Asistente coreografía hip hop: Cristian Pérez (Uru)
Dirección musical, productor asociado, coordinador musical del templo canalla: Alexander Pantchenko ‘Sacha’
Directora de casting y coordinación musical: Teresa Pejenaute
Dirección de actores: Javier Navares
Diseño de sonido: Poti
Iluminación: Lluís Martí
Diseño de escenografía: Carles Berga, Hansel Cereza
Director de arte: Jerry Zamora
Diseño de Videos: Nacho Cano, Romera diseño e infografía
Vestuario peluquería y maquillaje: José Ventura
Diseño de vestuario: Javier Soria
Regiduría: Vanesa Amores, Belén Expósito, Yolanda Torosia
Vuelos: Bungy
Maquinaria: Largio Reyes, David González, Santiago Pérez, Matías Gil, Rubén Molina
Utillería: Lolo, Rodolfo Salazar
Equipo de iluminación: Alberto Osuna, Myriam Burgos, José Luis Muñoz de Luna, Miguel Edwin Ortiz, Agustina Urroz
Sonido: Guillermo Augusto Pérez, Rubén Bustamante, Lautaro Julián Layño, Max Vázquez
Project Sound Engineer: Gugu
Rangers: Diego Chávezm Eugenio Poza, Paulo César Calderón, Ángel Olivares ‘huevo’
Vestuario: Félix Montero, Ana Feijoó, Beatriz Ferdinand, Natalia Esgueva, Francisco Muñoz, Cristina Bombay, Caro Arce
Maquillaje: De María, Cristina Platas, Julia Vargas
Peluquería: Pablo Villaverde, Mar Borrás
Técnico de vídeo: Raquel Martín
Comunicación y prensa: Javier Adrados
Global Marketing directo: Roxana Drexel
Asistente de producción: Berta Martín
Dirección técnica: Juan Carlos Morillo
Copywriter: Luis Moreno Bernardo
Dirección de arte y diseño: Pon un diseñador gráfico en tu vida
Administración y finanzas: Juan José Esteban
Productores: Leandro Sigman, Steven Dzialowski, y David Hatchwell y Nacho Cano