Quien piense que en época estival el mundo artístico, en general, y el teatral, en particular, cierran por vacaciones no sabe lo que se pierde. Como la historia protagonizada por cinco amigos y antiguos alumnos de canto e interpretación reencontrados después de una más de una década de acabar sus estudios. Tony, el anfitrión y triunfador como director de cine, los invita a una cena en su casa. Borja, Jesús, Santiago y Guille llegarán con intención de recordar viejos momentos y, quien sabe, cambiarlo todo. ¿Qué ocurrirá cuando todos se junten tras tanto tiempo sin verse?, ¿saldrán a luz secretos hasta antes inconfesables?, ¿seguirán manteniendo la misma amistad? Estas y otras cuestiones son expuestas por Dany Visiedo, al frente de la representación.
Este joven y talentoso dramaturgo y director nos propone en sus propias palabras “una comedia LGTBI con brillantes números musicales”. Este punto ya requiere un comentario propio, pues en la vasta cartelera teatral son escasas las propuestas centradas en relatos de orientación sexual distintos a la dominante. Desde un punto de vista puramente crítico, este hecho supone una diferenciación y un polo de atracción (que no de rechazo ni repulsión) a personas con alguna vinculación al autodenominado colectivo LGTBI; y desde una mirada humana un enorme acierto al tratar hechos que no siempre en todos los círculos se dan por aceptados. El principal error podría haber estado en el encasillamiento de las propias siglas, los prejuicios asociados al colectivo o cualquier halo de moralina en el libreto. Hechos que no suceden y nos permiten hablar de una obra inclusiva, tolerante y para todos los gustos sexuales y culturales. La suma de estos factores, nos lleva a un éxito en la elección temática y el mejor trampolín para sumergirnos en un relato disparatado, libre y sumamente divertido.
Visiedo, bajo la producción de Nueva Musas, ligada en los últimos años a historias de temática LGTBIQ+, asumiendo un rol importante en la transmisión de un mensaje real y comprometido con el colectivo, apuesta por un reencuentro de amigos, tras varios años sin verse, como eje central de la acción, a partir del cual surgirán bifurcaciones en las tramas y subtramas. Esta percha usada como comodín deposita toda la responsabilidad en la propia calidad del libreto –entendida como la suma de los tempos, ritmo de la acción y profundidad del conflicto– el cual en líneas generales roza el sobresaliente. El joven artista musical construye un relato atrayente, entretenido y con bumeranes que el espectador, en el momento adecuado, conseguirá atrapar. El género cómico, por tanto, es el predominante con la introducción de pequeños momentos dramáticos para añadir puntos de conflicto necesarios para el desarrollo de la acción. Dichos conflictos perfectamente podrían darse en nuestro día a día, aunque estos convivan con otros extremadamente inverosímiles; quizá en exceso. La construcción de los personajes es profunda y sensacional y, como comentaré a continuación, es uno de los atractivos de la obra.
La dirección también recae sobre el mismo dramaturgo, conocido por su flamante obra Crisálida, El musical, y su trabajo vuelve a ser digno de elogio. Consigue materializar sobre el escenario toda la carga argumental del libreto (desde reivindicaciones propias del colectivo homosexual hasta las tramas del relato) con una aparente sencillez y con gran ligereza y celeridad. En la dirección destacaría el uso de la pantomima como potenciador de la forma de hablar y comportarse los protagonistas, cercano a lo hiperbólico, pero sin caer en el patetismo. Todo ello nos lleva a hablar de una puesta en escena potente, solvente y carente de entropía escénica, salvo en algunos diálogos al unísono, exagerados en el tiempo, rozando el guirigay. La construcción escenográfica, propuesta por Pepe Moreno, propicia la libre circulación del reparto y ambienta a la perfección el cenador de un lujoso piso, ayudado por un correcto espacio sonoro y una iluminación intimista supervisadas, por Ro García y Francisco José Belijar; al frente, también, de una sugerente e ingeniosa voz en off.
Maricas todas es, también, una comedia musicalizada con salero, ritmo y atracción. Soy partidario, siempre y cuando sea pertinente, de la inclusión de momentos musicales en las representaciones teatrales y esta es un buen ejemplo de trabajo bien hecho. De nuevo, la música lleva el sello de Dany Visiedo, junto a la cantante Malole Jaraba, con la canción Arcoíris. Invito a los lectores a escucharla, al resumir a la perfección los valores de la representación y la fortaleza, convencimiento y reafirmación de los sentimientos propios frente a la rabia de los que quieran prejuzgar, como reza una línea del estribillo. Dicho en lenguaje coloquial, un temazo en forma de himno LGTBI.
Los encargados de materializar todo lo expuesto son cuatro jóvenes y talentosos actores dispuestos a todo por conseguir la risa y el aplauso del respetable, como romper la cuarta pared y brindar una actuación sensacional. Puede resultar tópico hablar de la conexión en el reparto, al ser requisito indispensable en cualquier representación, pero en esta en cuestión juega aún un papel más relevante, dada la vinculación y experiencias personales pasadas de los personajes, llevándolo a su máximo exponente. Los juegos de roles e idiosincrasias son otro de los atractivos escénicos y, a diferencia de otras obras, es difícil trazar un perfil estanco; pues estos irán evolucionando y, con ellos, los cambios de timón argumentales hasta verse todos implicados.
El artífice de la reunión, Tony, es interpretado por Jesús Arribas, el primero en salir a escena y darnos unas primeras pinceladas de lo que va a acontecer. Pese a su aparente actitud abierta y transparente, al ser el único de sus compañeros que ha triunfado laboralmente, será uno de los personajes con un cambio más sustancial. Ese halo de misterio, capacidad para congregar e ir marcando los cambios de trama es llevado a la perfección por este actor, participante junto a sus compañeros en Gay Over. Por si no fuera suficiente con su faceta como dramaturgo y director, Dany Visiedo también se mete en la piel de Borja, un joven gustoso de llamar la atención y, sin embargo, abrazado a la soledad. Su papel es el más llano, alocado, explosivo e incontrolable, de ahí que acreciente la risa de los presentes. Visiedo lo interpreta con glamour, desenvoltura y sencillez, y lo convierte en uno de mis descubrimientos de esta representación; a quien espero verle de nuevo en cualquiera de sus trabajos.
En todo grupo hay alguien introvertido y peculiar, y ese es Santiago, a quien debemos sumarle su tartamudez y una aparatosa enfermedad crónica que los expectores rápidamente descubrirán. Este singular traje es enfundado por Karlos J. Martínez de forma notable, quien además es capaz de mantenerlo durante los setenta y cinco minutos de duración, hacer reír al público y cogerle cariño. Por último, también en aparecer en escena, Malole Jaraba da vida a Jesús, y hasta ahí puedo leer. Además de por imprimir tranquilidad en escena, destaca por llevar la batuta en la vertiente musical y consigue levantar al espectador de sus butacas, hacerle cantar y, junto a todo el equipo, disfrutar.
En Maricas todas disfrutarán de una comedia divertida, disparatada y libre de prejuicios con una excelente y potente actuación del reparto y los compases de un himno musical LGBT
Dramaturgo: Dany Visiedo
Dirección: Dany Visiedo
Reparto: Jesús Arribas, Karlos J. Martínez, Malole Jaraba y Dany Visiedo
Escenografía: Pepe Moreno
Sonido e iluminación: Ro García y Francisco José Belijar
Producción: Nueve Musas Producciones