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Noviembre Teatro y su alocado veraneo triunfan una noche más en el Festival de Almagro

Imagen de la producción en el espacio AUREA del Festival de Almagro

Imagen de la producción en el espacio AUREA del Festival de Almagro

La comedia italiana, según cuentan en la propia función, forma parte de una trilogía que aún se desconoce si la compañía de Vasco completará en próximas temporadas. Goldoni, rodeado en su época por la Comedia del Arte italiana, fue bastante contrario y crítico con esa forma de hacer teatro, y se centró en dar gran relevancia a la creación y descripción de personajes, dotando a sus obras de cierta contemporaneidad y dotando a los personajes de gran realismo. Y en esta función, como no podía ser menos, lo anterior queda palpable dentro de los nueve personajes que la componen.

La temática nos presenta a un grupo de personas con cierta relación social y familiar entre ellos. Dos hermanos, un padre y una hija, dos criados, una viuda, un caballero y un ‘parásito’ que son capaces de sostener toda la trama provocando, entre ellos, el mayor de los enredos. Además, y como trasfondo, la comedia nos presenta el tema de la apariencia, ese tener que aparentar socialmente por encima de todo, y de vivir por encima de las posibilidades de cada uno.

Eduardo Vasco ha ubicado toda la obra en los años 20. Su ambientación, su música, y su vestuario, nos transporta a esos maravillosos años 20. Uno de los elementos más importantes de las puestas en escena de las obras de Vasco es la música. Ha ella ha dedicado alguna que otra hora, creando las letras y adaptando las canciones que los intérpretes llevan a la escena apoyados en la música de una vieja gramola que les sirve como fondo. En esta ocasión, y acertadamente, Eduardo Vasco no ha hecho uso de instrumentos para ser ejecutados en escena.

En cuanto al reparto no podía ser más homogéneo y de mayor calidad. El grupo de actores y actrices que componen la función, asiduos de la compañía Noviembre Teatro, forman parte de un perfecto engranaje, de un perfecto puzzle donde no falta ninguna pieza. Todos ellos destacan con maestría y tienen su propio lugar, conociendo, y de sobra, este oficio artesano de la interpretación.

Otro espectáculo paralelo es poder contemplar los figurines de uno de los más reconocidos modistos en la actualidad. Me estoy refiriendo al homenajeado por el Festival de Almagro en otra edición, Lorenzo Caprile, que sabe poner el acento de la época en cada puntada, mezclando una gran gama de colores, en algunos casos muy atrevidos para la escena, y que da el remate a un conjunto extraordinario. Otro de los asiduos colaboradores del director Eduardo Vasco.

El espacio escénico, diseñado con bastante acierto por Carolina González, nos presenta un espacio estático para todas las estancias donde se desarrolla la acción, integrando en la escena, además de algunos elementos muebles, varias cortinas al fondo del escenario por donde salen y entran los personajes como si de puertas a estancias se tratara.

Para finalizar, la iluminación de Miguel Ángel Camacho consigue crear el ambiente propicio de los alocados protagonistas de la comedia.

Uno de los aciertos del gran Eduardo Vasco que consigue, allá por donde va, y en esta gira estival de festivales, poner en pie al respetable. Y divertir, divertir en un momento en el que tanta falta nos hace.

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