El omnipresente Ignacio García, director del Festival, repite una y otra vez que este debe ser la reserva natural del Siglo de Oro español. Reserva natural, no zoológico. Si fuera un zoo bastaría con exponer en jaulas las obras de aquellas ilustres calaveras. Pero el asunto es que cobren vida nueva, que se adapten al medio ambiente que les toca vivir, es decir, a nuestro ahora. En esa tarea, nunca fácil pero siempre necesaria, hay errores y aciertos, traspiés y saltos al vacío. La viuda valenciana que presenta MIC en el Palacio de los Oviedo es un intento más que aceptable de darle sentido nuevo a la comedia antigua, que fue nueva en su tiempo. La versión de Borja Rodríguez respeta espíritu y gran parte del verso de Lope, pero retoca mucho de lo que escribió, probablemente en sus años valencianos aunque la impresión de la obra es muy posterior, el Fénix. Lo mejor es que tiene sentido, que es coherente, a pesar de un final que no está a la altura de lo que iba esbozando el montaje. El final no es de Lope, no es del XVII, es el convencional del XXI como el de Lope, hombre de su tiempo y su público, era el que se esperaba por los que acudían a los corrales.