Iba a celebrarse en abril, como viene siendo habitual, pero la pandemia obligó a que el Certamen Coreográfico Distrito de Tetuán, como tantos festivales y espectáculos, quedara suspendido en la incertidumbre. Finalmente, el pasado fin de semana y con un gran esfuerzo por parte de sus organizadores, este concurso que nació en Madrid hace ya siete ediciones y toma impulso en cada una de ellas como termómetro imprescindible de la creación coreográfica del país, pudo hacerse. También decirse cosas con ello. Por ejemplo, que a pesar de las enormes dificultades que vive el mundo de la danza, como tantos sectores en esta crisis mundial, desde lo pequeño no se desfallece. Que si hay oportunidad para demostrar que con las medidas de seguridad pertinentes se puede seguir haciendo danza, se hace. Y que si existe un resquicio por el que dejar pasar un poco de aire fresco para que la danza, la más emergente en este caso, siga respirando, se abre la ventana. Todo esto, que no es poco, tuvo lugar en una edición especial, la primera dirigida por el bailarín y coreógrafo Daniel Doña en solitario, tras seis ediciones al frente del certamen junto a la bailarina y coreógrafa Teresa Nieto. El resultado cristalizó en tres días de danza contemporánea y española, que si bien dejó ver una corrección confortable en las propuestas y una evidente influencia de la danza israelí (especialmente de la creadora Sharon Eyal, puntera en el panorama internacional), también dibujó un reseñable mapa de voces...