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Robots: El thriller teatral entre la ambición y la integridad en el laberinto de la pandemia

Juanjo Artero en una imagen de la obra

Juanjo Artero en una imagen de la obra

Por difícil que sea, les invito a hacer un ejercicio de abstracción y a retrotraernos cuatro años atrás. En aquel entonces, el mundo se sumía en una pandemia que transformó nuestras vidas de manera irreversible. En medio de la oscuridad del confinamiento y la incertidumbre que marcaba tanto la esfera sanitaria como la política y la económica, Los Teatros del Canal nos ofrecen una oportunidad única. Nos invitan a un viaje emocionante y revelador, donde la intriga y la corrupción se entrelazan en una trama envolvente y repleta de suspense. ¿No les resulta familiar el hecho de que durante el confinamiento hubo individuos que se enriquecieron mientras cientos de personas perdían la vida y los trabajadores sanitarios arriesgaban la suya propia? Este es precisamente el tipo de interrogantes que Robots nos plantea, llevándonos a reflexionar sobre los aspectos más oscuros y complejos de nuestra sociedad en tiempos de crisis.

La productora Subprime nos sitúa en medio del caos de la pandemia del coronavirus. Enrique Gálvez (Iker Lastra), responsable del departamento de marketing, se ve atrapado en un escándalo de corrupción que amenaza con destruir su carrera y reputación. La presión aumenta cuando su nombre aparece en la lista de posibles imputados por una operación corrupta en su banco, dirigida por la presidenta, Carmen Dávila (Alejandra Prieto), quien busca desesperadamente un chivo expiatorio para salvarse. Sin embargo, una oportunidad inesperada surge cuando Enrique recibe la llamada de Silvia Becerra (Ana Turpin), una científica comprometida con la lucha contra la enfermedad, que propone la adquisición de avanzados robots para realizar pruebas de PCR de manera más eficiente y rápida. A medida que Enrique se sumerge en este arriesgado proyecto, se encuentra con una serie de obstáculos burocráticos y políticos que amenazan con descarrilar sus planes. Con la ayuda de Roberto Maldonado (Juanjo Artero), un político ambicioso y desilusionado que ve en esta operación una oportunidad para relanzar su carrera, Enrique se embarca en una lucha contrarreloj para superar los desafíos y llevar a cabo esta misión vital en medio de la pandemia.

El libreto de Fernando Ramírez Baeza nos presenta una trama cautivadora y oportuna que arroja luz sobre temas candentes en la sociedad contemporánea. Con maestría, el autor nos sumerge en una historia repleta de suspenso y giros inesperados. Con una visión algo pesimista utiliza la pandemia del coronavirus como un poderoso telón de fondo para explorar la corrupción política, la integridad, la ambición desmedida y los dilemas éticos que enfrentamos como sociedad. Además de estas cuestiones, la obra también sirve como un conmovedor homenaje a los valientes sanitarios que lucharon incansablemente contra el virus, a menudo arriesgando sus propias vidas para salvar la de otros. La relevancia de estas reflexiones se amplifica aún más a la luz de las recientes revelaciones sobre cómo unos pocos individuos se enriquecieron a expensas del sufrimiento de muchos. Una vez más, pese a recurrir al tópico, la realidad termina superando a la ficción.

El talento de Fernando Ramírez Baeza para fusionar el lenguaje teatral con el cinematográfico se destaca una vez más en esta obra, tal y como hemos visto en trabajos anteriores como Faraday. Esta habilidad para combinar ambos lenguajes no solo enriquece la experiencia teatral, sino que también agrega una dimensión visual y narrativa única a la historia. La obra se desarrolla con un ritmo trepidante, similar al de una película de suspense, con cambios rápidos de escena y momentos de alta intensidad que mantienen al público completamente inmerso en la acción. Además, la forma en que se presentan los diálogos y se construyen las imágenes mentales evoca la estética y el estilo cinematográfico, creando una experiencia teatral dinámica y visualmente impactante.

Además, el también director de Merlin Properties, logra crear personajes complejos y multidimensionales que se enfrentan a decisiones difíciles y desafíos morales, agregando profundidad y realismo a la historia. En este punto, teje magistralmente dos líneas narrativas paralelas que convergen de manera sorpresiva. Por un lado, el viaje personal de Enrique Gálvez, donde con una trama íntima y emocional nos sumerge en las complejidades del personaje y en su lucha por la redención y, por otro, el contexto de relaciones de poder político y económico donde añade una capa adicional de tensión y profundidad a la historia. Ambos hilos narrativos están desarrollados con una precisión impresionante, con un emocionante clímax, revelando las conexiones inesperadas que dan forma al destino de los personajes.

La dirección de Gabriel Olivares es una muestra de su talento excepcional para llevar historias complejas a la vida escénica con un dinamismo cautivador. Este prolífico director plasma de manera magistral sobre el escenario, gracias a su visión audaz y sensibilidad única,  la fusión del lenguaje teatral con el cinematográfico, creando una experiencia inmersiva y emocionante para el público. Este enfoque colaborativo entre Ramírez Baeza y Olivares permite que la narrativa se desenvuelva con una fluidez asombrosa, donde los elementos teatrales y cinematográficos se entrelazan armoniosamente para transportar al espectador a un mundo lleno de intriga y emoción.

En el plano puramente direccional, Olivares, creador del TeatroLab, va más allá de simplemente llevar la trama a la vida escénica; consigue desnudar a los personajes en su intimidad emocional y psicológica. No es casualidad que en el cartel de la obra los protagonistas aparezcan con el torso descubierto, ya que esta elección simboliza la vulnerabilidad y la exposición de los personajes ante sus propias acciones y dilemas. De este modo, su dirección detallada y precisa logra crear un ambiente de autenticidad y crudeza que permite a los actores explorar las profundidades de sus roles, revelando las capas más íntimas y complejas de cada personaje y extrayendo interpretaciones poderosas y convincentes de todo el elenco. Otro aspecto destacado de la dirección es su capacidad para crear una estética visual impactante en el escenario. A través de la iluminación, la escenografía y los efectos especiales, logra transportar al público a diferentes lugares y momentos con una asombrosa fidelidad y realismo.

La actuación del reparto es una parte fundamental de la experiencia teatral. Todos los actores y actrices realizan una interpretación convincente y poderosa. Iker Lastra brinda una actuación intensa y llena de matices como Enrique Gálvez, capturando la complejidad emocional de su personaje con una profundidad sorprendente. Lleva su actuación hacia un teatro físico y visceral, donde cada gesto, mirada y movimiento corporal revelan la creciente desesperación de su personaje mientras se carcome por dentro. Y hasta ahí puedo leer. En definitiva, la transformación gradual de Lastra en el escenario es verdaderamente impresionante y supone un espaldarazo en su carrera teatral. Su relación más intensa es con Ana Turpin, con una presencia magnética y una profundidad emocional excepcional en su interpretación de Silvia Becerra, la científica encargada de traer los robots a España. Como nos tiene acostumbrados, esta actriz con innumerables papeles televisivos aporta a su personaje un carácter cautivador, envolvente y sugestivo.

Por su parte, Juanjo Artero, un nombre propio en el mundo de la interpretación, demuestra una vez más su versatilidad y talento innato en su papel como Roberto Maldonado, un político colocado en el ministerio de Sanidad con ganas de escalar dentro de su partido. Este archiconocido actor de teatro, cine y televisión ofrece una interpretación convincente, socarrona y autentica de la naturaleza voluble y oportunista de su personaje, con falta de integridad y propensión a la manipulación. A su vez, transmite la intensidad de la ambición de Maldonado, impulsada por una profunda frustración por su situación actual. Casi sin despegarse, le acompaña Abraham Arenas, quien interpreta de forma formidable a un funcionario resentido de apariencia intachable.

Completan el reparto, Alejandra Prieto, quien además de la enigmática y fantasmagórica directora de la entidad es la responsable de bucear y personificar el virus, cuando lo vean lo entenderán. María Asensio encarna a la dócil y servil asistente de la directora. Empieza con un perfil bajo, por exigencias del libreto, pero casi sin darnos cuenta dinamitará la acción. Arancha Sanchís se destaca como una presentadora que encarna los peores aspectos del periodismo: el sensacionalismo, la exageración y la búsqueda del escándalo. Su interpretación transmite con autenticidad la ambición desmedida y la falta de ética de su personaje. Por último, Jesús Redondo aporta su versatilidad interpretativa al dar vida a varios personajes, siendo su papel como asistente y reportero el más gracioso y destacado de todos.

La construcción escenográfica de Marta Guedán, con una inteligente elección de elementos móviles y simbólicos, logra crear un ambiente dinámico para la movilidad fluida del elenco en el escenario. Uno de los aspectos más destacados son los paneles que encapsulan a los personajes, ofreciendo un simbolismo potente donde queda reflejada la situación de confinamiento que enfrenta la sociedad en la trama y genera claustrofobia. Esta representación visual es un claro ejemplo de la máxima «menos es más»; cada elemento escénico se utiliza con precisión para transmitir la atmósfera y el mensaje de la obra de manera efectiva. Por último, la iluminación a cargo de Carlos Alzueta destaca por la presencia de tonos blancos, enlatados y metalizados para evocar una estética que recuerda a un entorno científico, donde cada movimiento y acción se examinan con atención meticulosa; como si los personajes estuvieran participando en un experimento social.

Autor: Fernando Ramírez Baeza

Director: Gabriel Olivares

Reparto: Juanjo Artero, Ana Turpin, Iker Lastra, Abraham Arenas, Alejandra Prieto, Arantxa Sanchís, María Asensio, Jesús Redondo

Ayudante de dirección: Noé Denia

Producción: Gaspar Soria

Escenografía: Marta Guedán

Vestuario: Miguel Ángel Milán

Iluminación: Carlos Alzueta

Sonido y música: Tuti Fernández

Videocreación: Dani Esteban

Cartelería: MaríaLaCartelera

Diseño gráfico: Sergio Avarques Publicidad/medios: Toni Flix

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