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Año VIIINúmero 376
30 OCTUBRE 2024

Si una noche de invierno dos físicos teóricos pasean por Copenhague

La historia está hecha de pequeños momentos indescifrables en los que una pequeña decisión puede cambiar el curso de la Humanidad. Si Stefan Zweig hubiera vivido lo suficiente en su exilio, probablemente habría incluido en una segunda parte de sus “Momentos estelares de la humanidad” el encuentro que mantuvieron los físicos Niels Bohr y Werner Heisenberg en 1941 en una Copenhague ocupada por los nazis. Un pequeño paseo de diez minutos por las frías noches de la capital danesa que pudo cambiar la historia de la Humanidad.

A falta de Zweig, el escritor y dramaturgo inglés Michael Frayn en 1998 convirtió este encuentro en uno de los grandes textos teatrales que cerraron el siglo XX. Un siglo corto y eterno testigo exagerado de lo peor y de lo mejor de lo que puede ser capaz el ser humano. Un teatro textual que narra el vigilado y breve paseo de diez minutos entre dos físicos teóricos, maestro y discípulo, con el que se traza el punto de no retorno del ser humano. Ese momento estelar a partir del cual el Homo Sapiens Sapiens tendrá capacidad de autodestruirse, de aniquiliarse, de exterminarse a sí mismo simplemente apretando un botón.

Dos hombres que caminan de la mano y distantes al mismo tiempo frente al precipicio del conocimiento. Dos seres humanos que viven sumergidos entre sus fórmulas matemáticas y sus teóricas físicas que cuando levantan la mano del escritorio y se miran uno al otro son conscientes que acaban de hacer posible la más terrible arma de guerra que vieron los siglos. Un momento exacto en el que es imposible determinar la posición exacta de cada uno de ellos. La Humanidad entera, representada por Margrethe Nørlund, esposa de Bohl, como testigo sufriente de este momento a partir del cual su exterminio total estará a un botón de distancia.

Copenhague es una paradoja en sí misma. Brillante y wikipédica a partes iguales, es capaz de atraer a miles de espectadores que asisten ensimismados al encriptado diálogo entre dos genios de la física cuántica. Desde el escenario, unos magistrales Carlos Hipólito y Emilio Gutiérrez Caba, tratan de recordarnos, de ponernos en antecedentes, de explicarnos la importancia de tal o cual teoría, fórmula matemática o isótopo radioactivo. Conscientes de la trascendencia de sus palabras, el drama humano personal pesa como una losa y tratamos de cuantificar en millones de vidas destrozadas cada palabra, en la importancia de que esta vez la pelota caiga a uno u otro lado.

Los seres de a pie aún no somos capaces de comprender en toda su dimensión el alcance de la física cuántica y tratamos de agarramos a las ramas secas que pueblan la escenografía como si fuera un cerebro abandonado para no caer en el abismo de la ignorancia. Sobre el escenario, siempre latente la figura de Einstein, que en su desprecio hacia las teorías de Bohl llegó a decir refiriéndose a su trabajo aquella famosa frase de “Dios no juega a los dados con el Universo”, a lo que el luterano danés respondió en un equilibrio intelectual digno de la más grande de las paradojas: “Deja de decirle a Dios cómo usar sus dados”.

Jugando a los dados de lo dicho, lo que se quiso decir y lo que se entendió. De lo que se hizo, de lo que se quiso hacer y de lo que se pudo hacer. Un texto que nos confunde como espectadores y en el que sabemos reconocemos la trascendencia del momento aunque no seamos conscientes del peso de cada isótopo de uranio. Cuatro sillas, un taburete, una mesa y tres personajes. Paredes que son afuera y son adentro. Un banco de jardín fuera del mismo jardín. Una casa poblada de árboles y redes neuronales. Personajes que nos interpelan directamente al mismo tiempo que hablan entre ellos, escenas que regresan pero vistas desde otro punto y la carga de la culpa, de la muerte, de la destrucción, pero también de la salvación en un mundo que, lo creamos o no creamos, no está poblado de buenos y malos, sino tan sólo de seres humanos a los que apenas vemos durante un segundo sin saber nunca su posición exacta en la historia. Es teatro de científicos sobre ciencia, pero no lo es. Es el ser humano, en toda su complejidad, más allá de las caricaturas, el que paseó aquella fría noche por Copenhague.

Tras su estreno en primavera de 2019 en el Teatro Abadía de Madrid, “Copenhague” se encuentra en 2020 en gira por toda España. Obra original de Michael Frayn, adaptada y dirigida por Claudio Tolcachir. Reparto: Emilio Gutiérrez Caba, Carlos Hipólito y Malena Gutierrez. Producciones Teatrales Contemporáneas.

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